En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

14 de agosto de 2015

Las guerras de Bizancio y sus consecuencias territoriales

Mg. Rubén A. Barreiro


2b.      De la formación del Imperio a las guerras de Justiniano (Parte IV)

            A Parte III

La Guerra Gótica. Roma. Primer sitio. El 9 de diciembre de 536, Belisario y su ejército entraron en Roma por la Puerta Asinaria. El Papa Silverio había logrado convencer a los habitantes y defensores de Roma para no oponer resistencia a la fuerza bizantina. “Y Roma volvió a ser de los romanos nuevamente, luego de sesenta años… en el onceavo año de reinado del emperador Justiniano” (PROCOPIO, V.14, 147). El ejército ostrogodo partió de la ciudad por la Puerta Flaminia, pero su comandante Leuderis fue enviado a Constantinopla con las llaves de la ciudad para
ofrecerlas a Justiniano. Sabía Belisario que pronto los ostrogodos tratarían de recuperar la ciudad, por lo que emprendió los trabajos para reconstruir la muralla que la rodeaba, que tenía una extensión de unos 24 km kilómetros, agregando un foso en varios sectores. Asimismo, se hizo un gran acopio de víveres en vista del sitio que se avecinaba. La fuerza bizantina era exigua: aún luego de agregarse a fines de abril de 537 un contingente de caballería integrado por búlgaros y eslavos, sólo alcanzó unos  diez mil hombres. También se sumaron civiles habitantes de la ciudad, en varios cientos, quienes lucharon en las murallas y ocasionalmente fuera de ellas, aunque no eran confiables por su indisciplina (PETERSEN, 506). Finalmente, para asegurar los accesos desde los Apeninos a través de la Vía Flaminia, Belisario ordenó a Constantinus apoderarse de Narnia (actual Narni), Spoletium (Spoleto) y Perusia (Perugia). En esta última ciudad, los bizantinos derrotaron a una fuerza enviada por Vitiges, en la que sería la primera batalla de la campaña (HUGHES, 244).

A partir de febrero de 537, y durante un año y nueves días, Vitiges puso sitio a la ciudad, con un ejército que superaba ampliamente en número al de Belisario (Procopio habla, ciertamente con gran exageración, “de no menos de 150.000 hombres” (V.16, 161) [1]. Se instalaron seis grandes campamentos, bien fortificados, con fosos, taludes y empalizadas (PETERSEN, 505), todos ellos situados al Este del Tíber. Un séptimo campamento, en las cercanías de Puente Milvio,  controlaba parcialmente el Oeste del Tíber.
Si bien en el recinto de la ciudad sitiada crecían los problemas ocasionados por la escasez de alimentos y por la interrupción del suministro de agua causado por la destrucción de los acueductos que la surtían [2], la situación no era menos grave entre los sitiadores, especialmente por las enfermedades que diezmaban a sus fuerzas.

La táctica de Vitiges se basó esencialmente en ataques contra diferentes puertas, la gran mayoría de ellas situadas al Este del Tíber, en las cercanías de sus campamentos. Utilizó con frecuencia máquinas de sitio y torres de ataque. Unas y otras se aproximaban a las murallas tiradas por bueyes, por lo que la orden de Belisario fue la de apuntar a estos animales, para frenar su avance, lo cual dio resultados en todos los casos.

Por su parte, Belisario basó su táctica en una defensa activa. Por un lado, concentrando sus fuerzas en las puertas atacadas, pero siempre en disposición de explotar cualquier posible ventaja en el combate y salir al exterior para hostigar a los atacantes. También hizo uso de catapultas y ballistas. En muchos casos, las salidas bizantinas no eran en respuesta a un ataque, sino que irrumpían por sorpresa sobre el campo enemigo. En total, se sumaron alrededor de setenta de estas salidas del ejército bizantino (PETERSEN, 505). También se ejecutaron ataques a poblaciones vecinas, especialmente Tívoli y Terracina, a través de las cuales pasaban las rutas de aprovisionamiento del ejército ostrogodo. Con la llegada, en noviembre de 537 de un nuevo refuerzo, esta vez de 5.000 hombres [3], una devastadora incursión que llegó desde Roma hasta Ariminum (actual Rímini), en la costa del Adriático y a un día de marcha de Ravena, disuadió a Vitiges de continuar con el sitio.

