Las guerras de Bizancio y sus consecuencias territoriales
Mg. Rubén A. Barreiro
2b. De
la formación del Imperio a las guerras de Justiniano (Parte IV)
La Guerra Gótica. Roma. Primer sitio. El 9 de diciembre de 536,
Belisario y su ejército entraron en Roma por la Puerta Asinaria. El Papa
Silverio había logrado convencer a los habitantes y defensores de Roma para no
oponer resistencia a la fuerza bizantina. “Y
Roma volvió a ser de los romanos nuevamente, luego de sesenta años… en el
onceavo año de reinado del emperador Justiniano” (PROCOPIO, V.14, 147). El
ejército ostrogodo partió de la ciudad por la Puerta Flaminia, pero su
comandante Leuderis fue enviado a Constantinopla con las llaves de la ciudad
para
ofrecerlas a Justiniano. Sabía Belisario que pronto los ostrogodos tratarían de recuperar la ciudad, por lo que emprendió los trabajos para reconstruir la muralla que la rodeaba, que tenía una extensión de unos 24 km kilómetros, agregando un foso en varios sectores. Asimismo, se hizo un gran acopio de víveres en vista del sitio que se avecinaba. La fuerza bizantina era exigua: aún luego de agregarse a fines de abril de 537 un contingente de caballería integrado por búlgaros y eslavos, sólo alcanzó unos diez mil hombres. También se sumaron civiles habitantes de la ciudad, en varios cientos, quienes lucharon en las murallas y ocasionalmente fuera de ellas, aunque no eran confiables por su indisciplina (PETERSEN, 506). Finalmente, para asegurar los accesos desde los Apeninos a través de la Vía Flaminia, Belisario ordenó a Constantinus apoderarse de Narnia (actual Narni), Spoletium (Spoleto) y Perusia (Perugia). En esta última ciudad, los bizantinos derrotaron a una fuerza enviada por Vitiges, en la que sería la primera batalla de la campaña (HUGHES, 244).
ofrecerlas a Justiniano. Sabía Belisario que pronto los ostrogodos tratarían de recuperar la ciudad, por lo que emprendió los trabajos para reconstruir la muralla que la rodeaba, que tenía una extensión de unos 24 km kilómetros, agregando un foso en varios sectores. Asimismo, se hizo un gran acopio de víveres en vista del sitio que se avecinaba. La fuerza bizantina era exigua: aún luego de agregarse a fines de abril de 537 un contingente de caballería integrado por búlgaros y eslavos, sólo alcanzó unos diez mil hombres. También se sumaron civiles habitantes de la ciudad, en varios cientos, quienes lucharon en las murallas y ocasionalmente fuera de ellas, aunque no eran confiables por su indisciplina (PETERSEN, 506). Finalmente, para asegurar los accesos desde los Apeninos a través de la Vía Flaminia, Belisario ordenó a Constantinus apoderarse de Narnia (actual Narni), Spoletium (Spoleto) y Perusia (Perugia). En esta última ciudad, los bizantinos derrotaron a una fuerza enviada por Vitiges, en la que sería la primera batalla de la campaña (HUGHES, 244).
A partir de febrero de
537, y durante un año y nueves días, Vitiges puso sitio a la ciudad, con un
ejército que superaba ampliamente en número al de Belisario (Procopio habla,
ciertamente con gran exageración, “de no
menos de 150.000 hombres” (V.16, 161) [1]. Se instalaron seis
grandes campamentos, bien fortificados, con fosos, taludes y empalizadas
(PETERSEN, 505), todos ellos situados al Este del Tíber. Un séptimo campamento,
en las cercanías de Puente Milvio,
controlaba parcialmente el Oeste del Tíber.
Si bien en el recinto
de la ciudad sitiada crecían los problemas ocasionados por la escasez de
alimentos y por la interrupción del suministro de agua causado por la
destrucción de los acueductos que la surtían [2], la situación no era menos
grave entre los sitiadores, especialmente por las enfermedades que diezmaban a
sus fuerzas.
