Las
guerras de Bizancio y sus consecuencias territoriales (II)
Mg. Rubén A. Barreiro
2a. De
la formación del Imperio a la reconquista de Justiniano.
Muerte de Teodosio el Grande y división del Imperio
Romano. Este periodo comienza con la división
del Imperio Romano ocurrida al morir el emperador Teodosio I, el Grande, en el
año 395 DC. Desde la época de Diocleciano, el Imperio, inmanejable en muchos
aspectos derivados de su enorme extensión territorial, había reconocido una
división administrativa, aunque políticamente conservaba su unidad. Arcadio, de 17 años, hijo mayor de Teodosio, queda al frente del Imperio Romano de Oriente, en
tanto que Honorio (de solo diez años) es el emperador del Imperio de Occidente.
La edad de los nuevos emperadores, hizo que estuvieran sometidos al influjo de dos fuertes personalidades, Flavio Rufino y Flavio Estilicón, respectivamente (Flavio murió en el mismo año, y su influencia pasó primero a Eutropio y
luego a la mujer del emperador, Eudoxia).
Conflicto de los visigodos y rivalidad entre ambos
imperios. Ese mismo año, se producen una
compleja situación con los visigodos de Alarico, quienes habían concluido un
tratado con Teodosio, que les permitía establecerse en territorio del Imperio a
cambio de servicios militares. Con diversos pretextos, asolan Tracia y marchan
sobre Tesalia, amenazando a la propia Constantinopla. Aparece la rivalidad
entre los dos imperios, cuando el de Occidente envía tropas al mando de
Estilicon para combatir a Alarico y, pese a tenerlo a su merced en dos
oportunidades, el gobierno de Oriente, que había accedido a conceder a Alarico
la jerarquía militar de magister militum,
ordena la retirada del contingente de Estilicon. Aparece aquí uno de los
grandes rasgos que caracterizaron la actitud bizantina en los conflictos
militares: una extremada habilidad para evitarlos o limitarlos en base a
negociaciones de toda índole, que incluían, por cierto, actos de corrupción.
Aprovechando la conmoción causada por los
visigodos, sobre los que se concentraron las tropas bizantinas, los hunos
avanzaron desde el Cáucaso, atravesando Siria y Cilicia, llegando hasta orillas
del Mediterráneo en el territorio de Fenicia (actualmente el Líbano).
La rebelión de Gainas. En 400 DC ocurre un hecho que también constituye una constante en
el devenir interno del Imperio: una rebelión encabezada por el general Gainas, magister militum, quien con sus tropas
trató de tomar Constantinopla, siendo rechazado por el pueblo de la ciudad,
huyendo hasta ser capturado por los hunos, quienes enviaron su cabeza a Arcadio
como un “regalo diplomático”.
La Muralla de Teodosio y el Hexamilion. En 413 comienza la construcción de la Muralla de Teodosio, en
Constantinopla, completada en 447. Tal construcción se hizo necesaria dado el
acelerado crecimiento de la ciudad. Fue un bastión formidable que solo cedería
ante la acometida de Mehmed II en 1453 (en 1204 los caballeros de la Cuarta Cruzada pudieron penetrar la muralla, como lo señala Delbrück, mucho más por las disensiones bizantinas que por razones militares). Teodosio II, que sucedió a su padre
Arcadio, mostró especial interés en las fortificaciones, entre las cuales se
destacó la del Hexamilion (“el muro de seis millas”) que cerraba el istmo de
Corinto a las incursiones bárbaras hasta que fue franqueado por los turcos
otomanos en su avance sobre Constantinopla en 1452.
Comienzan los enfrentamientos entre Bizancio y la
Persia sasánida. Los largos años de
conflictos con Persia parecían haber quedado en el pasado, cuando en 420 Teodosio
II declara la guerra a los persas sasánidas. El proselitismo cristiano había
tenido gran éxito entre la población persa, especialmente en las clases altas. Los conversos se negaron a renunciar a su nueva creencia, siendo perseguidos y martirizados. Los que pudieron refugiarse en territorio bizantino, fueron acogidos, negándose Teodosio a entregarlos a los persas. Por otra parte, se habrían producido ataques contra templos zoroastristas [1]
ordenados por obispos cristianos, lo cual acentuó la persecución de los conversos. Luego de algunas batallas en las que
los persas, con sus aliados sarracenos, fueron vencidos por el general
bizantino Ardaburius [2],
en 422 se concluyó la llamada “paz de cien años” entre los adversarios. Los
hunos, que habían aprovechado la ocasión para amenazar Constantinopla, se
beneficiaron con el pago de un tributo anual. En 440 Yazdgerd II, Gran Rey de los sasánidas
llevó a cabo incursiones en el Este de Anatolia, que fueron neutralizadas por
los bizantinos mediante el pago de una fuerte suma en metálico.