En el mapa adjunto se muestran los lugares donde ocurrieron las principales acciones, tanto los ataques ostrogodos como las salidas bizantinas.

El primer sitio de Roma. Se advierte que la mayoría de las acciones importantes se desarrollaron en el sector Noreste, en la margen izquierda del Tíber. 

A los dieciocho días de comenzado el sitio, Vitiges lanzó un ataque contra varias puertas de la ciudad. En  el que tuvo lugar en proximidades del Mausoleo de Adriano (actualmente el Castillo Sant’Angelo), los defensores bizantinos rompieron buena parte de las numerosas estatuas emplazadas en el lugar para arrojar sus pedazos a los atacantes ostrogodos, quienes, luego de sufrir importantes bajas, optaron por retirarse. En otros sectores, los ostrogodos avanzaron contra las murallas con torres de asalto tiradas por bueyes, y arietes. En tanto la mayoría de los defensores disparaba sus flechas contra la infantería ostrogoda, Belisario y quienes lo rodeaban lo hicieron contra los animales de tiro, para inmovilizar las torres. Así ocurrió. Y cuando, según narra Procopio, uno de los atacantes fue clavado contra un árbol por los proyectiles lanzados, probablemente, con una ballista, el resto comenzó a retirarse, lo que fue aprovechado por Belisario para tentar una salida e incendiar la maquinaria de sitio abandonada por el enemigo.

Ante el fracaso de este primer ataque general, Vitiges se apoderó del puerto de  Portus, en la margen derecha de la desembocadura del Tíber, para evitar que se desembarcaran allí los abastecimientos destinados a los sitiados (allí eran transbordados a barcas que remontaban el Tíber). A partir de entonces, el puerto de destino era Antium (actual Anzio), desde donde los cargamentos seguían por tierra hasta el puerto de Ostia, en la desembocadura izquierda del Tíber, trayecto que exigía al menos un día de marcha (PROCOPIO, V.xxvi, 251).  

Como se ha dicho, la táctica de Belisario se basaba en reiteradas y sorpresivas salidas de su caballería, sea persiguiendo al enemigo rechazado, sea por propia iniciativa. “Pero el ejército, confiado con sus éxitos y convencido de su superioridad sobre los bárbaros, clamaba por una batalla campal, y su líder [Belisario], harto de tanta insistencia, accedió  de mala gana” (BURY, 187). Belisario dispuso enviar una fuerza reducida, al mando de Valentino, a enfrentar a los ostrogodos ubicados al oeste del Tíber, en lo que sería una maniobra de distracción. En tanto la fuerza principal saldría, bajo su mando, por las puertas Pinciana y Salaria para enfrentarse con las que estaban al mando de Vitiges. Los bizantinos atacaron con su caballería seguida por la infantería, en tanto los ostrogodos conservaban la formación tradicional: la infantería en el centro y la caballería en las alas. La que Hughes denomina la “batalla de Roma” (256-261) concluyó en una dura derrota del ejército bizantino, que, superado en número, debió volver detrás de las murallas de la ciudad.

Luego de una tregua de tres meses, sin provisiones y víctima de enfermedades, con Juan apoderándose de Rímini y peligrosamente cercano a Ravena, Vitiges entendió la inviabilidad de continuar con el sitio y decidió retirarse con rumbo a su capital.

En marzo de 538 y luego de incendiar sus siete campamentos, el ejército ostrogodo partió hacia el Norte por la Via Flaminia, no sin antes ser atacados por Belisario y sus hombres en el Puente Milvio, dejando en el campo centenares de muertos (NORWICH, 219). 

