Las
guerras de Bizancio
La
batalla de Taginae o Busta Gallorum
El
triunfo de Narses que decidió la Guerra Gótica
Segunda
Parte
Apenas
acampado su ejército, Narses envió una embajada a Totila, para exhortarlo a
deponer las armas, abandonando su resistencia y disponiéndose a celebrar la paz
con el Imperio. Previsor, Narses pidió a sus enviados que si Totila se
mostraba determinado a luchar deberían exigirle que definiera cuándo estaría
dispuesto a la batalla. Así fue. Al
rechazar Totila cualquier acuerdo y al pedírsele cuándo estaba dispuesto a la lid, contestó “en ocho días nos encontraremos”. Los enviados de Narses transmitieron a este lo dicho por Totila. Narses sospechó que el plazo de ocho días no era creíble y de inmediato comenzó a dar las órdenes para el despliegue de sus hombres. Al día siguiente, el ejército ostrogodo se encontraba a unos dos “tiros de arco” del bizantino, previsoramente desplegado por Narses para hacerle frente.
rechazar Totila cualquier acuerdo y al pedírsele cuándo estaba dispuesto a la lid, contestó “en ocho días nos encontraremos”. Los enviados de Narses transmitieron a este lo dicho por Totila. Narses sospechó que el plazo de ocho días no era creíble y de inmediato comenzó a dar las órdenes para el despliegue de sus hombres. Al día siguiente, el ejército ostrogodo se encontraba a unos dos “tiros de arco” del bizantino, previsoramente desplegado por Narses para hacerle frente.
Las fuerzas en presencia. Procopio no menciona la cantidad de
hombres que integraban el ejército al mando de Narses, limitándose a expresar
que era “poderoso”. Sólo proporciona algunas cifras concretas con relación a
algunos contingentes en especial. Los lombardos sumaban cinco mil quinientos
guerreros [1]. Tres
mil los hérulos. Cuatrocientos los gépidos. A todos ellos se sumaba un “muy
numeroso” contingente de hunos y una cantidad indeterminada de desertores
persas. Las fuerzas propias del Imperio ascenderían a unos catorce mil hombres,
entre los cuales se encontraban los tracios e ilirios reclutados por Germanus y
Narses (BURY, 261/262).
Con
respecto a los ostrogodos, no existe evidencia alguna acerca de la cantidad de
quienes componían su ejército. La única precisión que al respecto da Procopio, son los
dos mil quinientos jinetes que desde el Norte y al mando de Teias se unieron a
Totila el mismo día de la batalla. De todos modos, ha quedado en claro que, sea
cual fuere la cantidad, era superada ampliamente por los bizantinos. Como era
común entre los ostrogodos, su caballería era poderosa y bien entrenada. Sus
arqueros, que constituían la casi totalidad de la infantería, eran superados no
solo en cantidad sino en destreza por la gente de Narses. Pero, pese a todo, se
ha dicho que los hombres que acompañaron a Totila en su carga eran, sin dudas,
los mejores guerreros del ejército ostrogodo (HALSALL, 195).
Los comandantes. Taginae fue indiscutiblemente la primera
gran batalla campal de la Guerra Gótica, que, como se ha señalado
oportunamente, se caracterizó por sitios de diferente duración e intensidad, y
combates aislados de escasa significación militar. Hasta
entonces, la superioridad de los mandos bizantinos era notoria, no solo por la
presencia sobresaliente de Belisario, sino en especial por la capacidad de la mayoría de sus oficiales. Los ostrogodos
no mostraban nada similar. En la batalla a la que nos estamos refiriendo, la situación
varió. Si bien se ha admitido la superioridad de Narses sobre Totila –conclusión
que, fuerza es decirlo, surge del resultado del encuentro pero no de los
antecedentes de uno y otro- , no puede dejarse de lado la impresionante serie
de éxitos que a lo largo de diez años el rey ostrogodo había logrado a través
de toda Italia, lo cual lo situó entre los mejores comandantes ostrogodos.
