En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

6 de febrero de 2015

Guerras de Bizancio   

Apuntes sobre la batalla de Dara (530 DC) 

Mg. Rubén A. Barreiro 

Tercera Parte II

Segundo y decisivo día. Cartas y arengas. Durante el transcurso de la mañana, nada ocurrió. Belisario y Firaz se intercambiaron cartas. Siempre estando al relato de Procopio [1], en la primera de sus cartas, Belisario pedía a Firaz que se retirara, teniendo en cuenta que ambos soberanos aspiraban a la paz y en la zona se encontraban negociadores que estaban próximos a acordar sobre todos los puntos en disputa. Firaz contestó que no creía en las promesas de los romanos, siempre dispuestos a hacerlas pero que difícilmente las cumplían. Agregando, “de ahora en más, mis queridos romanos, estarán obligados a hacer la guerra contra los persas”.


En su réplica, Belisario insiste en la posibilidad cierta de un arreglo de las diferencias, aunque recogiendo el guante, expresa que, con la ayuda de Dios, harán frente a los persas, “ansiosos” por la guerra. Firaz, también invocando a sus dioses, espera que a la mañana siguiente los persas estarán en Dara. Y se jacta: “simplemente dejadme preparado el baño y el almuerzo”.

Las arengas de los comandantes son de gran interés. Belisario, por su parte, sabe que en la moral de sus tropas seguramente influirá  lo ocurrido dos años antes en Thannuris, en las cercanías de Dara, cuando una fuerza bizantina fue derrotada por los persas, con su caballería huyendo en desorden y la infantería masacrada. No poco había tenido que ver en este resultado la escasa disciplina del ejército bizantino [2].  A esto debe agregarse una historia de derrotas a manos de los persas que ya abarcaba varias generaciones. Y ahora, debía enfrentarse a un ejército sasánida cuya superioridad numérica era evidente. 

Por todo ello, Belisario dijo a sus tropas, aludiendo a Thannuris y la disciplina: “aunque [ustedes eran] superiores en bravura y fortaleza, fueron derrotados por la única razón de la extremada despreocupación de sus oficiales, nadie puede negarlo. Ahora tienen la oportunidad de corregir esto sin problemas…Los persas nos atacan basando su confianza en ninguna otra cosa que en nuestro desorden…” 

En cuanto a la superioridad numérica de los persas, [es] por lo único que pueden inspirar temor… y lo justo es que Uds. los desprecien… toda su infantería no es otra cosa que una turba despreciable de campesinos para cavar en torno a las murallas, despojar a los muertos y servir a los soldados”. 

La arenga de Firaz debiera tenerse presente durante el análisis de la batalla, ya que advierte que algo ha cambiado en la conducta bizantina, aunque la idea de la táctica defensiva/ofensiva de Belisario lo supera, refugiándose en preconceptos sobre la valía de sus adversarios: “…aunque los romanos no han acostumbrado hasta el presente ir a la batalla sin confusión y desorden, recientemente han aguardado el avance persa con una suerte de orden que no les es característico … no piensen que los romanos se han transformado de repente en mejores guerreros o que han adquirido más valor o experiencia, sino que han devenido más cobardes que antes: a tal punto temen a los persas que no se han atrevido a formar sus falanges sin [la protección] de una trinchera… y aun con esto, no comenzarán lucha alguna… es por esta razón que no han caído en la confusión, ya que todavía no han entrado en los peligros de la batalla…Pero si la lucha comienza, el miedo caerá sobre ellos y, junto con su inexperiencia, los lanzará a su acostumbrado desorden… Si ustedes, hombres de Persia, no asumen su parte de hombres valerosos… de una manera digna del coraje de los persas, un castigo ignominioso caerá sobre ustedes”.   
   
Ataque sasánida sobre el ala izquierda bizantina (Esquema A). Después de observarse por algún tiempo, los persas atacaron poco después del mediodía [3]. Al comienzo, ambas partes se atacaron con flechas, formándose una “enorme nube” de ellas (si bien las flechas persas formaban una masa más densa, al cambiar el viento su alcance disminuyó), cayendo numerosos soldados de una y otra parte ①. Agotadas las flechas, los contendientes se acercaron para arrojarse sus lanzas.