El avance de Belisario hacia el Norte. Vitiges marchó lentamente hacia Ravena, dejando tras de sí algunas guarniciones. Como ocurriera años antes en Dara y en Callinicum, Belisario permitió que el adversario se retirara sin perseguirlo. Una vez más, Belisario mostraría en su accionar aquello que, con toda razón, se ha dicho que caracterizó a la guerra en la época de Justiniano: “paciencia, oportunidad [timing], astucia e incesante maniobra” (KAEGI, 6). A medida que avanzaba, no solo eliminó los puntos aislados de resistencia que encontraba en su camino, sino que fue creando una cadena de puntos fuertes entre Roma y el Adriático. Preocupaba a Belisario la situación de la fuerza de élite al mando de Juan que se encontraba en Ariminium (actual Rimini), por su aislamiento y la cercanía de Ravena. Por ello, ordenó que la ciudad fuera defendida por infantes recién desembarcados en Ancona, y que la caballería de Juan actuara como una fuerza móvil que hostigaría a los ostrogodos si estos ponían sitio a la ciudad. Juan, cuya fama de díscolo era tan grande como su valía como soldado, no acató esas órdenes [4], permaneciendo en la ciudad y, tal como era previsible, pronto esta se encontró sitiada por Vitiges.  

La expedición naval a Liguria. En la primavera de 538, Belisario mostró una vez más su visión estratégica, elaborando un arriesgado plan: atacar a los ostrogodos donde menos lo esperaban. En la decisión influyó el arzobispo de Milán, Datius, quien deseoso de liberar su diócesis de ostrogodos, arrianos por añadidura, solicitó el auxilio de Belisario, opinando que resultaría fácil apoderarse de toda la Liguria con pocos hombres. Dispuso Belisario enviar una expedición que iría por mar hasta la costa de Liguria, y desde allí se adentraría en el territorio ostrogodo, apoderándose del mismo. Mil isaurios y tracios al mando de Mundilas, uno de sus comandantes más próximos, tendrían a cargo la misión. Estos desembarcaron en Génova y pronto se apoderaron de toda Liguria (Bergamum, Comum, Novaria, las actuales Bérgamo, Como, Novara, respectivamente), excepto Ticinum (actual Pavía). Mundilas debió ir dejando soldados en cada una de las ciudades importantes que, por otra parte, había ocupado sin resistencia. Lo propio ocurrió en Mediolanum (actual Milán), aunque, para defenderla, la guarnición bizantina no pasaba de trescientos hombres.

Vitiges, de inmediato, envió a su sobrino Urias, quien puso sitio a la ciudad con un gran ejército de burgundios (unos diez mil hombres). La defensa, en la que colaboraron los ciudadanos de Milán, fue inútil: vencidos por el número de enemigos y por el hambre, los bizantinos, en febrero o marzo de 539, aceptaron la rendición ofrecida por Vitiges, quien respetó sus vidas, no así la de los milaneses que habían colaborado en la defensa de su ciudad: los hombres fueron asesinados, las mujeres entregadas como esclavas a los burgundios y la ciudad destruida. Los ostrogodos habían recuperado a la Liguria por completo.

Llegada de Narses y levantamiento del sitio de Ariminium. En junio de 538 Narses llegó a Ancona y con él Justino, Magister Millitum de Iliria. A su mando desembarcaron cinco mil hombres y dos mil hérulos. Narses y Belisario se encontraron en Fermo y de inmediato comenzaron las disensiones entre ambos acerca de la estrategia con relación al resto de la campaña y en lo inmediato, cuál debía ser la actitud a tomar con respecto al sitio de Rímini. Finalmente primó la postura de Narses, en el sentido de acudir a levantar el sitio. Belisario elaboró un plan “magistral”, que cuyo eje pasaba por hacer creer a Vitiges que era atacado por una fuerza cuya cantidad lo superaba ampliamente (HUGHES, 281). Dividió sus fuerzas en cuatro: al mando de Ildiger una numeroso contingente llegaría a Rímini por mar. Aratius, con mil hombres, acamparía en Auximus (actual Osimo) para fijar su guarnición y evitar que acudiera en auxilio de los sitiadores de Rímini. Martinus avanzaría a lo largo de la costa, procurando engañar a los ostrogodos sobre la magnitud de su fuerza [5]. Por último, el propio Belisario, con Narses, atacaría desde las alturas del oeste de la ciudad. Belisario logró su propósito cuando los ostrogodos, ante su temor de tener que enfrentar una fuerza que aparentemente los excedía en número, abandonaron la plaza y se retiraron hacia Ravena [6]. La estrategia empleada por Belisario muestra su habilidad como comandante. “Fue capaz de prever la respuesta del enemigo, aprovechando al máximo las fuerzas de las que disponía. Fue una notable muestra de su don de mando, adueñándose de la jornada sin una sola baja”  (HUGHES, 281).

