En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

25 de marzo de 2015

Handgonnes, los  “cañones de mano” medievales.

Tercera Parte

Mg. Rubén A. Barreiro

La operación del handgonne.  Importancia del tema. El handgonne, a través de sus variadas versiones y durante el lapso en que fue utilizado, no tuvo un carácter gravitante y menos aún, decisivo, en los combates y sitios en que participó. Competía, con notorias desventajas, con el arco largo y la ballesta.  Pero fue un precursor, un punto de partida, que desembocó en las armas de fuego individuales que sí constituyeron un elemento relevante en las “revoluciones militares” habidas a partir del siglo XVI. Es por tal razón que el estudio de la operación del handgonne mostrará cómo se llegó, por el camino del ensayo y error, a aquellas armas que alcanzaron, ellas sí, resultados decisivos en la historia de la guerra.


Esa trayectoria de ensayo y error va trazando una serie de cambios y alternativas que emparentan a los sucesivos ejemplares tan solo por aquella doble caracterización de la que hablamos al comienzo de este trabajo: a. arma de fuego portátil de uso individual; b. sin mecanismo o sistema de disparo.

Fue así que se probaron formas, tamaños, procedimiento de carga del proyectil y propulsor, diámetro y ubicación del oído a través del cual se deflagraba la pólvora, incorporación de dispositivos tanto para facilitar el transporte y apoyo del arma, como para soportar los efectos del retroceso provocado por el disparo, etc. Todos estos desarrollos, como se ha visto (y se verá) darían forma, dimensión e individualidad a las armas del siglo XVI, de las que el arcabuz, principal aunque no excluyentemente, fue el primer exponente, seguido más tarde por el mosquete, que estaría presente en los campos de batalla hasta bien entrado el siglo XIX.

***

Cañones y handgonnes. Como ya hemos tenido ocasión de verlo, los handgonnes derivan directamente de los cañones en uso en la época de la aparición de aquellos. Se trata, en suma, de una “miniaturización” de las piezas de artillería existentes en la época en que los handgonnes comenzaron a aparecer.


Detalle del cañón del Berner Büchse (ver ilustración de la pieza
completa en, supra,  "características del handgonne")
Como puede advertirse en el detalle del Berner Büchse la configuración es la del cañón de una pieza de artillería. Pero más allá de la forma, que con el tiempo fue variando según puede comprobarse en las ilustraciones que se incluyen en el texto, coexistieron entre cañones y handgonnes dos características comunes: el proceso de carga y el sistema de ignición de la carga propulsora. En efecto:  a. unos y otros cargaban el proyectil y la pólvora propulsora por la boca del cañón (avancarga); b. la secuencia de carga: pólvora, taco, proyectil también era la misma, al menos hasta la aparición de la pólvora granulada en los tiempos previos a la aparición de la llave de mecha (matchlock); y c. el sistema de ignición de la carga propulsora y el disparo consiguiente del proyectil se producía en ambos casos a través de la introducción en el oído de una mecha encendida o una barra de hierro al rojo (con el tiempo, como se ha visto oportunamente, se utilizó pólvora de cebado que se colocaba en el oído). 

El proceso de carga. La carga se hacía con la secuencia pólvora, taco de madera, cuero o estopa, proyectil y, a veces, un nuevo taco por encima de éste (VAN CREVELD, 84). Es útil recordar las razones habidas para este procedimiento. Al comienzo de este trabajo (véase “Las primeras armas de fuego en Occidente”), recordamos que Delbrück había señalado con respecto a la utilización de la pólvora como elemento propulsor de un proyectil que “la real invención que condujo de la pólvora al disparo [de un proyectil] fue la invención del proceso de carga [del arma]” (27). La pólvora “negra” utilizada durante buena parte de la vigencia del handgonne, era una mezcla de los tres componentes ya conocidos, molidos finamente. La superficie de las partículas de esta mezcla era demasiado pequeña como para permitir que la llama inicial se expandiera por todas las partículas de una manera uniforme y simultánea. 

Los handgonners (y los artilleros) experimentaron: por un lado, cayeron en la cuenta que si atacaban la carga con la baqueta para compactarla, no habría oxígeno que permitiera que la carga se encendiera. Pero por el otro, si la carga quedaba demasiando “suelta” la ignición sería insuficiente, el proyectil no sería proyectado con toda la potencia desatada por la explosión, ya que cuando los primeros gases se originaran serían suficientes para propulsarlo fuera del arma,  con lo que su alcance y poder de penetración disminuían hasta tornarlo inofensivo. Concluyeron entonces, que en la recámara debía cargarse el propulsor de manera tal que quedara un espacio entre su superficie y un taco, ya descripto, que sellara ese espacio y sobre el cual se colocaría el proyectil. De esta forma, las partículas de la pólvora accederían simultáneamente al oxígeno necesario para la combustión y al mismo tiempo el taco interpuesto facilitaría que todos los gases se reunieran para hacer efectivo el disparo [1].

