Guerras de Bizancio
Apuntes sobre la batalla
de Dara (530 DC)
Mg. Rubén A. Barreiro
Tercera
Parte II
Segundo
y decisivo día. Cartas
y arengas. Durante el transcurso
de la mañana, nada ocurrió. Belisario y Firaz se intercambiaron cartas. Siempre
estando al relato de Procopio [1], en la primera de sus
cartas, Belisario pedía a Firaz que se retirara, teniendo en cuenta que ambos
soberanos aspiraban a la paz y en la zona se encontraban negociadores que
estaban próximos a acordar sobre todos los puntos en disputa. Firaz contestó
que no creía en las promesas de los romanos, siempre dispuestos a hacerlas pero
que difícilmente las cumplían. Agregando, “de ahora en más, mis queridos
romanos, estarán obligados a hacer la guerra contra los persas”.
En su réplica, Belisario insiste en la posibilidad cierta
de un arreglo de las diferencias, aunque recogiendo el guante, expresa que, con
la ayuda de Dios, harán frente a los persas, “ansiosos” por la guerra. Firaz,
también invocando a sus dioses, espera que a la mañana siguiente los persas
estarán en Dara. Y se jacta: “simplemente dejadme preparado el baño y el
almuerzo”.
Las arengas de los comandantes son de gran interés. Belisario,
por su parte, sabe que en la moral de sus tropas seguramente influirá lo ocurrido dos años antes en Thannuris, en
las cercanías de Dara, cuando una fuerza bizantina fue derrotada por los persas,
con su caballería huyendo en desorden y la infantería masacrada. No poco había
tenido que ver en este resultado la escasa disciplina del ejército bizantino [2]. A esto debe agregarse una historia de derrotas
a manos de los persas que ya abarcaba varias generaciones. Y ahora, debía
enfrentarse a un ejército sasánida cuya superioridad numérica era evidente.
Por
todo ello, Belisario dijo a sus tropas, aludiendo a Thannuris y la disciplina: “aunque [ustedes eran] superiores en bravura y fortaleza, fueron
derrotados por la única razón de la extremada despreocupación de sus oficiales,
nadie puede negarlo. Ahora tienen la oportunidad de corregir esto sin
problemas…Los persas nos atacan basando su confianza en ninguna otra cosa que
en nuestro desorden…”
En cuanto a la superioridad numérica de los persas, “ [es] por lo único que pueden inspirar temor… y lo justo es que Uds. los
desprecien… toda su infantería no es otra cosa que una turba despreciable de
campesinos para cavar en torno a las murallas, despojar a los muertos y servir
a los soldados”.
La arenga de Firaz debiera tenerse presente durante el
análisis de la batalla, ya que advierte que algo ha cambiado en la conducta
bizantina, aunque la idea de la táctica defensiva/ofensiva de Belisario lo
supera, refugiándose en preconceptos sobre la valía de sus adversarios: “…aunque los romanos no han acostumbrado
hasta el presente ir a la batalla sin confusión y desorden, recientemente han
aguardado el avance persa con una suerte de orden que no les es característico
… no piensen que los romanos se han transformado de repente en mejores
guerreros o que han adquirido más valor o experiencia, sino que han devenido
más cobardes que antes: a tal punto temen a los persas que no se han atrevido a
formar sus falanges sin [la protección]
de una trinchera… y aun con esto, no comenzarán lucha alguna… es por esta razón
que no han caído en la confusión, ya que todavía no han entrado en los peligros
de la batalla…Pero si la lucha comienza, el miedo caerá sobre ellos y, junto
con su inexperiencia, los lanzará a su acostumbrado desorden… Si ustedes, hombres de Persia, no asumen su
parte de hombres valerosos… de una manera digna del coraje de los persas, un
castigo ignominioso caerá sobre ustedes”.