La situación en el Norte después de la caída de Milán. Durante el sitio de Milán se puso de manifiesto la tirantez existentes en Narses y Belisario, a través de la actitud de sus generales. Belisario había enviado en socorro de los sitiados a una poderosa fuerza mandada por Martinus y Uliaris, quienes acamparon al sur del Po. Mundilas, al mando de los sitiados, mandó un emisario solicitando su inmediata intervención, la cual, pese a la promesa en tal sentido, no fue llevada a cabo. Ambos generales argumentaron ante Belisario que sus fuerzas eran insuficientes para enfrentar con éxito al enemigo, pidiendo que se les unieran las  que al mando de Juan y Justino se encontraban en las cercanías. Pese la orden en tal sentido de Belisario, ambos se negaron a cumplirla a menos que Narses lo autorizara. Este, a pedido de Belisario, dio la orden. Pero Juan sufrió una repentina enfermedad, mientras reunía embarcaciones para cruzar el Po, por lo que Milán no pudo ser auxiliada. Lo ocurrido “fue una prueba irrefutable de la insensata división de la autoridad militar”. Belisario lo explicó así al emperador, quien se limitó a hacer que Narses volviera a Constantinopla, confirmando la autoridad de Belisario (BURY, 205). Como una muestra más de la situación, los hérulos que habían acompañado a Narses en su desembarco en Ancona, se negaron a permanecer en Italia…

Mientras Justino y Cipriano ponían sitio a Fiésole, Belisario ordenó a Martinus y Juan defender la línea al sur del Po, en previsión de ataques que vinieran de la fuerza de Uraias que acababa de retomar Milán, y que tuvieran como objetivo aliviar a los sitiados en Fiésole. Efectivamente, ambas fuerzas, con el río de por medio, continuaron observándose sin entrar en contacto, con lo cual el objetivo de Belisario -impedir el auxilio a la asediada Fiésole- fue logrado.

La invasión de los francos. Habiendo observado con atención el evidente deterioro causado en ambos contendientes por lo prolongado de la guerra, los francos, “teóricamente aliados” de unos y otros (HUGHES, 289), decidieron sacar partido de la situación, apuntando a adueñarse del territorio situado al norte del río Po. Los francos descendieron de los Alpes con su rey Teodeberto a la cabeza. El ejército, cuyos efectivos Procopio afirma que ascendían a 100.000 hombres, estaba compuesto por soldados de infantería, puesto que la única caballería era la escolta del rey. Al comienzo de la invasión, los ostrogodos la vieron con favor, presumiendo que los francos venían en su ayuda. Pero al llegar a Ticinum (actual Pavía), atravesaron el Po por un puente guardado por ostrogodos y atacaron a la población, matando mujeres y niños, para lanzarse contra las tropas de Uraias en Dertona (actual Tortona), a quien derrotaron, poniéndolo en fuga.  El ejército bizantino mandado por Martinus y Juan estaba, como se ha visto, acampado en las cercanías. Al principio, pensaron que quien se acercaba era Belisario, y acudieron a recibirlo. Pero pronto vieron aproximarse a los ostrogodos en fuga, hacia Ravena. Y detrás de ellos los francos, con quienes se enfrentaron sin éxito, debiendo retirarse a la Toscana. Pese a su doble victoria, pronto los francos debieron enfrentar la falta de comida, ya que desde hacía un tiempo la región estaba desolada, con las cosechas perdidas y hasta con varios casos de canibalismo entre la población. Gran parte del ejército franco enfermó, muriendo más de un tercio de sus componentes. A esto se sumó una amenaza concreta de Belisario, quien advirtió a Teodeberto que “se ocupara de sus propios asuntos en lugar de ir hacia el peligro interfiriendo en asuntos que no le conciernen”, so pena de atraer la ira del emperador. Los francos volvieron a cruzar los Alpes, en ignominiosa retirada (BURY,  208). 