De esta descripción surgen las dificultades que tenían los handgonners para disparar su arma, proceso que sólo aparentemente parecía sencillo. Debe pensarse, tan solo, en cómo medía la cantidad de pólvora necesaria, ya que disponía de la misma en un morral o recipiente similar, debiendo extraer “a ojo” la cantidad necesaria. Esto último era mucho más complejo en los primeros tiempos del uso de la pólvora negra, cuando durante el transporte de la misma, ya mezclada, sus componentes se separaban debido a la diferencia de sus pesos específicos, por lo que el handgonner o el artillero debían volver a mezclarlos antes de cargar el arma. En algún momento, para evitar esto, el handgonner llevaba los tres elementos por separado y recién los mezclaba en el momento de utilizarlos, con lo cual el proceso se dificultaría aún más. En los estadios finales del handgonne, prácticamente con la aparición de la llave de mecha, los handgonners portaban una especie de cartucho con la mezcla preparada en las proporciones correctas.


Con respecto a los proyectiles, casi desde la aparición del handgonne, los mismos fueron de plomo, reservándose los de piedra para las piezas de mayor tamaño, de uso no individual. Es posible que muy al comienzo se hayan utilizado proyectiles de piedra, aunque los exiguos calibres del arma harían descartable tal opción al menos luego de un tiempo breve de experimentación. Lo mismo podría haber ocurrido con el lanzamiento de flechas. En cuanto a los proyectiles metálicos, siempre de forma esférica, el uso del plomo desplazó al hierro, tanto por razones de simplicidad de elaboración como por el costo más bajo.

Preparando el disparo. Cargada el arma, aparece una nueva dificultad: dar fuego a la carga propulsora, poner el arma en posición de disparo y apuntarla. Como se ha dicho, el operador del arma acercaba al oído una mecha encendida o una barra de metal al rojo para que la carga deflagara y liberara sus gases. Por la naturaleza misma del procedimiento queda explicado que en gran cantidad de casos no se produjera la deflagación, sea por circunstancias climáticas o de otro orden que impidieran que el elemento ígneo pudiera acercarse eficazmente al oído del arma, sea por cuestiones atinentes a la propia carga propulsora (excesivamente húmeda, por ejemplo).



Según las diversas representaciones existentes [2], la posición en la que el handgunner acercaba la mecha al oído, lo muestra sosteniendo el arma con la mano izquierda y con la culata o soporte debajo del brazo (izquierdo o derecho).

En el caso de algunos modelos, como el ilustrado en el Bellifortis, un extremo del arma se apoyaba en el suelo o en un elemento fijo y el cañón se apoyaba en un soporte.  

Apuntando y disparando. Con relación a la puesta en posición del arma para apuntarla al blanco y dispararla, es necesario remitirse en forma especial a las diversas y numerosas ilustraciones de la época. Algunos autores se han basado, precisamente, en las que muestran, como las que anteceden, al handgunner aplicando la mecha y a partir de allí sacan la conclusión de que “invariablemente se lo  muestra [al handgonne] apuntando hacia arriba, en un ángulo de unos 45° con relación al suelo” y como conclusión se dice que “debieron existir escasas perspectivas de alcanzar blancos específicos mediante tal procedimiento” (OAKESHOTT, 31). Salvo el caso del Bellifortis, con un extremo apoyado en el suelo y el otro en una horquilla, posición desde la cual es disparado, en los casos a los que se refiere el autor mencionado, los grabados pertenecen al momento en que el handgonner acerca la mecha al oido para disparar el arma.

Observando tales grabados, parece claro que el handgonner aleja en lo posible su rostro con respecto al oído, para evitar ser afectado tanto por las llamaradas como por los gases que escapan por allí con la deflagración del propulsor. Esto se ha visto como un impedimento para que el handgonner, al mismo tiempo que acercara la mecha al oido, apuntara el arma con eficacia (DELBRÜCK, 37; MCLACHLAN, 33). Más aún, se ha considerado que ello hacía “virtualmente imposible” apuntarla (JONES, 153).