La táctica de Vitiges
se basó esencialmente en ataques contra diferentes puertas, la gran mayoría de
ellas situadas al Este del Tíber, en las cercanías de sus campamentos. Utilizó
con frecuencia máquinas de sitio y torres de ataque. Unas y otras se
aproximaban a las murallas tiradas por bueyes, por lo que la orden de Belisario
fue la de apuntar a estos animales, para frenar su avance, lo cual dio
resultados en todos los casos.
Por su parte, Belisario
basó su táctica en una defensa activa. Por un lado, concentrando sus fuerzas en
las puertas atacadas, pero siempre en disposición de explotar cualquier posible
ventaja en el combate y salir al exterior para hostigar a los atacantes.
También hizo uso de catapultas y ballistas.
En muchos casos, las salidas bizantinas no eran en respuesta a un ataque,
sino que irrumpían por sorpresa sobre el campo enemigo. En total, se sumaron
alrededor de setenta de estas salidas del ejército bizantino (PETERSEN, 505). También
se ejecutaron ataques a poblaciones vecinas, especialmente Tívoli y Terracina,
a través de las cuales pasaban las rutas de aprovisionamiento del ejército
ostrogodo. Con la llegada, en noviembre de 537 de un nuevo refuerzo, esta vez
de 5.000 hombres [3],
una devastadora incursión que llegó desde Roma hasta Ariminum (actual Rímini),
en la costa del Adriático y a un día de marcha de Ravena, disuadió a Vitiges de
continuar con el sitio.
En el mapa adjunto se
muestran los lugares donde ocurrieron las principales acciones, tanto los
ataques ostrogodos como las salidas bizantinas.
El primer sitio de Roma. Se advierte que la mayoría de las acciones importantes se desarrollaron en el sector Noreste, en la margen izquierda del Tíber. |
A los dieciocho días de
comenzado el sitio, Vitiges lanzó un ataque contra varias puertas de la ciudad.
En el que tuvo lugar en proximidades del
Mausoleo de Adriano (actualmente el Castillo Sant’Angelo), los defensores
bizantinos rompieron buena parte de las numerosas estatuas emplazadas en el
lugar para arrojar sus pedazos a los atacantes ostrogodos, quienes, luego de
sufrir importantes bajas, optaron por retirarse. En otros sectores, los
ostrogodos avanzaron contra las murallas con torres de asalto tiradas por
bueyes, y arietes. En tanto la mayoría de los defensores disparaba sus flechas
contra la infantería ostrogoda, Belisario y quienes lo rodeaban lo hicieron
contra los animales de tiro, para inmovilizar las torres. Así ocurrió. Y
cuando, según narra Procopio, uno de los atacantes fue clavado contra un árbol
por los proyectiles lanzados, probablemente, con una ballista, el resto comenzó a retirarse, lo que fue aprovechado por
Belisario para tentar una salida e incendiar la maquinaria de sitio abandonada
por el enemigo.
Ante el fracaso de este
primer ataque general, Vitiges se apoderó del puerto de Portus, en la margen derecha de la desembocadura del Tíber, para evitar que se
desembarcaran allí los abastecimientos destinados a los sitiados (allí eran
transbordados a barcas que remontaban el Tíber). A partir de entonces, el
puerto de destino era Antium (actual Anzio), desde donde los cargamentos
seguían por tierra hasta el puerto de Ostia, en la desembocadura izquierda del Tíber,
trayecto que exigía al menos un día de marcha (PROCOPIO, V.xxvi, 251).
Como se ha dicho, la
táctica de Belisario se basaba en reiteradas y sorpresivas salidas de su
caballería, sea persiguiendo al enemigo rechazado, sea por propia iniciativa. “Pero el ejército, confiado con sus éxitos y
convencido de su superioridad sobre los bárbaros, clamaba por una batalla
campal, y su líder [Belisario], harto de tanta insistencia, accedió de mala gana” (BURY, 187). Belisario
dispuso enviar una fuerza reducida, al mando de Valentino, a enfrentar a los
ostrogodos ubicados al oeste del Tíber, en lo que sería una maniobra de
distracción. En tanto la fuerza principal saldría, bajo su mando, por las
puertas Pinciana y Salaria para enfrentarse con las que estaban al mando de
Vitiges. Los bizantinos atacaron con su caballería seguida por la infantería,
en tanto los ostrogodos conservaban la formación tradicional: la infantería en
el centro y la caballería en las alas. La que Hughes denomina la “batalla de
Roma” (256-261) concluyó en una dura derrota del ejército bizantino, que,
superado en número, debió volver detrás de las murallas de la ciudad.
