En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

25 de septiembre de 2014

LOS ENEMIGOS DE BIZANCIO. Primera Parte


Por Mg. Rubén A. Barreiro

1.         Introducción. A lo largo de su historia, el Imperio Bizantino debió luchar contra múltiples enemigos. A veces, lo hizo contra más de uno al mismo tiempo, y en frentes diferentes. En los mil años de su historia, como ha ocurrido desde siempre, muchos de esos enemigos fueron aliados que se enfrentaron junto con el Imperio a otros oponentes.

            No es menos destacable que en muchas ocasiones la paz del Imperio Bizantino se vio alterada por luchas intestinas, algunas de las cuales fueron de gran duración y de diversos alcances. Tales luchas no se limitaban, por cierto, a intrigas palaciegas y golpes incruentos. Hubo lucha, y feroz como suele ocurrir invariablemente en las guerras civiles.

            Las guerras de Bizancio no estarían completas si no se tratara, siquiera sintéticamente, lo relativo a esa contrapartida necesaria de toda lucha: el adversario. Las características de este, no sólo en los aspectos militares, sino también los políticos, culturales, sociales, económicos, religiosos, etc., determinaron muchas veces la forma en que los bizantinos encararon la lucha y también los resultados de ésta.

            Existe una particularidad que tomaremos muy en cuenta en el análisis que sigue:
la extrema dedicación de los autores militares bizantinos en hurgar tales características de los posibles enemigos del Imperio, lo que demuestra, una vez más, su sabiduría y sentido realista de lo que estaba en juego. Conocer al enemigo es tener una parte de la lucha resuelta, de esto no caben dudas.

Al respecto dice Mauricio:

“…debemos…tratar las tácticas y características de cada una de las razas susceptibles de crear dificultades a nuestro Estado. El propósito de este capítulo es permitir a aquellos que tienen planeado hacer la guerra a esos pueblos que se preparen para ello convenientemente. Ya que no todas las naciones combaten con una formación única o según un modelo idéntico, y no podríamos afrontarlos a todos de la misma forma” [1].

            También historiadores contemporáneos, como Procopio o Ana Comnena, han hecho su aporte al respecto.

            Por cierto que estos trabajos pecan, en especial el de los historiadores,

de parcialidad. Pero no es menos cierto que se trata de puntos de aproximación a la realidad, de fuentes primarias, que no pueden ser desechables sin mayor análisis.

            Va de suyo que en nuestra investigación tales opiniones no serán las únicas, aunque sí las principales (y en algún caso las excluyentes). Y esto tiene, a juicio nuestro, una justificación: la percepción que del enemigo, o de quien pudiera llegar a serlo, por parte de los bizantinos, equivocada o no, explica o bien su conducta en el campo de batalla o su apreciación de los hechos al tiempo de ocurridos.

 Trataremos, en la medida en que la naturaleza necesariamente acotada de este trabajo lo permita, de ahondar en otras fuentes para ampliar aquellas opiniones y criticarlas cuando fuere necesario, como asimismo, para agregar datos que se han omitido en los relatos aludidos.

            No todos los enemigos de Bizancio serán objeto de análisis, y muchos de los tratados lo serán con desigual extensión entre sí. Aquellos que han sido incluidos lo han sido según su “orden de aparición” en la escena bizantina, sin dejar de señalar que, en muchos casos, hubo algunos enemigos persistentes, cuya participación histórica se desvanecía sólo temporalmente para reaparecer años o siglos después.

A.        Persas sasánidas. Uno de los primeros enemigos a los que debió enfrentase el Imperio Bizantino fue el Imperio Persa Sasánida, cuyo vasto territorio ocupaba lo que en actualidad comprende Irán, Irak, Armenia, Afganistán y parte de Turquía, Paquistán, el Cáucaso y Arabia [2]. El imperio sasánida comenzó hacia el año 205 DC y su caída se produjo en 651, como resultado de la incontenible expansión islámica.

El Imperio Sasánida luchó con el Bizantino desde el año 502 al 628, casi ininterrumpidamente. Fueron especialmente notables la Guerra de Iberia Oriental o Caucásica (526-532), la Guerra Lázica (542-562), la Guerra del Cáucaso (572-591) y el sitio de Constantinopla en 616.

            Como ya se ha mencionado, la estrategia bizantina se basaba más en la defensa de sus territorios que en la expansión de estos. Las razones para ello se han comentado en otro lugar. Por su parte, el aspecto predominante de la estrategia sasánida era la expansión hacia el oeste, en especial la península de Anatolia y los territorios cercanos a ella. Inclusive, siguiendo tal tendencia, en el 616 pusieron sitio a Constantinopla.