Pronto el ala izquierda de Belisario fue atacada, tal como él lo había anticipado.  Pityaxes, al frente de la caballería, avanzó sobre Buces haciéndolo retroceder .  Los hérulos de Faras atacaron a la caballería sasánida  por la retaguardia ④, mientras los hunos de Sunicas y Aigas cargaron a toda prisa contra el expuesto flanco persa ⑤. Ante ello, Pityaxes ordenó la retirada ,  que se hizo muy dificultosa en tanto los hunos y los hérulos se habían unido. Dejando en el campo más de tres mil muertos, los persas que quedaban pudieron retroceder hasta sus falanges, sin que los bizantinos los persiguieran, ya que, estos,  alcanzadas sus posiciones originales, allí permanecieron.

Renovado ataque sasánida sobre el ala derecha bizantina Primera etapa: éxito momentáneo de la embestida persa (Esquema B.) Ante el resultado de la primera carga, Firuz ordenó que sus tropas se concentraran sobre su ala izquierda para desencadenar un ataque sobre la derecha bizantina. Para ello, comenzó un desplazamiento del ala derecha persa, que se hizo por detrás de la infantería para disimular el movimiento . No obstante, Belisario había previsto la situación, adoptando algunas medidas: hizo avanzar a los hunos de Sunicas y Aigan hasta aparearlos con los de Simas y Aiscan , aunque conservando la posición de estos últimos. Detrás de ellos, formaron unidades de refuerzo de la guardia de Belisario y Hermógenes .

La fuerza sasánida, integrada por Los Inmortales y las unidades de caballería concentradas al mando de Baresmanes, se desplegaron abarcando todo el frente ocupado por la caballería bizantina , atacándola con gran brío . Las fuerza de Juan El Armenio trataron de contener la carga persa, aunque rápidamente fueron superados, debiendo retirarse rápidamente más allá de sus posiciones iniciales , aproximándose a las murallas de Dara. No podría descartarse, habida cuenta del plan de Belisario, que este repliegue haya tenido mucho de intencional y calculado, más allá de la severa acometida sasánida. Ello es de relevancia teniendo en cuenta el curso posterior de la batalla.

Segunda etapa. La decisiva reacción bizantina (Esquema C.) La caballería sasánida en su persecución a las unidades bizantinas replegadas, y creyéndose ya dueña de la jornada, penetra profundamente, dejando su flanco derecho expuesto a la caballería huna . “Belisario, siempre atento, ve que su momento ha llegado” (CHANDLER, 91) y ordena a Sunicas, Aigan, Simas y Aiscan ②③, así como a parte de su guardia , que embistan ese flanco, con lo que logra dividir la fuerza atacante, en la que introducen una cuña que deja a la mayor parte de la misma, que continuaba atacando a Juan el Armenio, en el flanco derecho de tal cuña y una parte a la izquierda . En esta última se encontraba Baresmanes con su guardia.

Derrota sasánida (Esquema D.) Ante esta situación, quienes perseguían a Juan El Armenio, cesan su embestida y se vuelven contra quienes los separaban de Baresmanes . Este movimiento, que ya presagia una desesperada retirada sasánida, libera a las fuerzas de Juan el Armenio, quien retoma la iniciativa y contraataca . En la zona de Baresmanes, Sunicas había logrado matar al portaestandarte sasánida. Baresmanes hizo un último intento al cargar con Los Inmortales , pero Sunicas logró desmontar y ultimar a Baresmanes. Fue el final para los persas, quienes comenzaron a huir en desbandada , siendo rodeados muchos de ellos por los bizantinos que no vacilaron en ultimarlos “sin motivo” (PROCOPIO, I, XIV, 26 [4].)