Luego de una tregua de
tres meses, sin provisiones y víctima de enfermedades, con Juan apoderándose de
Rímini y peligrosamente cercano a Ravena, Vitiges entendió la inviabilidad de
continuar con el sitio y decidió retirarse con rumbo a su capital.
En marzo de 538 y luego
de incendiar sus siete campamentos, el ejército ostrogodo partió hacia el Norte
por la Via Flaminia, no sin antes ser atacados por Belisario y sus hombres en
el Puente Milvio, dejando en el campo centenares de muertos (NORWICH,
219).
El avance de Belisario hacia el Norte. Vitiges marchó lentamente hacia Ravena, dejando tras de sí algunas
guarniciones. Como ocurriera años antes en Dara y en Callinicum, Belisario
permitió que el adversario se retirara sin perseguirlo. Una vez más, Belisario
mostraría en su accionar aquello que, con toda razón, se ha dicho que
caracterizó a la guerra en la época de Justiniano: “paciencia, oportunidad [timing],
astucia e incesante maniobra” (KAEGI, 6). A medida que avanzaba, no solo
eliminó los puntos aislados de resistencia que encontraba en su camino, sino
que fue creando una cadena de puntos fuertes entre Roma y el Adriático.
Preocupaba a Belisario la situación de la fuerza de élite al mando de Juan que
se encontraba en Ariminium (actual Rimini), por su aislamiento y la cercanía de
Ravena. Por ello, ordenó que la ciudad fuera defendida por infantes recién
desembarcados en Ancona, y que la caballería de Juan actuara como una fuerza
móvil que hostigaría a los ostrogodos si estos ponían sitio a la ciudad. Juan,
cuya fama de díscolo era tan grande como su valía como soldado, no acató esas
órdenes [4], permaneciendo en la
ciudad y, tal como era previsible, pronto esta se encontró sitiada por Vitiges.
La expedición naval a Liguria. En la primavera de 538, Belisario mostró una vez más su visión estratégica,
elaborando un arriesgado plan: atacar a los ostrogodos donde menos lo
esperaban. En la decisión influyó el arzobispo de Milán, Datius, quien deseoso
de liberar su diócesis de ostrogodos, arrianos por añadidura, solicitó el
auxilio de Belisario, opinando que resultaría fácil apoderarse de toda la
Liguria con pocos hombres. Dispuso Belisario enviar una expedición que iría por
mar hasta la costa de Liguria, y desde allí se adentraría en el territorio
ostrogodo, apoderándose del mismo. Mil isaurios y tracios al mando de Mundilas,
uno de sus comandantes más próximos, tendrían a cargo la misión. Estos
desembarcaron en Génova y pronto se apoderaron de toda Liguria (Bergamum,
Comum, Novaria, las actuales Bérgamo, Como, Novara, respectivamente), excepto Ticinum
(actual Pavía). Mundilas debió ir dejando soldados en cada una de las ciudades
importantes que, por otra parte, había ocupado sin resistencia. Lo propio
ocurrió en Mediolanum (actual Milán), aunque, para defenderla, la guarnición bizantina no
pasaba de trescientos hombres.
Vitiges, de inmediato,
envió a su sobrino Urias, quien puso sitio a la ciudad con un gran ejército de
burgundios (unos diez mil hombres). La defensa, en la que colaboraron los
ciudadanos de Milán, fue inútil: vencidos por el número de enemigos y por el
hambre, los bizantinos, en febrero o marzo de 539, aceptaron la rendición
ofrecida por Vitiges, quien respetó sus vidas, no así la de los milaneses que
habían colaborado en la defensa de su ciudad: los hombres fueron asesinados,
las mujeres entregadas como esclavas a los burgundios y la ciudad destruida. Los
ostrogodos habían recuperado a la Liguria por completo.
Llegada de Narses y levantamiento del sitio de Ariminium. En junio de 538 Narses llegó a Ancona y con él Justino, Magister Millitum de Iliria. A su mando
desembarcaron cinco mil hombres y dos mil hérulos. Narses y Belisario se
encontraron en Fermo y de inmediato comenzaron las disensiones entre ambos
acerca de la estrategia con relación al resto de la campaña y en lo inmediato,
cuál debía ser la actitud a tomar con respecto al sitio de Rímini. Finalmente
primó la postura de Narses, en el sentido de acudir a levantar el sitio.