En medio de disensiones, avanza la campaña. “La ruptura entre Narses y Belisario se había transformado en peligrosa. Narses se negaba a cumplir las órdenes” (EVANS, 147) [7]. Como ejemplo del estado de cosas, al resolver Belisario poner sitio a Urbino, Narses, por considerar dicha plaza como inexpugnable, retiró sus fuerzas “con gran satisfacción de los ostrogodos” (ibidem) aunque poco después Urbino se rindió al haberse secado la fuente con la que se abastecía de agua. Era diciembre de 538 y Belisario decidió pasar el invierno en Roma, hasta  abril o mayo de 539 cuando al frente de unos once mil hombres, puso sitio a Auximus. La plaza estaba bien guarnecida por los ostrogodos, en tanto protegía el acceso a Ravena desde el sur. Como se ha visto, Justino y Cipriano sitiaron Faesulae, (actual Fiésole, en las afueras de Florencia), y sus defensores, faltos del auxilio requerido a Vitiges, debido, como se ha visto, a la presencia de tropas bizantinas que impedían el avance desde el norte a lo largo del Po, pronto se rindieron. Los líderes de la guarnición ostrogoda fueron llevados frente a los muros de Auximus, donde “desfilaron”, con lo que los defensores, que habían luchado con denuedo, terminaron rindiéndose a Belisario e incorporándose a las filas de su ejército. Esto ocurría hacia fines de octubre de 539, luego de siete meses de sitio. Belisario tenía expedito el camino a Ravena.

Principales ciudades donde ocurrieron acciones durante la primera etapa de la Guerra Gótica. La predominancia de sitios caracterizó la campaña. 

El sitio y caída de Ravena. Pese a lo avanzado del año y la proximidad del invierno, Belisario se dirigió rápidamente hacia la capital ostrogoda. Magnus al sur de ella y Vitalius, que habiendo avanzado desde Dalmacia ya se encontraba en el lado norte, cortaron los abastecimientos de la ciudad. Esto se vio favorecido por una poco común bajante del Po, razón por la cual las barcas cargadas con trigo y otros alimentos no pudieron llegar a los sitiados. El cargamento fue distribuido entre las tropas bizantinas. Por último, el bloqueo quedó completado cuando la flota bizantina impidió el acceso a la ciudad por vía marítima. La situación se agravó aún más cuando los depósitos de granos de la ciudad se incendiaron. Vitiges no vio otra salida que comenzar a negociar con Belisario la rendición de la plaza y, con ello, el posible final de la guerra.