La
elección de Narses asombró a muchos,
que vieron con preocupación que se pusiera a cargo de la campaña a un hombre de
75 años, armenio, eunuco [2], que
había pasado su vida escalando posiciones en la corte de Constantinopla [3]. Sin
embargo, Justiniano debió tener en cuenta que
“Narses… había estudiado durante
mucho tiempo la teoría de la guerra y…en la fase decisiva de la primera campaña
de Belisario en Italia había tenido ocasión de demostrar su habilidad táctica” (LIDDELL
HART, 105). Procopio señala que “nadie en
el mundo” tenía en claro cuál era la razón tenida en cuenta por Justiniano
para tal designación. Uniéndose a las conjeturas que corrían al respecto,
Procopio cree que Justiniano no quiso designar a Juan, quien parecía el sucesor
más apropiado de su padre Germanus, ante la certeza de que los comandantes del
ejército no aceptarían órdenes de aquel, lo cual pondría en peligro la campaña
antes de que la misma comenzara [4].
Procopio habla de la extraordinaria generosidad de Narses y lo muestra como un
hombre ansioso de ayudar a todos quienes lo necesitaran. Gozaba de un gran
predicamento sobre la tropa, y “todos
deseaban servir a sus órdenes, algunos deseosos de devolverle viejos favores, y
otros probablemente esperando, como es natural, recibir grandes recompensas”.
Señala también Procopio que los hérulos y otros bárbaros “estaban particularmente bien dispuestos hacia él, en tanto siempre los
había tratado muy bien”.
Totila, cuyo verdadero nombre se cree que
era Baduila-Badua (“el luchador”, “el guerrero”) se encuentra entre los más
capaces de los comandantes ostrogodos y, por sobre todo, fue un líder de
“extraordinario calibre” (MOORHEAD, 2008, 207), considerado el mejor de
los reyes ostrogodos desde Teodorico el Grande (THOMPSON, 75). En la primera parte
nos hemos referido a su exitosa ofensiva que lo llevó a reconquistar a
prácticamente toda la península. Procopio es pródigo en elogios no sólo desde
el punto de vista militar sino también con respecto a sus calidades humanas [5]. A
tal punto que se ha dicho que Totila es
el héroe indisputado del séptimo libro de la obra de Procopio: “En la medida
que declina la suerte de Belisario y de Bizancio, la de Totila y los ostrogodos
aumenta” (STEWART, 2013, § 2) [6].
El terreno[7]. Si bien no existen datos precisos
para determinar con exactitud el lugar donde se libró la batalla, Hodgkin
afirma, “sin lugar a dudas”, que la lucha tuvo lugar al sur de Scheggia y al
norte de Tadino -Tadinum o Taginae- (713). Esta última se encuentra a unos
kilómetros al noroeste de la ciudad de Gualdo Tadino, en la Umbria [8].
Según Fuller, los ejércitos se desplegaron “en
una estrecha llanura… a gran altura dentro de los Apeninos [9]. Por el lado oriental
se encontraban las laderas de los Gubbio” (372). La batalla se desarrolló
sobre un frente que corría aproximadamente de Norte a Sur, cuya anchura no
llegaba a dos millas (aprox. 3,2 km). Como se verá, Narses tendió la línea de
sus fuerzas mirando hacia el Oeste. Para ello tuvo en cuenta que, en el lado
norte, en su flanco derecho, se alzaban las primeras estribaciones de los
Apeninos, por lo que resultaba extremadamente dificultoso si no imposible, que
un atacante pudiera rodearlo por ese flanco. Hacia el sur, en su flanco
izquierdo, existía una colina aislada, “de moderada altitud”, que dominaba un
camino que podía facilitar un ataque al ejército bizantino, por lo que su posesión era de gran importancia
para ambos contendientes, tal como se verá más adelante. Por lo demás, el
terreno era llano, con un suave declive de Este a Oeste, “apropiado para el
movimiento de la caballería” (OMAN, 33).