Belisario elaboró un plan “magistral”, que cuyo eje pasaba por hacer creer a
Vitiges que era atacado por una fuerza cuya cantidad lo superaba ampliamente
(HUGHES, 281). Dividió sus fuerzas en cuatro: al mando de Ildiger una numeroso
contingente llegaría a Rímini por mar. Aratius, con mil hombres, acamparía en
Auximus (actual Osimo) para fijar su guarnición y evitar que acudiera en
auxilio de los sitiadores de Rímini. Martinus avanzaría a lo largo de la costa,
procurando engañar a los ostrogodos sobre la magnitud de su fuerza [5]. Por último, el propio
Belisario, con Narses, atacaría desde las alturas del oeste de la ciudad. Belisario
logró su propósito cuando los ostrogodos, ante su temor de tener que enfrentar
una fuerza que aparentemente los excedía en número, abandonaron la plaza y se
retiraron hacia Ravena [6]. La estrategia empleada
por Belisario muestra su habilidad como comandante. “Fue capaz de prever la respuesta del enemigo, aprovechando al máximo
las fuerzas de las que disponía. Fue una notable muestra de su don de mando,
adueñándose de la jornada sin una sola baja” (HUGHES, 281).
La situación en el Norte después de la caída de Milán. Durante el sitio de Milán se puso de manifiesto la tirantez existentes en Narses
y Belisario, a través de la actitud de sus generales. Belisario había enviado
en socorro de los sitiados a una poderosa fuerza mandada por Martinus y
Uliaris, quienes acamparon al sur del Po. Mundilas, al mando de los sitiados,
mandó un emisario solicitando su inmediata intervención, la cual, pese a la
promesa en tal sentido, no fue llevada a cabo. Ambos generales argumentaron
ante Belisario que sus fuerzas eran insuficientes para enfrentar con éxito al
enemigo, pidiendo que se les unieran las que al mando de Juan y Justino
se encontraban en las cercanías. Pese la orden en tal sentido de Belisario,
ambos se negaron a cumplirla a menos que Narses lo autorizara. Este, a pedido
de Belisario, dio la orden. Pero Juan sufrió una repentina enfermedad, mientras reunía
embarcaciones para cruzar el Po, por lo que Milán no pudo ser auxiliada. Lo
ocurrido “fue una prueba irrefutable de
la insensata división de la autoridad militar”. Belisario lo explicó así al
emperador, quien se limitó a hacer que Narses volviera a Constantinopla,
confirmando la autoridad de Belisario (BURY, 205). Como una muestra más de la
situación, los hérulos que habían acompañado a Narses en su desembarco en
Ancona, se negaron a permanecer en Italia…
Mientras Justino y
Cipriano ponían sitio a Fiésole, Belisario ordenó a Martinus y Juan defender la
línea al sur del Po, en previsión de ataques que vinieran de la fuerza de
Uraias que acababa de retomar Milán, y que tuvieran como objetivo aliviar a los
sitiados en Fiésole. Efectivamente, ambas fuerzas, con el río de por medio,
continuaron observándose sin entrar en contacto, con lo cual el objetivo de
Belisario -impedir el auxilio a la asediada Fiésole- fue logrado.
La invasión de los francos. Habiendo observado con atención el evidente deterioro causado en ambos
contendientes por lo prolongado de la guerra, los francos, “teóricamente
aliados” de unos y otros (HUGHES, 289), decidieron sacar partido de la
situación, apuntando a adueñarse del territorio situado al norte del río Po.
