Las guerras de Bizancio
El
triunfo de Narses que decidió la Guerra Gótica
Primera Parte
En
el marco de la Guerra Gótica, en el verano de 552 DC, se libró la batalla de
Taginae o Busta Gallorum, en la que las fuerzas del Imperio Romano de Oriente
-Bizancio-, comandadas por Narses, vencieron a los ostrogodos de Totila. Fue
una batalla campal de las muy pocas libradas en esa guerra, caracterizada por
sitios más o menos prolongados y combates de poca monta a lo largo de la
península itálica. Su importancia fue decisiva ya que en Taginae el ejército
ostrogodo quedó diezmado y expedito el camino hacia Roma para Narses y los
suyos. En el transcurso de la batalla, Narses se mostró como un conductor hábil
y creativo, sorprendiendo a muchos que, ante su designación, pusieron en duda
su idoneidad, tal como se verá con mayor detalle.
El contexto histórico. En mayo de 540 las tropas
bizantinas al mando de Belisario ocuparon Ravena, expulsando a los ostrogodoshasta más allá del Po, en lo que pareció ser el final de la Guerra Gótica.
Lejos de ello, los ostrogodos rehusaron someterse a la autoridad imperial: en
541 el ejército ostrogodo, acompañado por la nobleza, llevó al trono a Baduila,
más conocido como Totila, quien “revitalizó
el espíritu de lucha del ejército ostrogodo”, emprendiendo una campaña por
toda Italia en una serie de rápidos y constantes avances que dieron como
resultado la reocupación de casi todo el territorio del cual sus antecesores habían
sido desalojados.
En efecto: en
el decenio 541-551, Totila avanzó a través del territorio italiano, infligiendo
duras derrotas a los bizantinos en Faventia (Faenza) y Mucellium (Mugello). De
allí se dirigió hacia Roma, pero no se distrajo en conquistarla, sino que
siguió hacia el sur [2], llegando
hasta Calabria, mientras una parte de sus fuerzas sitiaba Nápoles, hasta
rendirla por hambre en 543.
Luego de
ello, Totila retorna hacia el norte, con Roma por objetivo. Hacia fines de 545 o
principios de 546, el rey ostrogodo pone sitio a la ciudad, “en persona y vigorosamente” (BURY, 236), cayendo en su poder en 546,
aunque recuperada por Belisario en 547 y vuelta a capturar por los ostrogodos
en 549.
La renovada
presencia de Belisario en Italia pone de manifiesto la preocupación de
Justiniano ante el avance y afianzamiento territorial de los ostrogodos. En
543, el emperador resuelve retirarlo del Este, donde luchaba con los sasánidas,
poniéndolo al frente de las fuerzas bizantinas en la península. Durante cuatro
años Belisario se bate infructuosamente contra Totila, hasta que en a
principios de 549 Justiniano accede a su pedido y permite su retorno a
Constantinopla, “cargado de riquezas, pero con su gloria un tanto empañada por los
sucesos de esos cinco años de su segundo comando” (HODGKIN, 591/592). Ya
nunca más volvería a Italia.
Lo ocurrido
en esta exitosa ofensiva ostrogoda se explica en buena parte por una carta que
Belisario dirige al emperador: “Llegué a
Italia sin hombres, caballos, armas o dinero. Las provincias no pueden
proporcionarme fondos porque están ocupadas y la cantidad de nuestras tropas ha
quedado reducida por las numerosas deserciones de los que se pasaron a los
godos. Ningún general puede triunfar en tales circunstancias. Enviadme las
tropas que he reclutado [3],
y grandes hordas de hunos y otros
bárbaros, y enviadme dinero” (BURY,
235).
