En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

10 de diciembre de 2016

Las guerras de Bizancio

La batalla de Taginae o Busta Gallorum 

El triunfo de Narses que decidió la Guerra Gótica

Segunda Parte

Apenas acampado su ejército, Narses envió una embajada a Totila, para exhortarlo a deponer las armas, abandonando su resistencia y disponiéndose a celebrar la paz con el Imperio. Previsor, Narses pidió a sus enviados que si Totila se mostraba determinado a luchar deberían exigirle que definiera cuándo estaría dispuesto a la batalla. Así fue. Al
rechazar Totila cualquier acuerdo y al pedírsele cuándo estaba dispuesto a la lid, contestó “en ocho días nos encontraremos”. Los enviados de Narses transmitieron a este lo dicho por Totila. Narses sospechó que el plazo de ocho días no era creíble y de inmediato comenzó a dar las órdenes para el despliegue de sus hombres. Al día siguiente, el ejército ostrogodo se encontraba a unos dos “tiros de arco” del bizantino, previsoramente desplegado por Narses para hacerle frente. 

Las fuerzas en presencia. Procopio no menciona la cantidad de hombres que integraban el ejército al mando de Narses, limitándose a expresar que era “poderoso”. Sólo proporciona algunas cifras concretas con relación a algunos contingentes en especial. Los lombardos sumaban cinco mil quinientos guerreros [1]. Tres mil los hérulos. Cuatrocientos los gépidos. A todos ellos se sumaba un “muy numeroso” contingente de hunos y una cantidad indeterminada de desertores persas. Las fuerzas propias del Imperio ascenderían a unos catorce mil hombres, entre los cuales se encontraban los tracios e ilirios reclutados por Germanus y Narses (BURY, 261/262).  

Con respecto a los ostrogodos, no existe evidencia alguna acerca de la cantidad de quienes componían su ejército. La única precisión que al respecto da Procopio, son los dos mil quinientos jinetes que desde el Norte y al mando de Teias se unieron a Totila el mismo día de la batalla. De todos modos, ha quedado en claro que, sea cual fuere la cantidad, era superada ampliamente por los bizantinos. Como era común entre los ostrogodos, su caballería era poderosa y bien entrenada. Sus arqueros, que constituían la casi totalidad de la infantería, eran superados no solo en cantidad sino en destreza por la gente de Narses. Pero, pese a todo, se ha dicho que los hombres que acompañaron a Totila en su carga eran, sin dudas, los mejores guerreros del ejército ostrogodo (HALSALL, 195).

Los comandantes. Taginae fue indiscutiblemente la primera gran batalla campal de la Guerra Gótica, que, como se ha señalado oportunamente, se caracterizó por sitios de diferente duración e intensidad, y combates aislados de escasa significación militar. Hasta entonces, la superioridad de los mandos bizantinos era notoria, no solo por la presencia sobresaliente de Belisario, sino en especial por la capacidad  de la mayoría de sus oficiales. Los ostrogodos no mostraban nada similar. En la batalla a la que nos estamos refiriendo, la situación varió. Si bien se ha admitido la superioridad de Narses sobre Totila –conclusión que, fuerza es decirlo, surge del resultado del encuentro pero no de los antecedentes de uno y otro- , no puede dejarse de lado la impresionante serie de éxitos que a lo largo de diez años el rey ostrogodo había logrado a través de toda Italia, lo cual lo situó entre los mejores comandantes ostrogodos.

La elección de Narses asombró a muchos, que vieron con preocupación que se pusiera a cargo de la campaña a un hombre de 75 años, armenio, eunuco [2], que había pasado su vida escalando posiciones en la corte de Constantinopla [3]. Sin embargo, Justiniano debió tener en cuenta que  “Narses… había estudiado durante mucho tiempo la teoría de la guerra y…en la fase decisiva de la primera campaña de Belisario en Italia había tenido ocasión de demostrar su habilidad táctica” (LIDDELL HART, 105). Procopio señala que “nadie en el mundo” tenía en claro cuál era la razón tenida en cuenta por Justiniano para tal designación. Uniéndose a las conjeturas que corrían al respecto, Procopio cree que Justiniano no quiso designar a Juan, quien parecía el sucesor más apropiado de su padre Germanus, ante la certeza de que los comandantes del ejército no aceptarían órdenes de aquel, lo cual pondría en peligro la campaña antes de que la misma comenzara [4]. Procopio habla de la extraordinaria generosidad de Narses y lo muestra como un hombre ansioso de ayudar a todos quienes lo necesitaran. Gozaba de un gran predicamento sobre la tropa, y “todos deseaban servir a sus órdenes, algunos deseosos de devolverle viejos favores, y otros probablemente esperando, como es natural, recibir grandes recompensas”. Señala también Procopio que los hérulos y otros bárbaros “estaban particularmente bien dispuestos hacia él, en tanto siempre los había tratado muy bien”.