Ataque sasánida sobre el ala izquierda bizantina (Esquema
A). Después
de observarse por algún tiempo, los persas atacaron poco después del mediodía [3]. Al comienzo, ambas partes
se atacaron con flechas, formándose una “enorme
nube” de ellas (si bien las flechas persas formaban una masa más densa, al
cambiar el viento su alcance disminuyó), cayendo numerosos soldados de una y
otra parte ①. Agotadas
las flechas, los contendientes se acercaron para arrojarse sus lanzas.
Pronto el ala izquierda de Belisario fue atacada, tal
como él lo había anticipado. Pityaxes,
al frente de la caballería, avanzó sobre Buces ② haciéndolo retroceder ③. Los hérulos de Faras atacaron a la caballería sasánida por la
retaguardia ④, mientras
los hunos de Sunicas y Aigas cargaron a toda prisa contra el expuesto flanco
persa ⑤. Ante
ello, Pityaxes ordenó la retirada ⑥, que
se hizo muy dificultosa en tanto los hunos y los hérulos se habían unido.
Dejando en el campo más de tres mil muertos, los persas que quedaban pudieron
retroceder hasta sus falanges, sin que los bizantinos los persiguieran, ya que, estos, alcanzadas sus posiciones originales, allí permanecieron.
Renovado
ataque sasánida sobre el ala derecha bizantina Primera etapa: éxito momentáneo
de la embestida persa (Esquema B.) Ante el resultado de la
primera carga, Firuz ordenó que sus tropas se concentraran sobre su ala
izquierda para desencadenar un ataque sobre la derecha bizantina. Para ello,
comenzó un desplazamiento del ala derecha persa, que se hizo por detrás de la
infantería para disimular el movimiento ①. No
obstante, Belisario había previsto la situación, adoptando algunas medidas:
hizo avanzar a los hunos de Sunicas y Aigan hasta aparearlos con los de Simas y
Aiscan ②,
aunque conservando la posición de estos últimos. Detrás de ellos, formaron
unidades de refuerzo de la guardia de Belisario y Hermógenes ③.
La fuerza sasánida,
integrada por Los Inmortales y las unidades de caballería concentradas al mando
de Baresmanes, se desplegaron abarcando todo el frente ocupado por la
caballería bizantina ④,
atacándola con gran brío ⑤.
Las fuerza de Juan El Armenio trataron de contener la carga persa, aunque
rápidamente fueron superados, debiendo retirarse rápidamente más allá de
sus posiciones iniciales ⑥, aproximándose a las murallas de Dara. No
podría descartarse, habida cuenta del plan de Belisario, que este repliegue
haya tenido mucho de intencional y calculado, más allá de la severa acometida
sasánida. Ello es de relevancia teniendo en cuenta el curso posterior de la
batalla.
Segunda
etapa. La decisiva reacción bizantina (Esquema C.) La
caballería sasánida en su persecución a las unidades bizantinas replegadas, y
creyéndose ya dueña de la jornada, penetra profundamente, dejando su flanco
derecho expuesto a la caballería huna ①. “Belisario, siempre atento, ve que su
momento ha llegado” (CHANDLER, 91) y ordena a Sunicas, Aigan, Simas y
Aiscan ②③, así como a parte de su guardia ④, que embistan ese flanco, con
lo que logra dividir la fuerza atacante, en la que introducen una cuña que deja
a la mayor parte de la misma, que continuaba atacando a Juan el Armenio, en el
flanco derecho de tal cuña ⑤ y
una parte a la izquierda ⑥. En
esta última se encontraba Baresmanes con su guardia.
Procopio estima en ocho mil las bajas totales sasánidas
(tres mil en la carga sobre el ala izquierda bizantina y las restantes en el
ataque sobre el ala derecha, agregándose la matanza final de los que huían.) La
mayoría de estos últimos eran tropas de infantería, de baja calidad,
especialmente los paighan.
Paradojalmente, el grueso de la caballería (saravan)
tuvo, comparativamente, menos bajas, pese a haber sido protagonista casi
exclusiva de la batalla (FARROKH, 227.) No existen datos concretos de las bajas
sufridas por el ejército de Belisario.