¿Cuáles
fueron las razones para que los ostrogodos tomaran la iniciativa de manera tan
fulminante como eficaz luego de una derrota que de las puertas de Ravena los
llevó más allá del Po? La carta de Belisario desnuda serios problemas endógenos
del Imperio y sus fuerzas. Procopio no atribuye las derrotas sufridas a partir
de 540 a “caprichos del destino” ni a
“errores estratégicos”, sino más bien
a que los generales bizantinos y la administración del Imperio se rindieron
ante “los celos, la
codicia, las rencillas y la injusticia” (STEWART 2013)
[4].
A esos problemas deben sumarse, en primer lugar, la
eficaz conducción de Totila quien
lleva a la victoria a un ejército revitalizado del cual poco había quedado
después de la caída de Ravena , no solo en cantidad de efectivos sino en
voluntad de lucha. También la nueva guerra desatada en el Este por los persas
sasánidas exigía recursos de todo tipo que debieron ser restados del teatro
gótico.
Justiniano decide el envío de un ejército para reconquistar el
territorio perdido. El incontenible avance de Totila hacia el sur de
Italia, que culminó con su desembarco en Mesina y la ocupación total de Sicilia
en poco tiempo, tuvo un efecto devastador en Constantinopla, peor aún del que
había causado la renovada conquista de Roma por los ostrogodos. Justiniano decidió reunir un ejército
para enviarlo al territorio dominado por los ostrogodos y sus aliados, para
reconquistarl, poniendo al frente del mismo a
su sobrino Germanus Justinus (por otra parte posible heredero del trono)
al frente del ejército que se formaría . Un aspecto que Justiniano tuvo en
cuenta para tal designación, que muestra las dificultades del Imperio para
disponer de los recursos que demandaría la intervención en Italia sin quitarlos del frente sasánida, era la
considerable fortuna personal de Germanus, quien estaba dispuesto a destinarla
para el reclutamiento de tropas (existía, como se ha visto, el ejemplo de
Belisario). Tal la costumbre: “La
formación de un ejército con misiones no vinculadas con la defensa de las
fronteras, estaba a cargo de quien lo conduciría” (BURY, 254). La tarea de
reclutamiento no era sencilla, ya que el grueso del ejército bizantino estaba
empeñado en la lucha contra los sasánidas. Fue preciso reclutar algunos
voluntarios, y muchos mercenarios (especialmente hérulos, hunos y lombardos).
Pudo también contar con algunos escuadrones de caballería estacionados en
Tracia. Lo cierto es que disponía de abundantes fondos para ello, los que se
habían retaceado sistemáticamente a Belisario, tan envidiado por el Emperador (BURY,
253).
En 550
Germanus estaba dispuesto a partir, pero una repentina enfermedad acabó
rápidamente con su vida. El mando del ejército no fue cubierto por un tiempo,
hasta que Justiniano designó a Narses para hacerse cargo y llevar a cabo la
campaña contra los ostrogodos, que a la postre concluiría para siempre con el
dominio de éstos en Italia. Más adelante nos referiremos con mayor detalle a la
personalidad y antecedentes de Narses.
El ejército bizantino al mando de Narses comienza su marcha: objetivo,
Roma. Con todo dispuesto en Salona, en la costa dálmata
sobre el Adriático, Narses se dispuso a avanzar con su ejército. Existían dos
posibilidades para acceder a los territorios ocupados por los ostrogodos,
teniendo en cuenta que el objetivo final era Roma. El primero, más rápido, era
el transporte por mar de las tropas, cruzando el Adriático. Esto acortaría
enormemente la distancia a recorrer, aunque carecería del efecto sorpresa, ya
que Totila esperaba la invasión por mar y había obrado en consecuencia,
fortificando la costa en los lugares donde presumiblemente desembarcaría la
expedición. De todos modos, Narses carecía de suficientes embarcaciones aptas
para transportar su gran ejército a
través del Adriático [5].
Totila creía
que los bizantinos utilizarían la ruta marítima no sólo por la distancia a
recorrer, sino también por las grandes
dificultades que presentaba el camino costero, con numerosas desembocaduras de
ríos, que lo tornaban de difícil tránsito (LIDDELL HART, 50). Como se verá,
Narses se preparó para superar tales obstáculos. Fue así que el ejército
bizantino comenzó su marcha hacia el Norte contorneando el Adriático.
