En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

25 de octubre de 2015

Efemérides 

25 de octubre de 1415-A seiscientos años de la batalla de Azincourt-25 de octubre de 2015. 

En marzo de 1413 advino al trono de Inglaterra el joven Enrique V. El país que recibió gozaba de una situación que tendía a la prosperidad en lo interno y sin conflictos mayores en lo externo. Tales circunstancias y la inestabilidad existente en el interior de Francia, llevaron al joven monarca a replantear los reclamos dinásticos y territoriales que habían dado origen, especial aunque no excluyentemente, a la Guerra de los Cien Años, con respecto a la cual regía una tregua de veintiocho años acordada en 1396. 


Sin arreglo diplomático, la invasión de Francia no se hizo esperar: en agosto de 1415 un ejército de unos doce mil hombres desembarcó en las proximidades del puerto de Harfleur, en la boca del Sena. De allí, luego de rendir la plaza, Enrique V y sus hombres se dirigieron hacia el Este, en dirección de Calais. El viernes 25 de octubre de 1415, el día de San Crispín, cerca del pueblo de Agincourt, en el Artois, el ejército inglés se enfrentó con el francés, librándose la célebre batalla hace seiscientos años. 


Agincourt no difiere sino en unos pocos detalles, de lo ocurrido en Crécy en 1346 entre los mismos adversarios. Los ingleses adoptaron un dispositivo similar, basado en formaciones de arqueros dotados con arcos largos, apoyadas por batallones de caballeros, montados unos, desmontados otros. Fueron los franceses quienes encararon el combate de una manera diferente a lo ocurrido en la cercana Crécy, adoptando una táctica similar a la que emplearon en Poitiers y con el mismo resultado: caballeros en su mayoría desmontados atacando en un terreno en condiciones desfavorables que fueron diezmados por las tropas inglesas.

Muchos son los autores que se han ocupado de diferentes aspectos de la batalla y sus circunstancias. Hemos escogido algunos pasajes de sus obras que ilustran, según la particular concepción del autor respectivo, acerca de tales aspectos. 

El terreno de la batalla, por sus dimensiones y características, presentaba varios desafíos para los contendientes, el primero de ellos el despliegue de sus efectivos… 


“Los cronistas coinciden en que la batalla fue librada en sobre una campiña barrosa, en la que  recientemente se había sembrado maíz, entre los poblados de Agincourt y Tramecourt. Sus relatos también sugieren que los bosques existentes a cada lado creaban un embudo que afectó el curso de la batalla” (Jim Bradbury, The Medieval Archer). 

“En un angosto terreno labrado, bordeado por cercos vivos y matorrales, Enrique desplegó su pequeña fuerza. Nuevamente los arqueros fueron desplegados en la línea de frente. Esta vez, estaban protegidos por estacas aguzadas de seis pies de largo, fijadas en ángulo. En cada flanco se agrupaba la caballería para proteger a los arqueros del centro. Detrás de estos, el grueso de los caballeros desmontados formaba una poderosa retaguardia” (Vic Hurley, Arrows against Steel). 

“…lo estrecho del campo de batalla, 700 metros cuanto mucho, hacía imposible [para los franceses] el despliegue en una sola línea. El ejército debió desplegarse en cuatro líneas: detrás de una vanguardia montada, dos líneas de caballeros desmontados, imitando a los ingleses, y otra de caballería montada. En cuanto a los arqueros, se los mandó a la retaguardia, por recelo a que participasen del honor de la jornada, en tanto la caballería francesa no dudaba de su victoria…" (Ferdinand Lot, L’Art Militaire et les Armées au Moyen Age en Europe et dans le Proche Orient). 

Los franceses optaron, como en Poitiers, por desmontar a la mayoría de sus caballeros, aunque con imprevisiones y descuidos, que incidieron decisivamente en el curso de la batalla… 

“… La élite caballeresca francesa respondió [a la táctica inglesa] luchando a pie a pesar de que al carecer de un apoyo efectivo de arqueros o piqueros, y obligada a menudo a actuar sobre terreno desfavorable. Estos experimentos condujeron casi invariablemente a la derrota como en Poitiers (1356), Nicopolis (1396) y Agincourt (1415)” (Andrew Ayton, Armas, armaduras y caballos, en Historia de la Guerra en la Edad Media). 

“… estaba formada [la línea de franceses] por caballeros desmontados: abrumados por sus pesadas armaduras, avanzaban penosamente enterrándose en el barro… Sin embargo, bajo su presión, la caballería inglesa, también desmontada, comenzó a retroceder. La situación, crítica por un momento, fue restablecida por los arqueros: salieron de sus posiciones, dejando sus arcos, y tomando por el flanco a los franceses atascados en el barro, los atacaron con dagas, hachas, mazas… los franceses estaban tan apretados entre sí que no podían usar sus armas. Los arqueros ingleses los masacraron en masa…” (Ferdinand Lot, L’Art Militaire et les Armées au Moyen Age …). 

Como en Crécy, los arqueros dotados con el temible longbow -arco largo- fueron protagonistas, inclusive cuando las flechas se agotaron… 

“En Agincourt, los arqueros no lucharon bajo la tremenda presión que habían soportado en Crécy. El cambio significativo en Agincourt fue que los arqueros ingleses dispararon todas sus flechas en los primeros momentos de la batalla, por lo que se vieron forzados a empeñarse como infantería ligera con hachas, mazas y picas" (Vic Hurley, Arrows against Steel). 