La persecución fue breve y no se extendió a gran
distancia. Belisario consideró que era peligroso ante la posibilidad de una
reacción sasánida, sobre todo teniendo en cuenta la cercanía de la guarnición
de Nisibis. Le parecía suficiente, dice Procopio, preservar la victoria. Volveremos sobre el tema.
Conclusiones.
Como
se desprende de su arenga, Firaz tenía una clara idea del dispositivo montado
por Belisario, aunque no fue tan lejos como para imaginar la celada que aquel
le tendía. Era obvio que el centro de la línea bizantina, que por su aparente
debilidad parecía ofrecerse para ser atacado y vencido con un esfuerzo concentrado del ejército sasánida, constituía una especie de embudo en el que
sucumbiría cualquier fuerza atacante embestida simultáneamente por sus flancos
por la poderosa caballería bizantina. Por lo tanto, Firaz descartó rápidamente
tal alternativa, decidiéndose por un ataque en las alas bizantinas. Y esto era
lo esperado por Belisario. No sólo Firaz debía dividir sus fuerzas, sino que
tendría que enfrentar a la caballería bizantina, cuya calidad era indiscutible,
a lo que debe agregarse que la superioridad numérica de la caballaría sasánida con respecto a la adversaria no era
considerable. (LIDDELL HART, 62.)
El primer golpe del segundo día, reiteración en gran
escala de la incursión del primer día, contó con un elemento inesperado para
los sasánidas: los hunos de Faras que irrumpieron en la retaguardia enemiga
desde su escondite detrás de una colina. Variante táctica esta, sugerida por el
propio Faras, que Belisario adopta sin dudar.
En el ala derecha bizantina, la embestida sasánida fue
intensa y sostenida, pero, como se ha dicho oportunamente, el repliegue de Juan
el Armenio, por su profundidad -llegaba casi al pie de las murallas de la
fortaleza- pudo tener como finalidad última crear espacios entre los atacantes que
facilitaran una penetración desde su flanco derecho.
Cabe
preguntarse, por último, acerca de la razón de Belisario para no perseguir al
ejército sasánida que se retiraba en desorden. Procopio expresa, como se ha
visto, que Belisario rehusaba absolutamente ir más lejos en la persecución que
unas pocas millas, ya que temía que los persas pudieran volver sobre sus pasos y
atacaran mientras se los perseguía imprudentemente [5].
Yendo más allá de lo
circunstancial, “en la historia de la
guerra ya hemos encontrado con frecuencia situaciones en las que los
antagonistas están menos interesados en la destrucción mutua que en el simple
desgaste, inclusive evitando acciones decisivas de gran escala” (DELBRÚCK,
379) y con respecto a la actitud de Belisario en Dara, Delbrück la explica a
través de lo dicho por aquel en ocasión
de la presión ejercida por sus tropas a la que se refiere la nota 5. Dijo allí
Belisario: “¿No es mejor disfrutar de las
ventajas con las que ya contamos que buscar otras mucho más lejanas? …Si
forzamos a los persas a abandonar su retirada y entrar en batalla con nosotros,
aun si obtenemos la victoria, con ello no obtendremos absolutamente ninguna
ventaja, ¿qué importa derrotar a quien está huyendo?... Más aún: ocurre que los
hombres acorralados se muestran, aun involuntariamente, muy valientes…” (PROCOPIO,
I, XVIII, 32.)
Concluye Delbrück
señalando que, en tanto los persas eran considerablemente superiores, en
calidad y cantidad, los bizantinos nunca tuvieron la posibilidad de lograr una
victoria en gran escala y duradera. “Esta
clase de relaciones de equilibrio político-militares constituyen la tierra fértil en la que crecen
las ideas de la estrategia de desgaste” (382; en el mismo sentido, SARANTIS,
24.)
BIBLIOGRAFÍA (Tercera parte II)
Cameron, Averil, Procopius
and the Sixth Century, Routledge, Londres, 1996.
Chandler,
David, The Art of War on Land,
Hamlyn, Londres, 1974.