Procopio estima en ocho mil las bajas totales sasánidas (tres mil en la carga sobre el ala izquierda bizantina y las restantes en el ataque sobre el ala derecha, agregándose la matanza final de los que huían.) La mayoría de estos últimos eran tropas de infantería, de baja calidad, especialmente los paighan. Paradojalmente, el grueso de la caballería (saravan) tuvo, comparativamente, menos bajas, pese a haber sido protagonista casi exclusiva de la batalla (FARROKH, 227.) No existen datos concretos de las bajas sufridas por el ejército de Belisario.

La persecución fue breve y no se extendió a gran distancia. Belisario consideró que era peligroso ante la posibilidad de una reacción sasánida, sobre todo teniendo en cuenta la cercanía de la guarnición de Nisibis. Le parecía suficiente, dice Procopio, preservar la victoria. Volveremos sobre el tema. 

Conclusiones. Como se desprende de su arenga, Firaz tenía una clara idea del dispositivo montado por Belisario, aunque no fue tan lejos como para imaginar la celada que aquel le tendía. Era obvio que el centro de la línea bizantina, que por su aparente debilidad parecía ofrecerse para ser atacado y vencido con un esfuerzo concentrado  del ejército sasánida, constituía una especie de embudo en el que sucumbiría cualquier fuerza atacante embestida simultáneamente por sus flancos por la poderosa caballería bizantina. Por lo tanto, Firaz descartó rápidamente tal alternativa, decidiéndose por un ataque en las alas bizantinas. Y esto era lo esperado por Belisario. No sólo Firaz debía dividir sus fuerzas, sino que tendría que enfrentar a la caballería bizantina, cuya calidad era indiscutible, a lo que debe agregarse que la superioridad numérica de la caballaría sasánida con respecto a la adversaria no era considerable. (LIDDELL HART, 62.)

El primer golpe del segundo día, reiteración en gran escala de la incursión del primer día, contó con un elemento inesperado para los sasánidas: los hunos de Faras que irrumpieron en la retaguardia enemiga desde su escondite detrás de una colina. Variante táctica esta, sugerida por el propio Faras, que Belisario adopta sin dudar.

En el ala derecha bizantina, la embestida sasánida fue intensa y sostenida, pero, como se ha dicho oportunamente, el repliegue de Juan el Armenio, por su profundidad -llegaba casi al pie de las murallas de la fortaleza- pudo tener como finalidad última crear espacios entre los atacantes que facilitaran una penetración desde su flanco derecho.

Cabe preguntarse, por último, acerca de la razón de Belisario para no perseguir al ejército sasánida que se retiraba en desorden. Procopio expresa, como se ha visto, que Belisario rehusaba absolutamente ir más lejos en la persecución que unas pocas millas, ya que temía que los persas pudieran volver sobre sus pasos y atacaran mientras se los perseguía imprudentemente [5]

Yendo más allá de lo circunstancial, “en la historia de la guerra ya hemos encontrado con frecuencia situaciones en las que los antagonistas están menos interesados en la destrucción mutua que en el simple desgaste, inclusive evitando acciones decisivas de gran escala” (DELBRÚCK, 379) y con respecto a la actitud de Belisario en Dara, Delbrück la explica a través de lo dicho por aquel  en ocasión de la presión ejercida por sus tropas a la que se refiere la nota 5. Dijo allí Belisario: “¿No es mejor disfrutar de las ventajas con las que ya contamos que buscar otras mucho más lejanas? …Si forzamos a los persas a abandonar su retirada y entrar en batalla con nosotros, aun si obtenemos la victoria, con ello no obtendremos absolutamente ninguna ventaja, ¿qué importa derrotar a quien está huyendo?... Más aún: ocurre que los hombres acorralados se muestran, aun involuntariamente, muy valientes…” (PROCOPIO, I, XVIII, 32.) 

Concluye Delbrück señalando que, en tanto los persas eran considerablemente superiores, en calidad y cantidad, los bizantinos nunca tuvieron la posibilidad de lograr una victoria en gran escala y duradera. “Esta clase de relaciones de equilibrio político-militares  constituyen la tierra fértil en la que crecen las ideas de la estrategia de desgaste” (382; en el mismo sentido, SARANTIS, 24.)