El despliegue (véase Esquema
I). Narses,
consciente de que la táctica de los ostrogodos se basaba en forma casi
excluyente en masivos ataques de caballería, cuya embestida tenía como
propósito una rápida y decisiva ruptura del frente enemigo, decidió dar una
batalla defensiva. Esto es, aprovechando las características del terreno,
desplegó sus fuerzas de manera que Totila no alcanzara su propósito de ruptura
fulminante, obligándolo a someterse a un desgaste prolongado que acabaría en su
derrota.
Como
se ha visto, Narses formo sus tropas apoyando sus alas en los montes de la
derecha y en la colina de la izquierda. El frente así ocupado alcanzada unos
tres mil doscientos metros. En el centro de su dispositivo formó a hérulos,
lombardos y “otros bárbaros”, ordenando que desmontaran, formando así una
falange de infantería -1-. Dice Procopio que Narses adoptó esta medida previendo
que, de darse durante el combate actos de cobardía o deserción, los
involucrados en los mismos “no podrían
huir demasiado rápido” (8.31.5). Como se verá más adelante, habrían sido
otras las razones tenidas en cuenta por Narses, basadas especialmente en
cuestiones tácticas.
A
un lado y otro de esta formación central, Narses desplegó cuatro mil arqueros, la gran mayoría bizantinos -4-. Estas unidades formaban un ángulo con
respecto a la infantería, razón por la cual se ha hablado con propiedad de una
“media luna”. Cuando la caballería
ostrogoda avanzara sobre el centro bizantino, y a medida que se acercara al
mismo, sus flancos quedarían expuestos a una lluvia continua de flechas. Detrás
de los arqueros se ubicaron tropas de
caballería, montadas, también bizantinas. Su función era proteger ante
cualquier contingencia a los arqueros y, llegado el momento, atacar a los
ostrogodos. A
la izquierda -2-,
“la flor y nata del ejército romano”, al mando del propio Narses
secundado por Juan. Eran bizantinos, entre los cuales se encontraban elementos
hunos de gran valía. A la derecha, Valeriano,
Juan el Glotón y Dagisthaeus mandaban la caballería restante -3-.
Con
relación a la valiosa colina de la izquierda, Narses envió un destacamento de
unos cincuenta arqueros para defenderla, por cuanto advirtió, tal como ocurrió, que sería objeto
de un ataque por parte de Totila -5-. Asimismo, y algo más a la izquierda de
la colina dispuso a dos unidades de caballería (unos mil quinientos hombres en total) -6- que, en el momento de batalla que
resultare adecuado, atacaría al enemigo por su flanco derecho.
Se
ha destacado que las dotes militares de Narses quedan de manifiesto con la
adopción de este dispositivo que combinaba una poderosa fuerza de infantería
formada por tropas de caballería desmotadas armadas con lanzas, y arqueros
ubicados a uno y otro lado de la misma. Como lo adelantamos, Procopio atribuyó
la decisión de Narses de desmontar a esas tropas para dificultar su huida
en caso de “cobardía o deserción”. Se ha querido ver, no sin razón, que la
conclusión de Procopio se debió, como en “otras ocasiones”, a su falta de
comprensión de los acontecimientos que describe, de los cuales tampoco había
sido testigo presencial (RANCE, 1994, 224 n.77). Liddell Hart (51) adjudica a
Narses haber urdido una celada, basada en el conocido desprecio que los
ostrogodos tenían por la infantería bizantina, de conocida fragilidad ante los
ataques de caballería. Pero quienes fueron desmontados eran guerreros de
reconocida eficacia y experimentados combatientes. Armados con lanzas,
aparecerían ante quienes cargaban contra ellos, como una masa débil y propensa
a la desbandada, que invitaba a cargarlos sin adoptar precauciones. Así, los
ostrogodos, tal como ocurrió, se adentrarían en el dispositivo bizantino para
caer bajo las flechas que caerían desde uno y otro flanco, en la medida que el centro se mantuviera firme, aferrando a la caballería enemiga mientras los arqueros la aniquilaba. Por ello, resulta poco creíble, como lo argumenta Procopio, que Narses haya adjudicado tan importante rol a una tropa de cuya firmeza desconfiaba.
