Guerras de Bizancio
Apuntes sobre la batalla de Dara (530 DC)
Mg. Rubén A. Barreiro
Segunda Parte (I)
El ejército bizantino al mando de Flavio Belisario. Como se ha
visto en la Primera Parte, Belisario, designado por Justiniano Magister Millitum per Orientem, preparó “un muy formidable ejército, dirigiéndose a
Daras” a fin de llevar a cabo una expedición contra los persas, según lo
había ordenado el emperador (PROCOPIO, Wars, I, XIII, 22.) Por
entonces, Belisario tenía unos veinticinco años (si
bien no se conoce con exactitud la fecha
de su nacimiento, existen
prácticamente unanimidad en que habría sido en el año 505 D.C.) Tal propósito
fue frustrado por la inminente invasión de los sasánidas con intención de sitiar
y doblegar la fortaleza de Dara. El conocimiento de estos preparativos decidió
a Belisario preparar a su fuerza para rechazar al invasor.
El ejército bizantino sumaba alrededor de 25.000 hombres. Teniendo en
cuenta el conocido poderío del ejército sasánida, esta cantidad aparece como
escasa. Se trataba, por cierto, de una característica común de la era de
Justiniano I: la fuerza que se trasladó a través del Mediterráneo al mando de
Belisario para expulsar al reino vándalo del Norte de Africa no tenía más de
15.000 hombres. De allí, pasó a Italia con no más de 10 u 11 mil hombres.
Narses venció al ostrogodo Totila en la
batalla de Taginae (539 DC) con un ejército de 15.000 hombres. Teniendo en
cuenta los resultados obtenidos, no parece que la cantidad haya sido un
elemento decisivo en el triunfo obtenido en todos estos casos (DELBRÜCK,
340/341.)
En su mayoría, el ejército de Belisario en Dara estaba compuesto por
voluntarios. Al parecer, este sistema de reclutamiento cobró intensidad a
partir de 498 DC, cuando el emperador Anastasio introdujo el pago de
asignaciones que permitían a los soldados adquirir cuanto fuera necesario, ya
se tratare de víveres, uniformes o armas. Estas asignaciones eran muy “generosas”, tanto que atrajeron a una “gran cantidad de voluntarios nativos”.
Esto tuvo un efecto importante, por cuanto por un lado se dejó de lado la
conscripción hasta entonces imperante y, por el otro, la cantidad de
mercenarios bárbaros disminuyó con relación al siglo anterior y con ello la
influencia de los mismos, por lo que “el
ejército devino un instrumento mucho más aficaz” (TREADGOLD, 14/15.) En la
batalla de Daras, en el ejército de Belisario forman 300 hérulos y unos 1.200
hunos [1],
sin que exista otra indicación en el texto de Procopio, “generalmente cuidadoso
con respecto a la presencia de grupos étnicos” de que hubiera otros bárbaros en
sus filas (TEALL, 300.) Los ejércitos de Belisario “eran predominante romanos, principalmente formados por alistamientos
voluntarios por los robustos montañeses de los Balcanes y del Este del Asia
Menor” (JONES, 223.)
La reunión del ejército al mando de Belisario fue obra principalmente
suya, ya que al parecer recorrió en persona las provincias en las que ejercía
su jefatura, sumando, como se ha dicho, a unos 25.000 hombres. Predominaba la
caballería, pesada y ligera, aunque no existen datos precisos acerca de la
cantidad exacta de sus componentes (salvo la alusión a hérulos y hunos, ya
aludida.) La caballería pesada estaba integrada por los cataphracti. La caballería
ligera estaba formada por arqueros montados (el contingente huno. ) La
infantería era el contingente más flojo, compuesto por soldados bisoños con
escasa o ninguna experiencia de combate y con fama de indisciplinados.
Belisario, como se verá, colocó a la infantería en una posición en la cual
corría escasos riesgos de ser atacada, lo cual ha hecho decir que Belisario la
“negó” al enemigo (OMAN, 28.) [2]
Belisario opta por la batalla campal. La primera decisión que Belisario tuvo que adoptar fue si sus tropas se
limitarían a defender la fortaleza desde su interior, en una batalla de sitio,
o bien hacerlo en su exterior en una batalla campal. Si bien Belisario estaba
persuadido de la superioridad numérica de los sasánidas, arriesgó la batalla
campal. Para ello preparó una posición desde la cual desarrollaría una táctica
defensivo-ofensiva, contando con el desdén que los persas sentían por los
bizantinos, como con la superioridad numérica de aquellos, lo cual los llevaría
a un ataque sobre las líneas bizantinas (LIDDELL HART, 41.) [3]
Se ha dicho también, de modo general, que en ciertas oportunidades los
generales romanos acostumbraban a luchar en las proximidades de una fortaleza
usándola como punto de apoyo para sus maniobras, además de proporcionar un
acceso directo y próximo a provisiones antes, durante y luego de la batalla
(SARANTIS, 71.)
La elección de Belisario también podría haber indicado que los trabajos
de reforzamiento de la fortaleza aún no habían sido completados (GREATREX-LIEU,
87/88.)