Al
llegar a las cercanía de Venecia, los pueblos y fortalezas que la rodeaban estaban ocupados por los francos, a quienes
Narses pidió paso benévolo, siéndole negado por cuanto adujeron que en su
ejército se encontraban soldados lombardos, acérrimos enemigos de aquellos (se
ha dicho que éste era un mero pretexto, en tanto los francos tenían con los
ostrogodos una especie de pacto de no agresión, y, en el caso, de asistencia
–HODGKIN, 706/7). Tal negativa tuvo un efecto favorable para Narses, ya que para
evitar el evitar esos puntos fuertes debió alejarse de Verona, donde lo
aguardaba un lugarteniente de Totila, Teias.
Narses decide dejar a Teias y a los francos a su derecha y avanzar
bordeando el Adriático, esta vez hacia el Sur. En la zona a atravesar
desembocaban el Piave, el Brenta, el Adigio y el Po, por lo que el terreno era
bajo, anegable, formando “verdaderas lagunas” en ciertos sectores. La ventaja
era que los ostrogodos o los francos, o ambos, no se atreverían a atacar en un
terreno con tales características. Ahora era necesario atravesar los ríos y
cursos de agua. Su lugarteniente Juan, que conocía perfectamente la zona,
propuso que se utilizaran las embarcaciones de pequeño porte que iban siguiendo
al ejército a corta distancia de la costa. Cuando se enfrentaba un obstáculo, bien
cruzaban a los soldados de una a otra orilla, bien servían como simples puentes
cuando el curso de agua a atravesar lo permitiera. Finalmente, Narses y sus
hombres llegaron a Ravena sin novedad. Allí se les unieron Justino y Valeriano
con sus fuerzas.
Luego
de nueve días, el ejército bizantino abandonó Ravena -donde quedó una pequeña
guarnición al mando de Justino- en dirección a Rímini (Ariminum). Al llegar a
esta ciudad, el puente sobre el río Marecchia había sido destruido por lo que
debió echarse mano nuevamente a un puente de pontones. Mientras ello ocurría,
los hérulos mantuvieron una refriega con una partida de ostrogodos, al frente
de la cual se encontraba su jefe, Usdrilas. Este fue muerto en el combate y su
cabeza ofrecida como trofeo a Narses, quien no dudó en continuar su avance,
absteniéndose de poner sitio a la ciudad [6].
La
ruta más aconsejable para llegar a Roma, objetivo final de la expedición
bizantina, era continuar por la Vía Flaminia bordeando el Adriático hasta Fano
(Fanum) y de allí hacia el Oeste. Pero ese recorrido, el más practicable,
presentaba un obstáculo insalvable: Petra Pertusa o Passo di Furlo, un paso de
montaña que, tal como lo afirma Procopio, constituía
“una fortaleza natural que impidía el paso al viajero”. En 76 DC, el
emperador Flavio Vespasiano hizo excavar una galería que atravesaba el
obstáculo. En la época de la que nos ocupamos, se habían agregado algunas
fortificaciones y el conjunto se encontraba guarnecido por fuerza ostrogodas. Esta
fue la razón por la cual Narses, a partir de Rimini o Pesaro (Pisaurum) se
dirige hacia el Oeste, para retomar la
Via Flaminia a unos ocho kilómetros más allá de Petra Pertusa, en Acqualagna. De
allí continuó hasta una posta, Ad Ensem (actual Scheggia), en cuyas
proximidades habría acampado.