Los francos descendieron de los Alpes con su rey Teodeberto a la cabeza. El
ejército, cuyos efectivos Procopio afirma que ascendían a 100.000 hombres,
estaba compuesto por soldados de infantería, puesto que la única caballería era
la escolta del rey. Al comienzo de la invasión, los ostrogodos la vieron con
favor, presumiendo que los francos venían en su ayuda. Pero al llegar a Ticinum
(actual Pavía), atravesaron el Po por un puente guardado por ostrogodos y
atacaron a la población, matando mujeres y niños, para lanzarse contra las
tropas de Uraias en Dertona (actual Tortona), a quien derrotaron, poniéndolo en
fuga. El ejército bizantino mandado por
Martinus y Juan estaba, como se ha visto, acampado en las cercanías. Al
principio, pensaron que quien se acercaba era Belisario, y acudieron a
recibirlo. Pero pronto vieron aproximarse a los ostrogodos en fuga, hacia
Ravena. Y detrás de ellos los francos, con quienes se enfrentaron sin éxito,
debiendo retirarse a la Toscana. Pese a su doble victoria, pronto los francos
debieron enfrentar la falta de comida, ya que desde hacía un tiempo la región estaba
desolada, con las cosechas perdidas y hasta con varios casos de canibalismo
entre la población. Gran parte del ejército franco enfermó, muriendo más de un
tercio de sus componentes. A esto se sumó una amenaza concreta de Belisario,
quien advirtió a Teodeberto que “se
ocupara de sus propios asuntos en lugar de ir hacia el peligro interfiriendo en
asuntos que no le conciernen”, so pena de atraer la ira del emperador. Los
francos volvieron a cruzar los Alpes, en ignominiosa retirada (BURY, 208).
En medio de disensiones, avanza la campaña. “La ruptura entre Narses y
Belisario se había transformado en peligrosa. Narses se negaba a cumplir las
órdenes” (EVANS, 147) [7]. Como ejemplo del estado
de cosas, al resolver Belisario poner sitio a Urbino, Narses, por considerar
dicha plaza como inexpugnable, retiró sus fuerzas “con gran satisfacción de los ostrogodos” (ibidem) aunque poco
después Urbino se rindió al haberse secado la fuente con la que se abastecía de
agua. Era diciembre de 538 y Belisario decidió pasar el invierno en Roma, hasta abril o mayo de
539 cuando al frente de unos once mil hombres, puso sitio a Auximus. La
plaza estaba bien guarnecida por los ostrogodos, en tanto protegía el acceso a
Ravena desde el sur. Como se ha visto, Justino y Cipriano sitiaron Faesulae, (actual
Fiésole, en las afueras de Florencia), y sus defensores, faltos del auxilio
requerido a Vitiges, debido, como se ha visto, a la presencia de tropas
bizantinas que impedían el avance desde el norte a lo largo del Po, pronto se
rindieron. Los líderes de la guarnición ostrogoda fueron llevados frente a los
muros de Auximus, donde “desfilaron”, con lo que los defensores, que habían
luchado con denuedo, terminaron rindiéndose a Belisario e incorporándose a las
filas de su ejército. Esto ocurría hacia fines de octubre de 539, luego de
siete meses de sitio. Belisario tenía expedito el camino a Ravena.
Principales ciudades donde ocurrieron acciones durante la primera etapa de la Guerra Gótica. La predominancia de sitios caracterizó la campaña. |
El sitio y caída de Ravena. Pese a lo avanzado del año y la proximidad del invierno, Belisario se
dirigió rápidamente hacia la capital ostrogoda. Magnus al sur de ella y
Vitalius, que habiendo avanzado desde Dalmacia ya se encontraba en el lado
norte, cortaron los abastecimientos de la ciudad. Esto se vio favorecido por
una poco común bajante del Po, razón por la cual las barcas cargadas con trigo
y otros alimentos no pudieron llegar a los sitiados. El cargamento fue
distribuido entre las tropas bizantinas. Por último, el bloqueo quedó
completado cuando la flota bizantina impidió el acceso a la ciudad por vía
marítima. La situación se agravó aún más cuando los depósitos de granos de la
ciudad se incendiaron. Vitiges no vio otra salida que comenzar a negociar con
Belisario la rendición de la plaza y, con ello, el posible final de la guerra.