BIBLIOGRAFÍA (Tercera parte II)

Cameron, Averil, Procopius and the Sixth Century, Routledge, Londres, 1996.
Chandler, David, The Art of War on Land, Hamlyn, Londres, 1974.
Delbrück, Hans, History of the Art of War. The Barbarian Invasions, University of Nebraska Press, Lincoln, 1990.
Farrock, Kaveh, Shadows in the Dessert. Ancient Persia at War, Osprey Publishing, Oxford, 2007.
Greatrex, Geoffrey y Lieu, Samual N.C., The Roman Eastern Frontier and the Persian Wars, Part II, AD 363-630. A Narrative Sourcebook, Routledge, Londres, 2002.
Kaegi, Walter E. Jr., Byzantine Military Unrest, 471-843, An Interpretation, Adolf M. Hakkert, Amsterdam, 1981.
Lee, A.D., War in late antiquity: A social History, Blackwell Publishing, Oxford, 2007.
Liddell Hart, Basil H., Strategy, Praeger, Nueva York, 1954.
Procopio de Cesárea, History of the Wars, Books I and II, The Persian War (De Bello Persico), disponible en Project Gutenberg, www.gutenberg.org/ etext/16764
.
Sarantis, Alexander, Waging War in Later Antiquity, en War and Warfare in Late Antiquity. Current Perspectives, ed. Alexander Sarantis y Neil Christie, Brill, Leiden,  2013.
Zachariah De Mitylene, The Syriac Chronicle, Methuen & Co, Londres, 1899, disponible en https://archive.org/stream/syriacchronicle00librgoog#page /n9/mode/2up





[1]          Con respecto a las cartas, Procopio seguramente ha tenido acceso a las mismas, dada su cercanía con Belisario. En cuanto a la inclusión de las “grandielocuentes” arengas, es probable que, por las mismas razones, la de Belisario sea fidedigna. En cuanto a la de Firaz, es posible que exista mucha “retórica” sobre la base de la que presumiblemente pronunció el sasánida (CAMERON, 146.)
[2]          Belisario basó su defensa por estos hechos, en “la impaciencia del ejército y en la falta de disciplina entre los hombres bajo sus órdenes”   (ZACARIAH DE MYTILENE, 262.) La mayoría de los actos de indisciplina, en sus multiples expresiones, ocurrían precisamente en la zona donde se encontraba Dara, aunque tales hechos, en el periodo que va del año 500 al 565, eran esporádicos. SÍ se dieron múltiples casos de deserciones, huidas del campo de batalla, y otros hechos, que por lo general se debían a una escasa preparación del personal y su bajo nivel combativo (KAEGI, 64.)
[3]              Dice Procopio (Wars, I, XIV, 25) que Firuz esperó al mediodía sabedor de la costumbre bizantina de comer a esa hora, en tanto los sasánidas lo dejaban para avanzada la tarde. Ello, dice, en la creencia de que con el estómago vacío los “romanos” presentarían una menor resistencia.
[4]          Se ha dicho que la fraseología usada por Procopio para describir la matanza de prisioneros es más bien tímida y denota cierta vergüenza ante lo ocurrido, “tal vez debido a que Belisario estaba al mando” (LEE,  330/331.)
[5]              Pocos meses después, en abril de 531, una fuerza persa incursionaba en las provincias a lo largo del Eufrates, donde su curso va de norte a sur. Cuando alcanzó la ciudad de Callinicum (Ar-Raqqah), Belisario fue informado y se puso al frente de una parte de su ejército, en tanto el resto permanecía en Dara. Al llegar a la zona, dio la orden de perseguir a los persas a un día de distancia, buscando tan solo alejarlos, permitiendo su retirada sin entrar en combate. Presionado por la tropa, una buena parte de la oficialidad (especialmente los comandantes locales) y el temor de la población civil, Belisario aceptó entrar en batalla aunque adoptando las medidas necesarias, pero una vez más la impaciencia de gran parte de sus tropas, al borde del amotinamiento, hizo que la batalla se entablara de inmediato. La victoria de los persas fue sin atenuantes (GREATREX, 92.)

© Rubén A. Barreiro 2015

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