En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

21 de marzo de 2015

La frase de la semana.


¿De qué servirán en adelante la astucia de los hombres de armas, su prudencia, su fuerza, su audacia, su bonhomía, su disciplina militar y su deseo de honor, si en la guerra se ha permitido el empleo de tales invenciones?  Anónimo.


Con esta frase, su anónimo autor evocaba la muerte de uno de los “caballeros sin miedo y sin reproche” de fines de la Edad Media y comienzos del Renacimiento, Louis de Tremoille, y las invenciones mentadas eran las armas de fuego y, para el caso, los arcabuces, con uno de los cuales un soldado español dio muerte al general francés en la batalla de Pavía. Por cierto, frases con el contenido de la transcripta han acompañado la aparición de nuevas armas o la utilización de algunas consideradas como símbolos de cobardía o de inmoralidad, pese a lo cual y en la gran mayoría de los casos, se siguieron usando... Lico, el personaje del Heracles o Heracles Furioso de Eurípides, desprecia a Hércules: “adquirió su reputación de bravura… luchando con animales. Pero, por lo demás, sin ningún coraje. Jamás ha sostenido un escudo en su brazo izquierdo ni enfrentado una lanza, aunque llevando un arco, la más cobarde de las armas, siempre estaba listo para huir. Lo que prueba la valentía de un guerrero, no es el tiro al arco, sino aguardar, el ojo avizor, el asalto de un mar de lanzas y defendiendo su puesto”. Y Plutarco recuerda a Archidamus, rey de Esparta, cuando al ver el proyectil lanzado por una catapulta, exclamó: ¡Por Hércules! Ha muerto el coraje del hombre! John Hale cita al teólogo renacentista Heinrich Salmuth: "¿Qué dijo el laconio al ser herido por un dardo? No me peocupa la muerte, sino haber caído por una herida provocada por un enclenque arquero” (otro de los “deméritos” de arcos, ballestas y armas de fuego era que no requerían, según sus detractores, demasiada destreza o fuerza física para usarlas). Soldados armados con ballestas, handgonnes o arcabuces, en muchos casos fueron muertos al caer prisioneros por el hecho de usar esas armas, que “mataban a la distancia y sin peligro para el que las usaba” (esto último era, por cierto, más que relativo...). La ironía, que tal vez el anónimo autor no tuvo en cuenta, es que la infantería del ejército francés en Pavía, del que el señor de Tremoille era uno de los jefes destacados, también estaba armada con arcabuces, que habían reemplazado desde hacía un tiempo a las tan temidas y denostadas ballestas.
© Rubén A. Barreiro 2015

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