Vándalos y hunos. En 441 Atila, al frente de los hunos,
cruza el Danubio y avanza sobre Constantinopla, amenazándola y una vez más
Bizancio debe pagar un tributo para evitar el avance bárbaro. Pero esta no es
la única consecuencia. Poco antes, Teodosio II había decidido intervenir en el
conflicto generado por la invasión vándala en Africa del Norte, enviando una
poderosa a Sicilia. Pero la situación planteada por Atila, hizo que se llamara
a este contingente para hacer frente a tal amenaza. En 447 los hunos vuelven a
cruzar el Danubio y nuevamente los bizantinos conjuran el peligro del mismo
modo: pagando un tributo. Y en 450 Atila reitera su amenaza. Pero esta vez el
emperador Marciano, quien acababa de acceder al trono por la inesperada muerte
de Teodosio en un accidente de caza, rehúsa pagar (sólo envía algunos regalos),
Atila vacila y finalmente decide encaminarse hacia el oeste, muriendo poco
después.
Fracaso en Africa del Norte. En 468 el
emperador León I envía contra los vándalos una enorme expedición, con más de
mil buques y un ejército de unos cien mil hombres, de los cuales una buena
parte avanzaría desde Tripolitania, en tanto Roma enviaría una fuerza al mando
de Marcelino. Al mando de semejante fuerza estaba Basilisco, cuyo mérito más
destacado era ser hermano de la emperatriz Verina. La expedición resultó ser un
tremendo fracaso: Genserico derrotó sin atenuantes a la flota en la batalla de
Cabo Bon, en las proximidades de Cartago. Basilisco se retiró con lo poco que
quedaba de sus fuerzas y al llegar a Constantinopla debió buscar santuario en
Santa Sofía para evitar las iras desatadas por la derrota atribuida a su
incompetencia. A las pérdidas militares se sumó el enorme descalabro económico originada por el fracaso de la expedición, que habría ascendido, como mínimo, a 64.000 libras de oro (lo gastos corrientes anuales del Imperio ascendían corrientemente a alrededor de cien mil libras de oro).
Caída del Imperio de Occidente. En 476, Odoacro
destrona a Rómulo Augústulo, emperador de Occidente. Bizancio se convierte
entonces, como lo afirma Diehl, en la única expresión política del imperio
romano. En un primer momento, Odoacro envía una misión a Constantinopla con la
insignia imperial, reconociendo al emperador Zenón como el titular efectivo del
poder en el imperio, aunque conservando el poder militar en Occidente. Estos
acercamientos van quedado frustrados con el tiempo, en tanto en Occidente los
ostrogodos “bajo el mando de Teodorico el
Grande… se asentarían en Italia con el propósito de crear una entidad política
basada en un sistema de alianzas de los pueblos germánicos para luchar contra
Bizancio…” (ARRANZ GUZMAN, 20).
Búlgaros, eslavos, árabes y conflictos internos. Llegando a su
fin el siglo V, amenazan al Imperio de Oriente nuevas invasiones bárbaras, esta
vez a cargo de búlgaros y eslavos. Atravesando el Danubio, a partir de 493, los
búlgaros incursionan en Tracia, lo cual repiten en 498 y 502. En estos mismos años, aparecen los árabes atacando
Siria y Palestina. El reinado de Anastasio I (491-518) experimentó también diversos
conflictos de orden interno. El más importante de ellos fue la rebelión de los
isaurios [3]
(492-498). Ocurrieron también disturbios de orden religioso (el más importante
fue protagonizado por Vitaliano, comandante de las fuerzas en Tracia, quien en
tres oportunidades entre 513 y 515, se alzó contra Anastasio, en defensa de la
ortodoxia religiosa). En el hipódromo de Constantinopla se originaron
desórdenes entre las facciones que asistían a las carreras de carros. Estas
facciones se distinguían según los colores de los carros (en la época,
predominaban las facciones azules y verdes). Estas facciones “pueden ser vistas como asumiendo una función política, en tanto
creaban una ilusión de participación popular en el gobierno. A veces, estos
disturbios eran la expresión de apoyo de causas populares o de quejas contra
abusos imperiales” (ROSSER, 84) [4] .