Sin embargo, del grabado adjunto se observa a handgonners atacando una plaza fuerte, con sus armas en posición de disparo y apuntando hacia los adversarios reunidos en el coronamiento de la muralla. Al mismo tiempo, se los muestra acercando la mecha a su arma para pegar fuego al propulsor y efectuart el disparo. Entendemos que esta representación no desmiente las aserciones del párrafo anterior, como tampoco las que se tratarán más adelante. Siendo los handgonnes armas que estaban en constante desarrollo y experimentación, es perfectamente posible que haya sido operada de diferentes maneras aun en forma simultánea.

Pero al revisar otros grabados, se advierte que el handgonner, ya en combate, sostiene firmemente el arma, que se encuentra en un plano paralelo al suelo o ligeramente por encima del mismo (salvo que, como sucede en el caso de ataques a fortalezas el blanco estuviera en alto, con lo que el ángulo de tiro queda justificado). En estos caso, el arma se apoyaba  debajo del brazo, sobre el hombro o contra el pecho del tirador. En todos los casos, también es necesario señalar un detalle más que importante: los handgonners están apuntando el arma lista para disparar, o sea, que ya se ha pegado fuego a la carga propulsora, pese a lo cual, el disparo todavía no habria ocurrido [3] La conclusión no puede ser otra que el encendido de la carga y el posicionamiento del arma para su disparo en dirección al blanco no son simultáneos. Más adelante se mencionará una interesante conclusión al respecto.


Izq. Sitio de Nidau por los berneses, Suiza (1388). En la primera fila, a la izquierda, handgonners disparando sobre el coronamiento de las murallas. Otros sostienen el arma sobre el hombro, en posición de reposo. Un detalle que muestra el tiempo de transición es el fundíbulo en el primer plano, con su carga de piedras. Dcha. Sitio de Rapperswil por los Confederados, Suiza (1388). Nótese la primera fila de handgonners apuntando hacia la muralla (el ángulo de tiro es positivo en virtud de la posición del blanco, mientras uno de ellos está cargando el arma, atacando con la baqueta (SCHILLING, mss. h.h.l.1 251, 250).

Izq. Sitio de Weesen por los Confederados, Suiza (1386). Es interesante el parapeto de contención de los sitiadores. Nótese el handgonner de la derecha, atacando la carga con la baqueta, armado con un espada y lo que parece el morral de la pólvora . Dcha. Combate ante los muros de Reutlingen entre tropas de Berna y de los señores de Wurtenberg (1377). Es un raro ejemplo de uso de los handgonnes en enfrentamientos campales. Como curiosidad, uno de los jefes wurtenburgueses blande una lanza con emplumado propio de las flechas (SCHILLING, mss. h.h.l.1 243, 218). 

Guerra de los Cien Años. Izq. Sitio de Ramorantin por los ingleses (1356). 
Dcha. Sitio de Purnon por los franceses (1369). (JEAN DE WAVRIN, 76-186v; 77-345).
Como observación general relativa a la efectividad del handgonne respecto a “blancos específicos”, debe tenerse en cuenta que el uso que se le daba en las escasas batallas campales en las que participó (salvo el caso de las guerras de Borgoña, cuando ya la Edad Media concluía)  estaba dado, por lo general, por disparos que apuntaban a una masa o conjunto de adversarios, del mismo modo que ocurría con los arcos, y no “a un blanco específico”. 

Más arriba, hemos mencionado una interesante explicación acerca de la “asincronía” que habría entre el momento en que se pega fuego a la pólvora propulsora y la deflagración de esta, lapso que permitiría al handgonner poner el arma en posición de hacer fuego. El investigador [5] tomó como ejemplo la siguiente ilustración

Sitio de Arras por Luis XI de Francia, Chroniques d'Enguerrand de Monstrelet (los número en las imágenes han sido puestos por el investigador para ilustrar sus experimentos)
En esta se observa a tres hangonners disparando sus armas, a las que sostienen con ambas manos. Pero un cuarto, detrás de la primera línea, está dando fuego al arma, en una posición totalmente diferente a la de disparo. Esto significaba que había un intervalo entre el momento en que se pegaba fuego al propulsor y el disparo del arma, lapso que daba tiempo al handgonner para llevar el arma a la posición de disparo.

La explicación encontrada por el el investigador es notable: por un lado, la pólvora que se usaba en aquel entonces no era granulada (véase nota 1), por lo que el proceso de combustión era lento, según lo explica Delbrück. Por el otro, esta lentitud aumentaba en relación directa con el diámetro del oído. Los experimentos que el investigador realizó con una arma replicada, mostraron que el intervalo entre el momento en que se acercaba la mecha y la deflagración que provocaba el disparo podía ascender a 3 ó 4 segundos (de acuerdo con el diámetro del oído), tiempo suficiente para que se adoptara la posición de disparo, sostenéndose el arma con ambas manos. No hay pruebas concretas que el diámetro del oído fuera aumentado expresamente para lograr este efecto, pero no puede descartarse que en la serie sucesiva de ensayos y errores que caracterizó la evolución del handgonne, se haya descubierto tal efecto. 