Totila, cuyo verdadero nombre se cree que era Baduila-Badua (“el luchador”, “el guerrero”) se encuentra entre los más capaces de los comandantes ostrogodos y, por sobre todo, fue un líder de “extraordinario calibre” (MOORHEAD, 2008, 207), considerado el mejor de los reyes ostrogodos desde Teodorico el Grande (THOMPSON, 75). En la primera parte nos hemos referido a su exitosa ofensiva que lo llevó a reconquistar a prácticamente toda la península. Procopio es pródigo en elogios no sólo desde el punto de vista militar sino también con respecto a sus calidades humanas [5]. A tal punto que se ha dicho  que Totila es el héroe indisputado del séptimo libro de la obra de Procopio: “En la medida que declina la suerte de Belisario y de Bizancio, la de Totila y los ostrogodos aumenta” (STEWART, 2013, § 2) [6].  

El terreno[7]. Si bien no existen datos precisos para determinar con exactitud el lugar donde se libró la batalla, Hodgkin afirma, “sin lugar a dudas”, que la lucha tuvo lugar al sur de Scheggia y al norte de Tadino -Tadinum o Taginae- (713). Esta última se encuentra a unos kilómetros al noroeste de la ciudad de Gualdo Tadino, en la Umbria [8]. Según Fuller, los ejércitos se desplegaron “en una estrecha llanura… a gran altura dentro de los Apeninos [9]. Por el lado oriental se encontraban las laderas de los Gubbio” (372). La batalla se desarrolló sobre un frente que corría aproximadamente de Norte a Sur, cuya anchura no llegaba a dos millas (aprox. 3,2 km). Como se verá, Narses tendió la línea de sus fuerzas mirando hacia el Oeste. Para ello tuvo en cuenta que, en el lado norte, en su flanco derecho, se alzaban las primeras estribaciones de los Apeninos, por lo que resultaba extremadamente dificultoso si no imposible, que un atacante pudiera rodearlo por ese flanco. Hacia el sur, en su flanco izquierdo, existía una colina aislada, “de moderada altitud”, que dominaba un camino que podía facilitar un ataque al ejército bizantino,  por lo que su posesión era de gran importancia para ambos contendientes, tal como se verá más adelante. Por lo demás, el terreno era llano, con un suave declive de Este a Oeste, “apropiado para el movimiento de la caballería” (OMAN, 33).

El despliegue (véase Esquema I). Narses, consciente de que la táctica de los ostrogodos se basaba en forma casi excluyente en masivos ataques de caballería, cuya embestida tenía como propósito una rápida y decisiva ruptura del frente enemigo, decidió dar una batalla defensiva. Esto es, aprovechando las características del terreno, desplegó sus fuerzas de manera que Totila no alcanzara su propósito de ruptura fulminante, obligándolo a someterse a un desgaste prolongado que acabaría en su derrota.

Como se ha visto, Narses formo sus tropas apoyando sus alas en los montes de la derecha y en la colina de la izquierda. El frente así ocupado alcanzada unos tres mil doscientos metros. En el centro de su dispositivo formó a hérulos, lombardos y “otros bárbaros”, ordenando que desmontaran, formando así una falange de infantería  -1-. Dice Procopio que Narses adoptó esta medida previendo que, de darse durante el combate actos de cobardía o deserción, los involucrados en los mismos “no podrían huir demasiado rápido” (8.31.5). Como se verá más adelante, habrían sido otras las razones tenidas en cuenta por Narses, basadas especialmente en cuestiones tácticas.

A un lado y otro de esta formación central, Narses desplegó cuatro mil arqueros, la gran mayoría bizantinos -4-. Estas unidades formaban un ángulo con respecto a la infantería, razón por la cual se ha hablado con propiedad de una “media luna”.  Cuando la caballería ostrogoda avanzara sobre el centro bizantino, y a medida que se acercara al mismo, sus flancos quedarían expuestos a una lluvia continua de flechas. Detrás de los arqueros  se ubicaron tropas de caballería, montadas, también bizantinas. Su función era proteger ante cualquier contingencia a los arqueros y, llegado el momento, atacar a los ostrogodos. A la izquierda -2-,  “la flor y nata del ejército romano”, al mando del propio Narses secundado por Juan. Eran bizantinos, entre los cuales se encontraban elementos hunos de gran valía. A la derecha, Valeriano,  Juan el Glotón y Dagisthaeus mandaban la caballería restante -3-.
Con relación a la valiosa colina de la izquierda, Narses envió un destacamento de unos cincuenta arqueros para defenderla, por cuanto advirtió, tal como ocurrió, que sería objeto de un ataque por parte de Totila -5-. Asimismo, y algo más a la izquierda de la colina dispuso a dos unidades de caballería (unos mil quinientos hombres en total) -6- que, en el momento de batalla que resultare adecuado, atacaría al enemigo por su flanco derecho.