Dos senadores llegaron desde Constantinopla con una propuesta que excedía lo esperado por Vitiges: se le ofrecía retener el territorio situado al norte del Po, en tanto que el Imperio regiría en el sur. El tesoro de Ravena se distribuiría por partes iguales. La razón para este ofrecimiento tan favorable, teniéndose en cuenta que los ostrogodos aparecían como derrotados, obedecía a la situación creada en el Este, cuando el rey sasánida Cosrroes había dado por finalizada “la paz eterna”, lo cual ha sido tratado en otro lugar. La oferta de Justiniano era razonable, no solo por su efecto de liberar fuerzas para enfrentar a los sasánidas, sino que preservaba a Vitiges como rey de los ostrogodos, a quien veía como un líder que no representaba un gran peligro para el Imperio. Por último, el territorio ofrecido, al norte del Po, constituiría una especie de “estado tapón” entre el situado al sur del río y las incursiones bárbaras desde el norte (EVANS, 149).  Belisario, al enterarse, “se sintió vejado, considerando como una gran calamidad que alquien pudiera impedirle alcanzar la victoria definitiva en la guerra, lo cual era posible sin dificultades…” (PROCOPIO, VI.xxix, 4), por lo que se opuso a refrendar el acuerdo. La mayoría de sus comandantes no estuvieron de acuerdo con su actitud, por lo que les pidió que firmaran una declaración a favor del tratado, “en tanto no existían certezas reales de completar la conquista de Italia”. Con ello, Belisario “se cubría las espaldas” ante una posible futura acusación de falta de voluntad o capacidad para concluir favorablemente la campaña (HUGHES, 297).

Los ostrogodos realizaron un último intento para desestabilizar la relación entre Justiniano y Belisario, ofreciendo a este último el trono de Vitiges. Belisario, “quien quizás encontraba la sugerencia más atractiva que lo que Procopio está dispuesto a admitir” (EVANS, 150), simuló aceptar, sin prestar juramento, pero en mayo de 540 entró en la ciudad para luego retornar a Constantinopla, con Vitiges y otros dignatarios [8] (además de la mitad del tesoro de Ravena). De allí, Belisario marcharía a lidiar nuevamente con los sasánidas y volvería años después para continuar participando en esta guerra, que estaba resultando mucho más prolongada que lo que tanto él como Justiniano habían esperado al emprenderla.

Bibliografía

Bury, J.B., History of the Later Roman Empire. From the Death of Theodosius I to de Death of Justinian, Dover Publications, Nueva York, 1958.
Collins, Roger, The Western Kingdoms, en The Cambridge Ancient History Vol. XIV, Late Antiquity: Empire and Successors, A.D.425-600, ed. Averil Cameron et al., Cambridge University Press, 2007.
Evans, J.A.S., The Age of Justinian. The Circumstances of the Imperial Power,  Routledge, Londres, 1996.
Hughes, Ian, Belisarius. The Last Roman General, Westland, Yardley, 2009.
Kaegi, Walter E. Jr., Some Toughts on Byzantine Military Strategy, Hellenic College Press, Brookline, 1983.
            - Byzantine Military Unrest 471-843. An Interpretation, Adolf M. Hakkert Publisher, Amsterdam, 1981.
Moorhead, John, Western Approaches (500–600), en The Cambridge History of the Byzantine Empire c. 500–1492, ed. Jonathan Shepard, Cambridge University Press, Cambridge, 2008. Citado como Unrest.
Norwich, John J., Byzantium. The Early Century, Penguin Books, Londres, 1988.
            -  Short History of Byzantium, Vintage Books, Nueva York, 1997. Citado como Byzantium. Esta obra compendia los tres volúmenes de la clásica obra de Norwich, incluido el relativo a “The Early Century”, arriba mencionado. 
Petersen, Leif Inge Ree, Siege warfare and military organization in the  successor states (400-800 AD) : Byzantium, the West and Islam, Brill, Leiden, 2013
Procopio de Cesárea, History of the Wars, Book V, The Gothic War, traducción y notas de H.B. Dewing, William Heinemann Ltd, Londres, 1919, disponible en  http://www.gutenberg.org/files/20298/20298-h/20298-h.htm.
            - Idem, Book VI, traducción y notas de H.B. Dewing, William, 2ª reimpr. Heinemann Ltd, Londres, 1962 disponible en  https://archive.org/stream/ procopiuswitheng04procuoft/ procopius witheng04procuoft_djvu.txt