Los riegos de la manipulación del handgonne. Más allá de las variantes sobre la forma de utilizar los handgonnes, el empleo de tales armas significaba un peligro intrínseco, eso es, ajeno a los riesgos propios del combate, para quienes las manipulaban. Bien se ha señalado al respecto que para los soldados del siglo XIV “el misterioso poder provocado por la pólvora era demasiado imprevisible como para no tratarlo de ninguna otra forma que no fuera con distante respeto…utilizar pólvora como propulsor en un arma sostenida con las manos requería, por lo tanto, superar un elevado umbral de desconfianza, ansiedad y profundo temor ” (KEEGAN, 328). En su momento  se verá (infra, Handgonne vs. arco largo y ballesta) cómo, según Keegan,  se operó un “proceso psicológico” que llevó a los handgonners de su “relación” distante con las armas a su cargo, a otra de “intima” confianza con las mismas.
Algo común y peligroso. Fragmento de handgonne hallado en el campo de batalla de Grandson, cantón de Neuchatel, Suiza. El cañón ha estallado probablemente debido a una falla de fabricación y/o de una excesiva carga de pólvora (http://mhm.hud.ac.uk/eeg/)


[1]          Estos problemas desaparecieron con la invención de la pólvora granulada. Sin entrar en mayores detalles,  las  pequeñas partículas que componían la pólvora negra fueron reemplazadas por granos de mayores dimensiones, que por lo mismo, dejaban espacios a su alrededor que favorecían una combustión uniforme y simultánea de la carga. Por lo mismo, su carga era más sencilla y rápida, en tanto ya no era necesario cuidar que el ataque con la baqueta fuera tan preciso como anteriormente. Por último, la pólvora granulada era dos o tres veces más potente que la negra, por lo que la carga podía reducirse en la misma proporción (para arrojar un proyectil del mismo peso, un cañón necesitada 34 libras de pólvora negra contra 18 de pólvora granulada) (KELLY, 61/62).
[2]          Las fuentes utilizadas por las investigaciones relacionadas con el handgonne son, en primer lugar, los ejemplares que han ido encontrándose y que se encuentran diseminados en diferentes museos, en los que se puede apreciar la diversidad de concepciones existentes. Luego, las representaciones (grabados, dibujos, etc.) más o menos contemporáneas con su uso. Y por último los relatos y crónicas de la época. Muchos de los trabajos sobre el tema principalmente se han basado, como el presente, en tales grabados y dibujos, en especial en lo referido a la operación y aspecto del arma. En muchos casos, el artista produce su grabado muchos años después de la época representada y, entonces, no puede evitar que el handgonne que allí se muestra poco tiene que ver con los ejemplares de la época representada, y sí con las armas existentes en el momento en que el grabado es creado. Sin que esto implique de ningún modo desechar a estas producciones, invalorables en muchos sentidos, las mismas debieran analizarse sin perder de vísta lo dicho para detectar posibles anacronismos. Una cuarta fuente para la investigación está dada por las diferentes sociedades de recreación histórica, a las que ya hemos hecho referencia, las cuales, mediante la recreación de armas de determinado periodo, tal el caso del handgonne, y su utilización, dan pautas más que interesantes que ayudan a dejar en claro aspectos relacionados con la operación del arma (carga y disparo, por ejemplo).
[3]          Podría decirse que el disparo ya ha ocurrido, pero en tal  caso los tiradores estarían cargando el arma nuevamente, como lo hace su camarada.
[4]          En los grabados de Schilling se advierte un claro anacronismo: las acciones que ilustran transcurren en los años 1377, 1386 y 1388), época en la que aún no estaban en uso handgonnes con culatas con apoyo en el hombro. Seguramente, esto se debe al problema común ya referido: el ilustrador da a las armas el aspecto que tenían en el momento en que elaboraba su trabajo. En este caso, Schilling trabajó entre 1474 y 1484. Ello no obsta para dar por posible la posición adoptada por los handgonners al preparar el disparo, ya que con esa culata o los apoyos anteriores, el sistema para dar fuego a la carga propulsora era el mismo. 
[5]          Quien se identifica como Spiridonov en el sitio www.vikingsword.com/ vb/showthread.php?t=13209.  El mismo incluye varios videos con sus experimentos, los que pueden observarse en http://www.youtube.com/watch?v=Q92PTuw3lpU    y los que se detallan en el sitio.
       
© Rubén A. Barreiro 2015

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