Se ha destacado que las dotes militares de Narses quedan de manifiesto con la adopción de este dispositivo que combinaba una poderosa fuerza de infantería formada por tropas de caballería desmotadas armadas con lanzas, y arqueros ubicados a uno y otro lado de la misma. Como lo adelantamos, Procopio atribuyó la decisión de Narses de desmontar a esas tropas para dificultar su huida en caso de “cobardía o deserción”. Se ha querido ver, no sin razón, que la conclusión de Procopio se debió, como en “otras ocasiones”, a su falta de comprensión de los acontecimientos que describe, de los cuales tampoco había sido testigo presencial (RANCE, 1994, 224 n.77). Liddell Hart (51) adjudica a Narses haber urdido una celada, basada en el conocido desprecio que los ostrogodos tenían por la infantería bizantina, de conocida fragilidad ante los ataques de caballería. Pero quienes fueron desmontados eran guerreros de reconocida eficacia y experimentados combatientes. Armados con lanzas, aparecerían ante quienes cargaban contra ellos, como una masa débil y propensa a la desbandada, que invitaba a cargarlos sin adoptar precauciones. Así, los ostrogodos, tal como ocurrió, se adentrarían en el dispositivo bizantino para caer bajo las flechas que caerían desde uno y otro flanco, en la medida que el centro se mantuviera firme, aferrando a la caballería enemiga mientras los arqueros la aniquilaba. Por ello, resulta poco creíble, como lo argumenta Procopio, que Narses haya adjudicado tan importante rol a una tropa de cuya firmeza desconfiaba.  

Oman (34) señala que este dispositivo fue una creación de Narses, ya que hasta el momento no se conocía que ningún general hubiera empleado una formación similar en las guerras de la época. Por cierto, y como también lo señala Oman, es inevitable relacionar este dispositivo con el utilizado por Eduardo III en la batalla de Crécy, casi 800 años más tarde. La iniciativa de Narses surge de una adecuada ponderación de las capacidades y tácticas del enemigo, por lo cual algún autor ha considerado, con razón a juicio nuestro y en el contexto de la guerra gótica, que como comandante, Narses tiene asegurado en la historia un rol casi tan brillante como el del mismo Belisario (THOMPSON, 88).

Por su parte, el dispositivo de Totila era el esperado: una poderosa y masiva fuerza caballería (7) formada por delante de la infantería compuesta en su mayoría por arqueros (8). Los jinetes avanzarían  al galope, armados sólo con lanzas y atacarían frontalmente al centro bizantino. La infantería seguiría más tarde para explotar la ruptura de la línea enemiga, que Totila descontaba.






[1]              Tres mil de estos hombres eran guerreros experimentados y los restantes sus servidores, aunque aptos por el combate. “La mención a estas dos clases nos muestra que ya existía una aproximación a los días de caballeros y escuderos” (HODGKIN, 705).
[2]           No era una novedad en los ejércitos bizantinos la presencia de eunucos en “prominentes roles militares”, lo cual se hizo notorio durante el reinado de Justiniano (RINGROSE, 131/132).
[3]           Narses “…vivió por más de veinte años luego de Taginae…era de baja estatura y de aspecto macilento, aunque gozaba de buena salud y sus facultades no habían sido alteradas por la edad…” (HODGKIN, IV.690). 
[4]           Procopio también recoge una leyenda que le habría sido referida por un senador romano. Se trataba de una profecía por la cual un eunuco algún día se apoderaría de Roma. Sin afirmarlo, sugiere que tal vez Justiniano puede haber sido influido por la misma.
[5]           Algunos autores han ido más allá de la valoración militar y humana de Totila, para adjudicarle cierta inclinación por una revolución tanto en lo económico como en lo social, basándose para ello en la incorporación a su ejército de esclavos liberados, el desapoderamiento de latifundios y la  adjudicación a los campesinos de las tierras que trabajaban. Un detallado estudio al respecto concluye arrojando fundadas dudas sobre tal aserto (MOORHEAD, 2000, 382/386).
[6]           El entrecomillado parece sugerir una intencionalidad de Procopio, tal vez "adecuándose" a las circunstancias, pero el propio Stewart señala que, según modernos historiadores (Cameron, Kaldellis), la admiración que Procopio muestra por Totila es genuina.
[7]           En las proximidades se libró, en el año 295AC y en el marco de la tercera guerra Samnita, la batalla de Sentinum, entre la República Romana y las diferentes tribus samnitaas y sus aliados (umbrios, etruscos, lucanos y galos). Triunfaron los romanos, finalizando con ello la independencia de la Italia central.  Tiempo después, los viajeros todavía podían ver los busta gallorum (“tumbas de los galos”), túmulos funerarios formados con los restos calcinados de los caídos en el combate -en su mayoría galos-.
[8]              Bury destina un extenso “apéndice” a la determinación del lugar exacto en el que se libró la batalla. Recurre para ello a diversas fuentes y como era de presumir, tal determinación, pese al cuidadoso análisis efectuado, no fue alcanzada (288/291).  
[9]           Teniendo en cuenta que las ciudades cercanas al valle en que se libró la batalla, se encuentran a una altitud de no más de 550 metros sobre el nivel del mar (Gualdo Tadino 536 m, Gubbio 522) no podría hablarse con propiedad de “gran altura”. El próximo paso de Scheggia, entre los cordones central y norte de los Apeninos, alcanza 632 m.


© 2016 Rubén A. Barreiro

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