Comienza la larga guerra con los
persas sasánidas. En septiembre de 502, Kavadh, el Gran Rey de los persas
sasánidas, invade Armenia y comienza un conflicto que se prolongaría, con
treguas e interrupciones, por casi ciento treinta años. En 498, y con la ayuda
de los hunos heftalitas, Kavadh había recuperado el trono del que había sido
despojado por su hermano Zamaspes. Los hunos pidieron una recompensa por sus
servicios, y para ello Kavadh solicitó un préstamo al emperador Anastasio, quien rehusó concederlo.
Asimismo, el imperio sasánida estaba pasando por una delicada situación debido
a una creciente extraordinaria del Tigris en la Baja Mesopotamia, que produjo
grandes inundaciones y hambrunas. En agosto de 502 Kavadh invadió el territorio
bizantino, apoderándose de la capital de Armenia Interior, Teodosiopolis.
Comenzó así la que ha dado en llamarse Guerra Anastásica, por el nombre del
emperador bizantino. Este trató de disuadir a Kavadh, enviando a Rufino, pero
el rey persa siguió a Martirópolis y de allí a Amida, a la que puso sitio,
tomándola al cabo de tres meses. Los bizantinos la recuperaron recién en 505.
Ante el peligro representado por la invasión de los hunos heftalitas desde el
Cáucaso, los adversarios pactaron una tregua por siete años, que en la realidad
se prolongó hasta 527.
Bibliografía
Arraz Guzmán, Ana, Desintegración
del Imperio Romano, en Historia
Universal de la Edad Media, Vicente A. Álvarez Palenzuela (coordinador),
Ariel Historia, Barcelona, 2002.
Gregory, Timothy E., A
History of Byzantium, Blackwell Publishing, Oxford, 2005.
Venning,
Timothy, A Chonology of the Byzantine
Empire, Palgrave MacMillan,
Basingstoke, 2005.
Greatrex,
Geoffrey y Lieu, Samuel N.C., The Roman
Eastern Frontier and the Persian Wars, Routledge, Londres, 2002.
Greatrex,
Geoffrey, The Two Fifth-Century Wars
between Rome and Persia, Florilegium Volumen 14 (1993), págs. 1-14.
Rosser, John
H., Historical Dictionary of Byzantium,
Scarecrow Press, Lanham (USA), 2001.
[1] El zoroastrismo era la religión
oficial del Imperio Sasánida. Se trataba de la antigua y tradicional religión
de la nación persa, hasta el triunfo del Islam. Debe su nombre a Zoroastro o
Zaratustra, su fundador.
[2] El resultado de la batalla final
surgió de un enfrentamiento singular. El Gran Rey persa Bahran V, cuando los
ejércitos estaban a punto de entrar en batalla, propuso un duelo entre campeones de ambos bandos,
proponiendo por su parte a “cierto Ardazanes”, en tanto que los bizantinos
designaron a Areobindus el Godo. Este último logró echar una red sobre su
adversario y así “despacharlo” con su espada. Ante ello, los persas abandonaron el campo según lo pactado.
[3] Los isaurios eran
una tribu que habitaba la región de Isauria, ubicada al sur de la meseta de
Anatolia, en el Asia Menor. Proveyó al Imperio de aguerridos soldados, siendo
reclutados por León I para contrarrestar el control germano del ejército del
Este. Durante el reinado de Zenón, de origen isaurio, ocurrió lo propio en el
centro del poder. Al morir Zenón, Anastasio I volvió al status quo, expulsando a los isaurios de Constantinopla. Fue así
como se originó la rebelión.
[4] Estas facciones también formaban parte
de la defensa de las murallas de Constantinopla en caso de ataques.
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