La elección del terreno. Decidido a librar una batalla
campal, Belisario debió considerar el terreno donde presumiblemente la misma
ocurriría. Ello, teniendo en cuenta que, tal como se ha dicho, aplicaría su
concepto táctico defensivo-ofensivo, atrayendo un ataque del enemigo para
neutralizarlo primero y transformar la situación en una ofensiva propia.
La posición diseñada por Belisario se basaba, esencialmente, en un
sistema de trincheras, establecido a cierta distancia de las murallas de Dara.
Procopio expresa que dicho sistema se encontraba “no lejos de la puerta [de la muralla] opuesta a la ciudad de Nibisis, a [una distancia] de alrededor de un tiro de piedra”. Un
interesante estudio llevado a cabo acerca de las evidencias arqueológicas y las
que surgen de la literatura antigua, da mucha precisión al respecto. La más importante
es la relativa a la distancia entre las murallas y el sistema de trincheras.
Como es sabido la expresión “a tiro de piedra” se refiere a una distancia
escasa, sin determinación de medida. Sobre la base de otro texto de Procopio,
donde también hace referencia al “tiro de piedra”, relacionado esta vez con la
longitud de uno de los lados de un monumento todavía existente, se ha
determinado que, al menos en ese caso, la expresión equivale a unos ochenta y
cuatro metros (LILLINGTON-MARTIN, 302.) [4]
Vista topográfica general de la zona de aproximación del ejército sasánida desde Nisibis hasta Ammodios y del campo de batalla (Mapa: Christopher Lillington-Martin. Edición del autor.) |
Teniendo en cuenta que un ejército de veinticinco mil hombres, formado
detrás de un sistema de trincheras, cuya caballería en especial necesitaba
mucho espacio para maniobrar y trasladarse de un lugar a otro del campo, la
distancia a las murallas nunca pudo ser la de ochenta y cuatro metros.
Teniendo en cuenta que el esperado ataque de los persas se daría entre
los terrenos elevados que existen de uno y otro lado, el lugar más adecuado
para construir el sistema era donde la distancia entre ambos lados fuera la
menor. Eso da que las trincheras debían encontrarse a unos dos kilómetros y
medio de las murallas
(Ibidem.)
Por último, Belisario seguramente tuvo en cuenta, al establecer la
mencionada posición, su altura con respecto a la línea de avance de los persas.
El sistema de trincheras se encontraba a unos 510 metros, en tanto que el
poblado de Ammodios, en el camino que venía desde la fortaleza persa de
Nisibis, y que devendría el campamento de sasánida, se encontraba a 470 metros
(LILLINGTON-MARTIN, 304.) La diferencia de alturas permitió a
Belisario tener una adecuada imagen tanto de la aproximación del ejército
enemigo, como de su despliegue y dirección de sus ataques. No puede descartarse
que desde las murallas de Dara se hicieran observaciones al respecto, dada su
mayor elevación (550 metros.) En cuanto a la pendiente en sí, no parece que su
escasa gradiente representara un impedimento para los ataques sasánidas.
[1] Probablemente se trataba de onogueres,
procedentes del Cáucaso o guerreros turcos, y no de descendientes de Atila, y
con seguridad eran reclutados para integrar las unidades bizantinas regulares
(LUTTWAK, 236.)
[2] Se ha convertido en una
opinión generalizada entre quienes se ocupan del tema, que el rol limitado de
la infantería en los ejércitos bizantinos se debió a en su escasa
confiabilidad, falta de experiencia y
entrenamiento y la pobre calidad resultante. No obstante, en el caso de
Belisario, de la lectura de Procopio surge que daba a la infantería un rol
defensivo, confiando en su habilidad para rechazar las cargas montadas del
enemigo. Sí queda claro que no le daba participación relevante en lo ofensivo
(RANCE, 350.) De manera que la poca relevancia de la infantería en los triunfos
de Belisario se debe más que a las condiciones de la misma, a una decisión
táctica del general.
[3] Dice Liddell Hart que la política de
“recuperación del Imperio” de Justiniano y materializada a través de sus
generales, estuvo principalmente asociada con Belisario, además de los escasos
recursos con los que llevó a cabo sus campañas, por el uso coherente de la
táctica defensiva. “No existe paralelo
histórico para una serie de conquistas como las de Bizancio con abstención de
la ofensiva. Esto es aún más remarcable en tanto las mismas fueron llevadas a
cabo por un ejército móvil, principalmente compuesto por caballería. Belisario
no carecía de audacia, pero su táctica se basaba en permitir –o provocar- que
el adversario llevara a cabo el ataque. Si bien esta elección estaba en parte
impuesta por la debilidad numérica, también es cuestión de u cálculo sutil,
tanto en lo táctico como en lo psicológico” (39/40.)
[4] Es importante señalar que,
el mismo trabajo, se destaca que “…Procopio
nos ha dado una certera descripción del campo de batalla y las posiciones
defensivas romanas en conjunto del paisaje. Esto agrega consistencia a su confiabilidad
con respecto a otras descripciones topográficas relacionadas con acciones
militares en otros lugares y tal vez debiéramos reconsideración la certeza de
otras fuentes antiguas al respecto” (LILLINGTON-MARTIN, 302.)
© Rubén A. Barreiro 2015
<
No hay comentarios:
Publicar un comentario