Dos senadores llegaron
desde Constantinopla con una propuesta que excedía lo esperado por Vitiges: se
le ofrecía retener el territorio situado al norte del Po, en tanto que el
Imperio regiría en el sur. El tesoro de Ravena se distribuiría por partes
iguales. La razón para este ofrecimiento tan favorable, teniéndose en cuenta
que los ostrogodos aparecían como derrotados, obedecía a la situación creada en
el Este, cuando el rey sasánida Cosrroes había dado por finalizada “la paz
eterna”, lo cual ha sido tratado en otro lugar. La oferta de Justiniano era
razonable, no solo por su efecto de liberar fuerzas para enfrentar a los
sasánidas, sino que preservaba a Vitiges como rey de los ostrogodos, a quien
veía como un líder que no representaba un gran peligro para el Imperio. Por
último, el territorio ofrecido, al norte del Po, constituiría una especie de
“estado tapón” entre el situado al sur del río y las incursiones bárbaras desde
el norte (EVANS, 149). Belisario, al
enterarse, “se sintió vejado,
considerando como una gran calamidad que alquien pudiera impedirle alcanzar la
victoria definitiva en la guerra, lo cual era posible sin dificultades…”
(PROCOPIO, VI.xxix, 4), por lo que se opuso a refrendar el acuerdo. La mayoría
de sus comandantes no estuvieron de acuerdo con su actitud, por lo que les
pidió que firmaran una declaración a favor del tratado, “en tanto no existían certezas reales de completar la conquista de
Italia”. Con ello, Belisario “se cubría las espaldas” ante una posible
futura acusación de falta de voluntad o capacidad para concluir favorablemente
la campaña (HUGHES, 297).
Los ostrogodos
realizaron un último intento para desestabilizar la relación entre Justiniano y
Belisario, ofreciendo a este último el trono de Vitiges. Belisario, “quien quizás encontraba la sugerencia más
atractiva que lo que Procopio está dispuesto a admitir” (EVANS, 150),
simuló aceptar, sin prestar juramento, pero en mayo de 540 entró en la ciudad
para luego retornar a Constantinopla, con Vitiges y otros dignatarios [8] (además de la mitad del
tesoro de Ravena). De allí, Belisario marcharía a lidiar nuevamente con los
sasánidas y volvería años después para continuar participando en esta guerra, que
estaba resultando mucho más prolongada que lo que tanto él como Justiniano
habían esperado al emprenderla.
Bibliografía
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Later Roman Empire. From the Death of Theodosius I to de Death of Justinian,
Dover Publications, Nueva York, 1958.
Collins, Roger, The Western
Kingdoms, en The Cambridge Ancient
History Vol. XIV, Late Antiquity: Empire and Successors, A.D.425-600, ed.
Averil Cameron et al., Cambridge University Press, 2007.
Evans, J.A.S., The Age of
Justinian. The Circumstances of the Imperial Power, Routledge, Londres, 1996.
Hughes, Ian, Belisarius. The
Last Roman General, Westland, Yardley, 2009.
Kaegi, Walter E. Jr., Some
Toughts on Byzantine Military Strategy, Hellenic College Press, Brookline, 1983.
- Byzantine Military Unrest 471-843. An
Interpretation, Adolf M. Hakkert Publisher, Amsterdam, 1981.
Moorhead, John, Western
Approaches (500–600), en The Cambridge History of the Byzantine
Empire c. 500–1492, ed.
Jonathan Shepard, Cambridge University Press, Cambridge, 2008. Citado como Unrest.
Norwich, John J., Byzantium. The Early Century, Penguin
Books, Londres, 1988.
- Short History of Byzantium, Vintage
Books, Nueva York, 1997. Citado como Byzantium.
Esta obra compendia los tres volúmenes de la clásica obra de Norwich,
incluido el relativo a “The Early Century”,
arriba mencionado.
Petersen, Leif Inge Ree, Siege warfare and military organization in the successor states (400-800 AD) : Byzantium, the West and Islam, Brill, Leiden, 2013
Procopio de Cesárea, History of the Wars, Book V, The Gothic War,
traducción y notas de H.B. Dewing, William Heinemann Ltd, Londres, 1919,
disponible en http://www.gutenberg.org/files/20298/20298-h/20298-h.htm.