Tanto en los aspectos organizativos como en los tácticos, los ejércitos del Imperio Sasánida tenían caracteres marcadamente parecidos a los de su antecesor, el Imperio Parto [3].

En uno y otro caso, la caballería era la “columna vertebral” [4] del ejército. Genéricamente, las unidades de este tipo se conocían como asabara, palabra que designaba al guerrero que combatía a caballo como contraposición de quienes lo hacían a pie [5].

Mauricio, en su Strategikon, dice sobre los persas sasánidas:

“La nación persa es perversa, simuladora y servil, pero también patriota y obediente…Por regla general, prefieren llegar a un resultado a través de una buena preparación y por el valor de sus jefes. Le dan prioridad a una aproximación ordenada más que una audaz e impulsiva…Son negociadores intratables: jamás harán una propuesta, inclusive si consideran que para ellos es vital; esperan que tal propuesta venga del adversario…”.

“Llevan armadura y cota de malla y están armados con arco y espada. Están más entrenados que los demás pueblos guerreros en el uso rápido, aunque poco eficaz, del arco…”.

“Su orden de batalla comprende tres cuerpos iguales –centro, ala derecha y ala izquierda-, el centro dispone además de una tropa de élite que cuenta con cuatrocientos o quinientos hombres… La formación no se presenta con una profundidad uniforme. Se preocupan de ocupar con jinetes la primera y segunda línea de las falanges, manteniendo un frente de formación densa y rectilínea…Cuando entran en combate con lanceros, se apresuran en formar línea de batalla en el terreno más accidentado, usando sus arcos, de manera tal que la carga de los lanceros se disperse y se rompa como consecuencia de los accidentes del terreno…”.

“Para combatirlos…escoged, de ser posible, un terreno sin accidentes ni pantanos, fosos o matorrales susceptibles de romper la formación…Una vez que estén al alcance de las flechas, lanzad el ataque o la carga adoptando un orden denso y regular, y hacedlo sin demoras, ya que toda demora en la marcha para contactar el enemigo hará que su ritmo de fuego regular le permita lanzar más proyectiles sobre nuestros hombres y caballos…” [6].

Por su parte, Procopio se ocupa extensamente de las características militares de los persas sasánidas, en varios lugares de los dos primeros libros de su Historia de las Guerras. Los comentarios más salientes son los que a continuación se transcriben:

“…los persas son casi todos arqueros y aprenden a lanzar sus flechas mucho más rápidamente que cualquiera, aunque los arcos con que lanzan sus flechas eran débiles y no estaban suficientemente tensados, de tal manera que sus flechas, alcanzando la coraza, tal vez, o el yelmo o escudo de un guerrero romano, se rompían y no tenían fuerza para herir al hombre al que habían alcanzado [7]…Toda su infantería no es más que una turba patética de campesinos que llegan a la batalla sin otro propósito que penetrar las murallas y despojar a los muertos y, en general, servir a los soldados. Por tal razón no tienen ninguna clase de armas que presente problemas a sus oponentes, y sólo llevan enormes escudos para no ser alcanzados por el enemigo” [8].




[1]     Transcripto en CHALIAND, Gérard, Anthologie mondiale de la stratégie. Des origines au nucléaire, Robert Laffont, París, 1990, pág. 234
[2]      Los sasánidas denominaban a su imperio Eranshar, o sea “sitio de los arios”.
[3]      NICOLLE, David, Sassanian Armies, Montvert Publishing, 1996, págs. 6 y 15.
[4]      Ibid., pág. 10.
[5]      Encyclopaedia Iranica, voz “aswar”, http://www.iranica.com/newsite/home/index.isc, sitio visitado el 13 de julio de 2008.
[6]      Transcripto en CHALIAND, G., op. cit., págs. 234/236.
[7]      PROCOPIUS OF CESAREA, History of the Wars, The Persian War, Libro I, pág. 32, disponible en www.gutenberg.org/files/16764/16764-h/16764-h.htm#PageI_xviii_52#PageI_xviii_52, sitio visitado el 30.08.09.  Procopio escribía esto a propósito de la batalla de Callinicum, en la que Belisario fue derrotado por los sasánidas.
[8]       Idem., pág. 25.

©2014. Rubén A. Barreiro

No hay comentarios:

Publicar un comentario