En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

28 de marzo de 2015




Handgonnes, los  “cañones de mano” medievales.

Conclusión

Mg. Rubén A. Barreiro

El handgonne, arma de fuego y de combate cuerpo a cuerpo. Algunos handgonnes estaban construidos con formas especiales que permitían que cuando la lucha se tornaba en un cuerpo a cuerpo, podían utilizarse como hachas o mazas, tal como se muestra en las ilustraciones (GREENER,  46 ; DELBRÜCK, 38.)



Arriba: Handgonne-garrote. Debajo: Hangonne-hacha de combatePara disparar,
el hacha se hacía girar, invirtiéndola. 
Ambas armas fueron fabricadas en el siglo XV
(GREENER, 46; 48).
Ello se debía a que, dado el reducido alcance del arma, y a la lentitud de su recarga, el adversario, que se encontraba a poca distancia, atacara al operador entre la descarga y la recarga. De todos modos, debe tenerse presente que, salvo algunos casos específicos, el arma tuvo poco uso en batallas campales.


Handgonne hallado en el Castillo de Vedelspang. De hierro, dataría de principios del siglo XV.  Se observa un gancho cerca de la boca del tubo  (Tøjhusmuseet, Copenhagen).

Handgonne vs. arco largo y ballesta. La introducción de armas de fuego, cualquiera fuere su tipo, si bien significó el comienzo de un cambio de real significación, no desplazó a las armas en uso, tanto a las de artillería mecánica (especialmente el trebuchet o fundíbulo) como a las de infantería (arco largo y ballesta) (DEVRIESS-SMITH, 172). Durante un largo periodo, en especial las de infantería, coexistieron unas y otras y el proceso de reemplazo fue prolongado.

En el examen de  la literatura referida al handgonne, una de las cuestiones abordadas con más frecuencia es la comparación entre su performance y sus contemporáneos arcos largos (longbows) y ballestas. Existen posiciones extremas, como aquella que afirma que en los siglos XIV y XV el arco continuaba siendo igual o superior a los “armas de fuego primitivas” tanto en cadencia de fuego, precisión y alcance (DEMING, 180; JONES, 153).

Debe tenerse en cuenta que establecer estas comparaciones a lo largo de un periodo de unos ciento cincuenta años, resulta bastante difícil y sus resultados pueden no ser confiables. Al mismo tiempo, arcos largos y ballestas presentan marcadas disimilitudes entre sí. El arco largo se manifestó como un arma sobresaliente, con capacidad para decidir batallas en la medida que desde el punto de vista táctico se aprovechara su singular performance (tal el caso de las batallas  de Crécy (1346) y Agincourt (1415), durante la Guerra de los Cien Años.) Pero debe tenerse en cuenta que su uso requería largo tiempo de práctica y gran habilidad para dispararlo.

La ballesta, en cambio, requería menos entrenamiento y habilidades. El handgonne, por su parte, era muy fácil de usar y por lo tanto requería poco tiempo de práctica y tal particularidad lo tornaba de uso masivo. Arcos largos y ballestas tenían una alta cadencia de tiro y precisión, en tanto el handgonne adolecía de una y otra. El proceso de carga y recarga (propulsor, proyectil, ataque de la carga con la baqueta, etc.) requería un tiempo considerable.  Arco largo y ballesta sólo tenían que cargar y recargar un proyectil, aunque en el caso de la ballesta era necesario el proceso de retensarla, durante el cual el ballestero debía protegerse con un escudo (la pavisse, que por lo general requería un hombre adicional para transportarlo y sostenerlo mientras el ballestero retensaba). Como hemos visto, Keegan habla de “un proceso psicológico” que transformó la desconfianza inicial de los handgonners respecto a sus armas, en una relación “íntima” con las mismas, de lo cual infiere que los primeros handgonnersbien podrían haber sido ballesteros
 
Keegan, observando algunas características de la ballesta (culata del arma y su apoyo en el hombro del ballestero, que absorbía el retroceso al liberarse -por medio de un gatillo- la cuerda que disparaba el proyectil) conjetura que “los primeros usuarios de armas de fuego bien podrían haber sido ballesteros” (KEEGAN, 328/329). Como la aparición de la culata en los handgonnes corresponde a un estadio bastante avanzado de su desarrollo, es probable que Keegan haya tenido presente el desarrollo del arma en sus últimos tiempos, inclusive cuando  la llave de mecha (matchlock) estaba siendo experimentada  y ya se estaba abriendo paso el arcabuz.