Totila estaba al tanto de los movimientos de Narses. Sabía que ante la
decisión del bizantino de flanquear las fuerzas de Teias y deslizarse por el
difícil terreno costero, Teias y sus hombres ya nada tenían que hacer en las
cercanías de Verona, por lo que le ordenó dirigirse rápidamente hacia el Sur
para reunírsele e interceptar juntos a
Narses. Totila, que pensaba que la guarnición de Rímini detendría por un tiempo
el avance de Narses, cuando conoció la muerte de Usdrilas y que el ejército
bizantino no había sido detenido, se decidió a dejar su campamento cerca de
Roma y dirigirse hacia el Norte. Sabía que la posición de Petra Pertusa era
inexpugnable y por lo tanto optó por interceptar a Narses al Oeste de la misma.
Como se ha visto, su estimación era correcta. Al llegar a Tadino, acampó con su
ejército. No existen precisiones al respecto, pero se cree que las
fuerzas de uno y otro bando se encontraban acampadas a unos veinte kilómetros
una de otra. Todo estaba dispuesto para la batalla.
Bibliografía
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[1] Thomas
Hodgkin, en su imprescindible obra sobre sobre Italia y sus invasores, se
refiere a Taginae como “la batalla de los Apeninos” (714/722).
[2] La
razón por la que Totila no se decidió a la conquista de la Toscana y el resto
del centro de Italia se habría debido a su razonable decisión de no enfrentar
con sus fuerzas a las superiores de los bizantinos, concentradas en los puntos
fuertes de las grandes ciudades y fortalezas; cuando Totila rendía una plaza
fuerte, arrasaba sus murallas, de manera tal que no pudiera ser utilizada
posteriormente (tal el caso de Beneventum y de Nápoles), esto, enmarcado en su
estrategia de volver sobre sus pasos, una vez asegurado el sur, para rendir a
las fuerzas bizantinas dejadas atrás en su by pass en la
Toscana (BURY, 231).
[3] Uno
de los primeros pasos dados por Belisario al ser reasignado a Italia, fue
reclutar de su propio peculio, cuatro mil hombres en las provincias de Illiria
y Tracia, que quedaron estacionados en Salona, sobre el Adriático (BURY, 234).
[4] Fuller
describe la situación al retirarse Belisario a Constantinopla luego de la toma
de Ravena: “…la dirección de la guerra quedó en manos de once
rencorosos generales, tan solo pendientes del botín a obtener. Por otra parte,
apenas recuperada Italia, esta sufrió la invasión de un enjambre de logothetes
o contables imperiales dirigidos por Alejandro Psalidion (Tijeras), llamado así
por su afán de reducir las existencias de dinero, y tales fueron sus
expoliaciones que el país, ya devastado casi por completo, cayó en una anarquía
total” (368). “No existe prueba alguna más
fuerte sobre la valía de Belisario como general y gobernante, que los
desastres que golpearon a la causa de Bizancio en Italia luego de su partida” (HODGKIN,
IV.423).
[5] Con
acierto, Bury reflexiona sobre la falta de buques de transporte: “es
curioso que una expedición preparada durante tanto tiempo pudiera encontrarse
en tal aprieto. Hubiérase pensado en que una adecuada flota de transportes
podría haberse reunido en Salona para transportar a todo el ejército
directamente a Classis” (262). Y al respecto debe tenerse en cuenta
que un año antes la flota ostrogoda que bloqueaba la sitiada Ancona había sido
vencida en la zona por los bizantinos en la batalla de Sena Gallica (BURY,
259).
[6] Mientras
se encontraba en Ravena, Narses recibió una carta de Usdrilas, en la que
acusaba de cobardía a los bizantinos y de esconderse en la ciudad con miedo
ante la sola mención de los ostrogodos, y finalizaba desafiándolo para
enfrentar a la “descastada horda de bárbaros” con la que pretendía
“liberar a Italia”. Todo el comentario de Narses fue reírse de tamaña
insolencia y continuar su avance (HAGEN, 152). La casualidad quiso que Usdrilas destino
en su encuentro con los “bárbaros descastados”, lo cual fue interpretado por
las tropas de Narses como un signo divino que favorecía su empresa.
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