“No era normal que los arqueros tomaran parte en las acciones actuando como hombres de armas, pero en el pequeño ejército de Enrique su contribución era inestimable. Muchos cronistas han dicho que tal actuación fue decisiva y que la victoria inglesa dependió de tal actuación” (Jim Bradbury, The Medieval Archer). 

 “Con relación al ejército inglés a las órdenes de Enrique V y su sucesor, se advierte que la proporción de arqueros continuó incrementándose. En los tiempos de Eduardo III, con frecuencia se daba la proporción de dos arqueros por cada caballero, raramente de tres o cuatro a uno. Pero en el siglo XV, tal proporción se elevó de seis o siete a uno, e inclusive en algunos casos, de diez arcos largos por una lanza. No obstante, en Agincourt, la proporción fue de sólo cinco a uno…” (Sir Charles Oman, A History of the Art of War in the Middle Ages). 


La fama de Agincourt es mayor que la de Crécy o Poitiers, las grandes batallas que la precedieron y esa fama se vio alimentada por las inolvidables estrofas del drama de Shakespeare y sus recreaciones cinematográficas tanto de Laurence Olivier (1944) como de Kenneth Branagh (1989)… 

“Nos pocos, nos felices pocos, nos banda de hermanos; 
Porque aquel que hoy vierta su sangre conmigo 
Será mi hermano; por muy vil que sea, 
Este día ennoblece su condición. 
Y los caballeros ahora en sus lechos de Inglaterra 
Se considerarán malditos por no haber estado aquí, 
Y tendrán su hombría en baja estima cuando oigan hablar 
a aquel que luchara con nos ¡el día de San Crispín!”

Y ello, por más que la arenga de Enrique V habría sido muy diferente, según algún cronista de la época… 

“Cuando el rey estuvo vestido y armado para la batalla, montó su caballo, un pequeño caballo gris, sin espuelas, ordenó el despliegue de sus fuerzas y de los bagajes, y luego cabalgó a lo largo de sus tropas formadas, dirigiéndoles encendidas palabras, animándolas para comportarse valerosamente, diciéndoles que había venido a Francia para recuperar sus derechos hereditarios, y que tenía para ello buena y justa causa. Les dijo también que en esta querella debían combatir franca y libremente y que recordaran que habían nacido en Inglaterra, donde en ese preciso momento se encontraban sus padres y madres, sus esposas e hijos, por lo que debían esforzarse para retornar a ellos con gloria y honor. Que recordaran también que los reyes de Inglaterra, sus predecesores, habían logrado espléndidas victorias sobre los franceses y que en ese día cada uno debía velar por proteger su persona y el honor de la corona inglesa. Y agregó que los franceses se jactaban diciendo que si cualquier arquero inglés era capturado le cortarían tres dedos de la mano derecha, para que ya no pudieran matar hombres o caballos con sus flechas” (Jean Lèfevre, citado por Mogens Herman Hansen, The Little Grey Horse-Henry V’s Speech at Agincourt). 

Sobre el alcance y significado del triunfo inglés en Agincourt… 

“Aunque militarmente no se trató de una acción decisiva -ya que básicamente se trató de la culminación exitosa de una chevauchée inglesa-, la absolutamente inesperada victoria representó un incalculable triunfo moral y psicológico para Enrique V, quien a partir de la misma ganó en Inglaterra una enorme popularidad para sí mismo y para la guerra, al tiempo que mejoró en gran medida su posición diplomática en Europa” (John A. Wagner, Encyclopedia of the Hundred Years War). 

“Poco importaban los números en el campo de batalla. Cuando el arzobispo Bradwardine predicó ante Eduardo III tras las victorias conseguidas por los ingleses en Crécy y Neville’s Cross en 1346 afirmó que Dios había concedido la victoria a quien él había querido…De igual forma, Enrique V era considerado el Judas Macabeo de su época que, enfrentado a una difícil situación en Azincourt, no se preocupó por la falta de fuerzas sino que confió en la justicia de su causa, en la piedad de su pueblo… y en la fuerza divina. El resultado de la batalla ponía de relieve hasta qué punto era justa la causa del monarca de Inglaterra” (Christopher Allmand, La Guerra de los Cien Años). 

"La primera y más famosa campaña de Enrique V fue la más imprudente. En el desfile 'eduardiano' de 1451 que culminó en Agincourt, los franceses sólo tenían que bloquear su camino para asegurar su colapso por hambre. Pero sus líderes habían olvidado la lección de Crécy... pensaron que era vergonzoso que una superioridad de fuerzas de cuatro a uno no se usara sino en un ataque frontal, obteniendo como resultado una repetición aún más bochornosa de lo ocurrido en Crécy y Poitiers" (B.H. Liddell Hart, Strategy).  

“Agincourt… es la victoria del débil contra el fuerte, del soldado común sobre el caballero montado, de la determinación contra la pomposidad, de los desesperados, acorralados y lejos de su hogar sobre la arrogancia y la soberbia…” (John Keegan, The Face of Battle)

*    Traducción de D. José-María Valverde ©Rubén A. Barreiro 2015

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