En algún momento se ha hablado de una “competencia” entre handgonnes y ballestas. Ambas armas coincidían en los mismos rangos y en los mismos enfrentamientos (sitios o batallas campales). El avance del handgonne llevó a un mejoramiento de la performance de la ballesta, en especial con relación al poder de penetración de los dardos. Esto requería un tensado cada vez mayor, hasta que se llegó a ballestas de acero, cuyo tensado se hacía por medio de un molinete. El aumento del poder de penetración fue tan notable como el engorro y lentitud de la operación. Al mismo tiempo, se hacían progresos notables con el handgonne, relacionados con su manipulación, carga y cadencia de tiro. En tal “competencia”, como era de prever, finalmente prevaleció el handgonne, o, sus sucesores directos, los arcabuces y mosquetes (MCLACHLAN, 27).
Ballestero disparando con la pavisse a sus 
espaldas. El mismo, retensando el arma con
un molinete y el escudo sostenido por un
asistente. 
Por su parte, se han hecho pruebas recientes con handgonnes replicados, que han mostrado una velocidad del proyectil mayor a las flechas y dardos de arcos y ballestas. De manera que su poca precisión y baja cadencia de tiro quedaban compensadas con mayor alcance y poder de fuego (DEVRIESS/SMITH, 199.) Una vez más: debe tenerse presente que estas comparaciones resultan de difícil aplicación a todo el periodo, de unos ciento cincuenta años, de uso simultáneo de las tres armas, durante el cual el handgonne, en especial, experimentó muchos cambios por lo que la conclusión indicada al comienzo del párrafo sólo debiera aplicarse a los modelos más avanzados, poco tiempo antes de la aparición de la llave de mecha (matchlock).

La llave de mecha, además de privar al handgonne de uno de sus elementos esenciales, posibilitó la introducción de armas como el arcabuz y más tarde el mosquete, cuya utilización marcó la paulatina desaparición de arcos y ballestas, luego de un periodo de coexistencia más o menos prolongado. En 1595, Inglaterra prescindió del arco largo, “el arma nacional”, para sustituirlo con arcabuces y mosquetes. La medida fue controvertida y durante siglos subsistieron opiniones encontradas sobre la oportunidad y conveniencia de tal sustitución (ESPER, passim).

Significación de la aparición y uso  del handgonne. La aparición en el campo de batalla de soldados provistos de un arma de fuego de uso individual, significó, “una experiencia traumática" para el espíritu caballeresco que aún campeaba en la época (OAKESHOTT, 29), en tanto era una forma de combatir considerada artera y hasta cobarde, ya que disparaban, se decía, al amparo de la seguridad que daba la distancia[1].

Sin embargo, el relativo alcance del arma y el tiempo que demandaba la recarga otorgaban poca seguridad a los handgonners. Esta fue la razón por la que se se utilizara principalmente en el ataque y defensa de fortalezas o, si se trataba de combates en campo abierto, los handgonners debían ser protegidos por tropas de infantería armadas con picas o armamento similar. 

Detrás de esto existía también un rechazo a quienes eran, por lo general, operadores de las nuevas armas. En tanto el uso de las mismas requería un entrenamiento más que breve, “cualquier campesino rústico” podía transformarse en un handgonner eficaz. De todos modos, poco a poco la infantería se fue dotando de estas armas. Así, por ejemplo, a mediados del siglo XIV en Italia, los schoppetari, armados con scopetti de bronce o hierro (una de las tantas variedades o denominaciónes de los handgonnes), integraban, primero, las guarniciones de plazas fuertes y más adelante participaban en combates. En la de Caravaggio (1448), Francisco Sforza tenia a sus órdenes tantos infantes así armados “que tenia dificultades para ver a causa del humo” (CONTAMINE, 172.) Este mismo autor señala que también los particulares poseían armas de este tipo, dando el ejemplo de los ciudadanos de Neuchatel, en el actual territorio de Suiza: en 1470, de 523 censados, 100 de ellos contaban con culebrinas de mano (189).