- Idem, Book VI,
traducción y notas de H.B. Dewing, William, 2ª reimpr. Heinemann Ltd, Londres,
1962 disponible en https://archive.org/stream/
procopiuswitheng04procuoft/ procopius witheng04procuoft_djvu.txt
[1] El mismo Procopio da una pauta acerca
de lo exagerado de la cantidad de efectivos ostrogodos, cuando expresa que “… las murallas de la ciudad tenían catorce
grandes puertas y varias más pequeñas… y los godos, siendo incapaces con todo
su ejército de abarcar la totalidad de las murallas, instalaron seis campamentos desde los cuales hostigarían a un porción
de las murallas que comprendía seis puertas…” (V.xix, 2-3). De ser exacto
que el ejército ostrogodo estaba compuesto por 150.000 hombres y teniendo en
cuanta que el perímetro de las murallas era equivalente a unos 24 kilómetros,
podrían haberse destinado 6.250 soldados por kilómetro… En el mejor de los
casos, Vitiges habría contado con no más de 20.000-25.000 hombres (HUGHES,
233-234).
[2] El primero de estos acueductos había
sido construido nada menos que en 312 AC y luego se agregaron diez más. No sólo
proveían a Roma de agua, sino que también eran la fuerza motriz de numerosos
molinos indispensables para el pan de los romanos. Belisario, durante el sitio,
ideó un sistema por el cual se suspendieron piedras de molino entre dos
embarcaciones que se movían con la corriente del Tíber, asegurando el
suministro de harina. Los daños causados en los acueductos
tardarían muchos siglos en ser reparados (NORWICH, 218). Belisario hizo sellar
las entradas de los acueductos a la ciudad, para evitar ser víctima de la misma
estratagema que él había empleado en Nápoles.
[3] Tres mil isaurios y 800 tracios,
mandados por Juan y 1000 soldados de la caballería regular, reunidos en
Nápoles. Los isaurios irían por mar hasta el cercano puerto de Ostia, junto con
un cargamento de granos, entrando en la ciudad sin oposición, y los
demás llegarían por tierra hasta Roma. Para facilitar su entrada en la ciudad,
Belisario atacó por sorpresa a los ostrogodos en la Puerta Flaminia, al norte
de la ciudad, mientras los refuerzos entraban por el sur.
[4] Se ha dicho que
Belisario, “supremo estratega y soberbio
comandante”, sólo adolecía de una cualidad: “la habilidad para inspirar lealtad en sus subordinados” (NORWICH,
Byzantium, 71). Más allá de los episodios que precedieron la derrota de
Belisario en Callinicum, donde aparentemente habría hecho concesiones bajo
presión de oficiales y soldados, no parece que sea razonable hacer de ello una
generalización. En una obra dedicada precisamente a analizar las diferentes
manifestaciones de desórdenes en los ejércitos bizantinos de la época, no
existen menciones concretas al respecto. En la mayoría de los casos, las
rebeliones tenían un origen económico. Procopio destacó que tanto los
incentivos materiales como la elocuencia en las arengas, actuaban muy
favorablente en el ánimo de los soldados. Ello, tanto con relación a Belisario
como a Narses (KAEGI, Unrest, passim, esp. 41 y ss).
[5] Lo haría acampando
y encendiendo numerosas hogueras que darían la impresión que correspondían a un
número de tropas mucho mayor que en la realidad.
[6] Como una muestra del enfrentamiento
entre Belisario y Narses, cuando el primero vio a Juan, “pálido y terriblemente enflaquecido”, Belisario le dijo que “tenía una deuda de gratitud con Ildiger”,
a lo cual Juan respondió que con quien estaba obligado era con Narses, lo cual
implicaba, suponía Procopio, que Juan creía que Belisario no había acudido bien
dispuesto en su defensa, hasta no haber sido persuadido por Narses. “Y desde ese momento ambos hombres [Belisario
y Narses] comenzaron a verse entre sí con
gran recelo” (PROCOPIO, VI.xviii, 4).
[7] Con respecto a
este conflicto se ha dicho, creemos que no sin razón, que el mismo había sido
alimentado por los allegados de Narses, sobre la base de que “un hombre que ha
sido un confidente muy próximo al emperador no debiera recibir órdenes de un
mero general” (HUGHES, 282).
[8] Los prisioneros
ostrogodos fueron bien tratados. De conformidad con lo acordado, aquellos
oriundos del sur del Po fueron licenciados. Vitiges fue recibido en
Constantinopla acordándosele la jerarquía de patricio y tierras en los confines
de Persia (BURY, 215).
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