Delbrück, Hans, History of the Art of War. The
Barbarian Invasions, University of Nebraska Press, Lincoln, 1990.
Farrock,
Kaveh, Shadows in the Dessert. Ancient Persia at War, Osprey
Publishing, Oxford, 2007.
Greatrex,
Geoffrey y Lieu, Samual N.C., The Roman Eastern Frontier and the
Persian Wars, Part II, AD 363-630. A Narrative Sourcebook, Routledge,
Londres, 2002.
Kaegi, Walter E. Jr., Byzantine Military Unrest, 471-843, An Interpretation, Adolf M.
Hakkert, Amsterdam, 1981.
Lee, A.D., War
in late antiquity: A social History, Blackwell Publishing, Oxford, 2007.
Liddell
Hart, Basil H., Strategy, Praeger, Nueva York, 1954.
Procopio
de Cesárea, History of the Wars,
Books I and II, The Persian War (De Bello Persico), disponible en Project Gutenberg, www.gutenberg.org/
etext/16764
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Sarantis,
Alexander, Waging War in Later Antiquity, en War and
Warfare in Late Antiquity. Current Perspectives, ed. Alexander
Sarantis y Neil Christie, Brill, Leiden, 2013.
Zachariah De Mitylene, The Syriac Chronicle, Methuen & Co, Londres, 1899, disponible
en https://archive.org/stream/syriacchronicle00librgoog#page /n9/mode/2up
[1] Con respecto a las cartas, Procopio
seguramente ha tenido acceso a las mismas, dada su cercanía con Belisario. En
cuanto a la inclusión de las “grandielocuentes” arengas, es probable que, por
las mismas razones, la de Belisario sea fidedigna. En cuanto a la de Firaz, es
posible que exista mucha “retórica” sobre la base de la que presumiblemente
pronunció el sasánida (CAMERON, 146.)
[2] Belisario basó su defensa por estos hechos, en “la impaciencia del ejército y en la falta de disciplina entre los
hombres bajo sus órdenes” (ZACARIAH DE MYTILENE, 262.) La mayoría de los actos de indisciplina, en
sus multiples expresiones, ocurrían precisamente en la zona donde se encontraba
Dara, aunque tales hechos, en el periodo que va del año 500 al 565, eran
esporádicos. SÍ se dieron múltiples casos de deserciones, huidas del campo de
batalla, y otros hechos, que por lo general se debían a una escasa preparación
del personal y su bajo nivel combativo (KAEGI, 64.)
[3] Dice Procopio (Wars, I, XIV, 25) que Firuz
esperó al mediodía sabedor de la costumbre bizantina de comer a esa hora, en
tanto los sasánidas lo dejaban para avanzada la tarde. Ello, dice, en la
creencia de que con el estómago vacío los “romanos” presentarían una menor
resistencia.
[4] Se ha dicho que la fraseología usada
por Procopio para describir la matanza de prisioneros es más bien tímida y
denota cierta vergüenza ante lo ocurrido, “tal vez debido a que Belisario
estaba al mando” (LEE, 330/331.)
[5]
Pocos meses después, en abril de 531, una fuerza persa
incursionaba en las provincias a lo largo del Eufrates, donde su curso va de
norte a sur. Cuando alcanzó la ciudad de Callinicum (Ar-Raqqah), Belisario fue informado
y se puso al frente de una parte de su ejército, en tanto el resto permanecía
en Dara. Al llegar a la zona, dio la orden de perseguir a los persas a un día
de distancia, buscando tan solo alejarlos, permitiendo su retirada sin entrar
en combate. Presionado por la tropa, una buena parte de la oficialidad
(especialmente los comandantes locales) y el temor de la población civil,
Belisario aceptó entrar en batalla aunque adoptando las medidas necesarias,
pero una vez más la impaciencia de gran parte de sus tropas, al borde del
amotinamiento, hizo que la batalla se entablara de inmediato. La victoria de
los persas fue sin atenuantes (GREATREX, 92.)
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