Hacia mediados del siglo XIV comenzó a insinuarse la que con todo acierto Clifford Rogers caracterizó como “la revolución de la infantería”. Siendo el handgonne un arma típica de la infantería y surgida, precisamente, alrededor de esa fecha, es preciso tenerla en cuenta como un elemento que contribuyó para tal “revolución”.  El nuevo éxito de las fuerzas de infantería en Europa Occidental”, expresa Rogers, se basaba en nuevos desarrollos, entre los cuales otorga gran importancia al arco largo. Pero el concepto subyacente en toda su teoría, es la incorporación cada vez mayor de gente del común en los ejércitos y campos de batalla, manipulando armas de características que, hasta el momento, eran tenidas como antagonistas conceptuales de todo lo que significaba el guerrear de la Caballería.

La nueva infantería, en efecto, incorporó a su armamento tradicional el arco largo y el handgonne (que Rogers no menciona, pero que evidentemente participa de esos desarrollos que respaldaron el progreso de la infantería), execrados por los caballeros, como antes había ocurrido con la ballesta. La guerra se tornó entonces en un enfrentamiento “a matar y morir”, pasando a ser un asunto cada vez más sangriento en lugar de un evento casi deportivo como hasta entonces. Ya no era tan importante hacer prisioneros para obtener rescate (los infantes del común no poseían recursos para ser rescatados) e inclusive, por razones técnicas, ya no era tan fácil hacerlos: el arco largo o el handgonne no permitían que la distancia entre los antagonistas fuera tan reducida como para ofrecer o aceptar rendición…Ya no existía, dice Rogers, la “hermandad de armas” que que identificaba a los caballeros de bandos enfrentados. Antes bien, las diferencias sociales afloraban, haciendo más violenta y despiadada la batalla (ROGERS, passim).

El handgonne era un arma de construcción sencilla y barata, su empleo no requería entrenamientos prolongados o  conocimientos especiales, por lo que el reclutamiento de la infantería que lo utilizaba provenía de una base social cada vez más amplia, echándose mano a las capas más bajas de la población.

Uno de los aspectos sociales más saliente de la “revolución de la infantería” fue que condujo a un mayor peso político de la “gente del común”, como dio en llamarse a esa franja de la población de la que se nutría la infantería de la época.

La culminación del desarrollo del handgonne. Hacia fines del siglo XV, se estaban incorporando al diseño y operación del handgonne varios elementos que resultaban de esa experiencia de ensayo y error que se había desarrollado durante casi dos siglos. Las formar originales, de “cañón en miniatura” habían quedado desplazadas. El soporte de madera se había transformado poco a poco en una culata que permitía al handgunner apoyar el arma contra el hombro para poder dirigirla hacia el blanco, apuntándola. La generalización del uso de pólvora granulada garantizó una deflagración y consiguiente producción de gases propulsores uniforme e instantánea. Como consecuencia, se incrementó el alcance, velocidad inicial, precisión y poder de penetración del arma. Una cazoleta lateral con pólvora de cebado facilitó su confiabilidad, disminuyendo notablemente la cantidad de disparos fallidos.

Estas modificaciones llevaron necesariamente a la creación de un dispositivo que sustituyera la maniobra manual de encendido del propulsor, dejando libres ambas manos del operador para manipular el arma. Y fue así como surgió la llave de mecha (matchlock), que representó “una economía de esfuerzos que hasta el día de hoy no ha podido mejorarse”. Con la incorporación de este mecanismo,  el handgonne perdió su característica esencial, aunque logró perpetuarse como un precursor de las armas de fuego individuales que estarían presentes en todos los campos de batalla desde entonces.


  
Bibliografía
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[1]          En 1439 se enfrentaron mercenarios de Venecia y Boloña. Estos últimos utilizaron handgonnes en la batalla, matando a algunos venecianos. Finalmente, los venecianos triunfaron y mataron a todos los handgonners boloñeses, ya que sostenían que si “continuaba el uso de tal diabólica invención, la guerra devendría realmente peligrosa”. Años después, el célebre condottiero Vitelozzo Vitelli afirmaba no dar cuartel a cualquier soldado que portara un handgonne (OAKESHOTT, 29.)
© Rubén A. Barreiro 2015

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