[1]           El mismo Procopio da una pauta acerca de lo exagerado de la cantidad de efectivos ostrogodos, cuando expresa que “… las murallas de la ciudad tenían catorce grandes puertas y varias más pequeñas… y los godos, siendo incapaces con todo su ejército de abarcar la totalidad de las murallas, instalaron seis campamentos desde los cuales hostigarían a un porción de las murallas que comprendía seis puertas…” (V.xix, 2-3). De ser exacto que el ejército ostrogodo estaba compuesto por 150.000 hombres y teniendo en cuanta que el perímetro de las murallas era equivalente a unos 24 kilómetros, podrían haberse destinado 6.250 soldados por kilómetro… En el mejor de los casos, Vitiges habría contado con no más de 20.000-25.000 hombres (HUGHES, 233-234).
[2]           El primero de estos acueductos había sido construido nada menos que en 312 AC y luego se agregaron diez más. No sólo proveían a Roma de agua, sino que también eran la fuerza motriz de numerosos molinos indispensables para el pan de los romanos. Belisario, durante el sitio, ideó un sistema por el cual se suspendieron piedras de molino entre dos embarcaciones que se movían con la corriente del Tíber, asegurando el suministro de harina. Los daños causados en los acueductos tardarían muchos siglos en ser reparados (NORWICH, 218). Belisario hizo sellar las entradas de los acueductos a la ciudad, para evitar ser víctima de la misma estratagema que él había empleado en Nápoles.
[3]           Tres mil isaurios y 800 tracios, mandados por Juan y 1000 soldados de la caballería regular, reunidos en Nápoles. Los isaurios irían por mar hasta el cercano puerto de Ostia, junto con un cargamento de granos, entrando en la ciudad sin oposición,   y los demás llegarían por tierra hasta Roma. Para facilitar su entrada en la ciudad, Belisario atacó por sorpresa a los ostrogodos en la Puerta Flaminia, al norte de la ciudad, mientras los refuerzos entraban por el sur.
[4]           Se ha dicho que Belisario, “supremo estratega y soberbio comandante”, sólo adolecía de una cualidad: “la habilidad para inspirar lealtad en sus subordinados” (NORWICH, Byzantium, 71). Más allá de los episodios que precedieron la derrota de Belisario en Callinicum, donde aparentemente habría hecho concesiones bajo presión de oficiales y soldados, no parece que sea razonable hacer de ello una generalización. En una obra dedicada precisamente a analizar las diferentes manifestaciones de desórdenes en los ejércitos bizantinos de la época, no existen menciones concretas al respecto. En la mayoría de los casos, las rebeliones tenían un origen económico. Procopio destacó que tanto los incentivos materiales como la elocuencia en las arengas, actuaban muy favorablente en el ánimo de los soldados. Ello, tanto con relación a Belisario como a Narses (KAEGI, Unrest, passim, esp. 41 y ss).
[5]           Lo haría acampando y encendiendo numerosas hogueras que darían la impresión que correspondían a un número de tropas mucho mayor que en la realidad.
[6]           Como una muestra del enfrentamiento entre Belisario y Narses, cuando el primero vio a Juan, “pálido y terriblemente enflaquecido”, Belisario le dijo que “tenía una deuda de gratitud con Ildiger”, a lo cual Juan respondió que con quien estaba obligado era con Narses, lo cual implicaba, suponía Procopio, que Juan creía que Belisario no había acudido bien dispuesto en su defensa, hasta no haber sido persuadido por Narses. “Y desde ese momento ambos hombres [Belisario y Narses] comenzaron a verse entre sí con gran recelo” (PROCOPIO, VI.xviii, 4).
[7]           Con respecto a este conflicto se ha dicho, creemos que no sin razón, que el mismo había sido alimentado por los allegados de Narses, sobre la base de que “un hombre que ha sido un confidente muy próximo al emperador no debiera recibir órdenes de un mero general” (HUGHES, 282).
[8]           Los prisioneros ostrogodos fueron bien tratados. De conformidad con lo acordado, aquellos oriundos del sur del Po fueron licenciados. Vitiges fue recibido en Constantinopla acordándosele la jerarquía de patricio y tierras en los confines de Persia (BURY, 215).


© Rubén A. Barreiro 2015

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