Oman
(34) señala que este dispositivo fue una creación de Narses, ya que hasta el
momento no se conocía que ningún general hubiera empleado una formación similar
en las guerras de la época. Por cierto, y como también lo señala Oman, es
inevitable relacionar este dispositivo con el utilizado por Eduardo III en la
batalla de Crécy, casi 800 años más tarde. La iniciativa de Narses surge de una
adecuada ponderación de las capacidades y tácticas del enemigo, por lo cual algún autor ha considerado, con razón a
juicio nuestro y en el contexto de la guerra gótica, que como comandante,
Narses tiene asegurado en la historia un rol casi tan brillante como el del
mismo Belisario (THOMPSON, 88).
Por
su parte, el dispositivo de Totila era el esperado: una poderosa y masiva
fuerza caballería (7) formada por delante de la infantería
compuesta en su mayoría por arqueros (8). Los jinetes avanzarían al galope, armados sólo con lanzas y atacarían
frontalmente al centro bizantino. La infantería seguiría más tarde para
explotar la ruptura de la línea enemiga, que Totila descontaba.
[1] Tres mil
de estos hombres eran guerreros experimentados y los restantes sus servidores,
aunque aptos por el combate. “La mención
a estas dos clases nos muestra que ya existía una aproximación a los días de
caballeros y escuderos” (HODGKIN, 705).
[2] No era una novedad en
los ejércitos bizantinos la presencia de eunucos en “prominentes roles
militares”, lo cual se hizo notorio durante el reinado de Justiniano (RINGROSE,
131/132).
[3] Narses
“…vivió por más de veinte años luego de
Taginae…era de baja estatura y de aspecto macilento, aunque gozaba de buena
salud y sus facultades no habían sido alteradas por la edad…” (HODGKIN,
IV.690).
[4] Procopio
también recoge una leyenda que le habría sido referida por un senador romano.
Se trataba de una profecía por la cual un eunuco algún día se apoderaría de
Roma. Sin afirmarlo, sugiere que tal vez Justiniano puede haber sido influido
por la misma.
[5] Algunos
autores han ido más allá de la valoración militar y humana de Totila, para
adjudicarle cierta inclinación por una revolución tanto en lo económico como en
lo social, basándose para ello en la incorporación a su ejército de esclavos
liberados, el desapoderamiento de latifundios y la adjudicación a los campesinos de las
tierras que trabajaban. Un detallado estudio al respecto concluye arrojando fundadas dudas sobre tal aserto (MOORHEAD, 2000, 382/386).
[6] El
entrecomillado parece sugerir una intencionalidad de Procopio, tal vez "adecuándose" a las circunstancias, pero el propio Stewart señala que, según
modernos historiadores (Cameron, Kaldellis), la admiración que Procopio muestra
por Totila es genuina.
[7] En
las proximidades se libró, en el año 295AC y en el marco de la tercera guerra
Samnita, la batalla de Sentinum, entre la República Romana y las diferentes
tribus samnitaas y sus aliados (umbrios, etruscos, lucanos y galos). Triunfaron
los romanos, finalizando con ello la independencia de la Italia central. Tiempo después, los viajeros todavía podían
ver los busta gallorum (“tumbas de
los galos”), túmulos funerarios
formados con los restos calcinados de los caídos en el combate -en su mayoría
galos-.
[8] Bury
destina un extenso “apéndice” a la determinación del lugar exacto en el que se
libró la batalla. Recurre para ello a diversas fuentes y como era de presumir,
tal determinación, pese al cuidadoso análisis efectuado, no fue
alcanzada (288/291).
[9] Teniendo en cuenta que las ciudades
cercanas al valle en que se libró la batalla, se encuentran a una altitud de no
más de 550 metros sobre el nivel del mar (Gualdo Tadino 536 m, Gubbio 522) no
podría hablarse con propiedad de “gran altura”. El próximo paso de Scheggia,
entre los cordones central y norte de los Apeninos, alcanza 632 m.
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