En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

15 de noviembre de 2014

FUEGO Y MANIOBRA


GUERRA DE LA EDAD MEDIA  



ESTANCAMIENTO Y RETROCESO. Segunda Parte


BIZANCIO  El Imperio Romano de Oriente conservó las formas alejandrinas del ejército, incluyendo en ello a los Foederati, que, recordemos, eran las tribus bárbaras a las que el emperador autorizaba a instalarse dentro de sus tierras a cambio de proveer de soldados para la defensa. Estos soldados mejoraron con sus aptitudes la capacidad del ejército; los Hunos, Alanos y Avaros elevaron la calidad de la caballería ligera mientras que los Godos, Hérulos, Vandalos, Gépidos y Lombardos hicieron lo propio con la pesada. La proporción
de bárbaros creció al punto que bajo Justiniano la mitad de las tropas imperiales eran foederati, los que se integraban en unidades étnicas. 


La necesidad de mantener inviolables las fronteras del imperio hizo que los ejércitos de campaña debieran ser móviles por lo que la caballería cobró mayor importancia en perjuicio de la infantería. La defensa de los territorios de la Roma Imperial originalmente había sido estática confiada a la construcción de fuertes y murallas y al establecimiento de campos de legionarios inmediatos a ella. Con el tiempo se ensayaron otros sistemas defensivos; primero mientras el núcleo del ejército era la legión y las amenazas eran de baja intensidad se practicó una defensa elástica basada en guarniciones de frontera y en ofrecer terrenos devastados inmediatos a la misma, que privaban al invasor de recursos debilitándolo, en tanto que se reunía un ejército de legionarios para eliminar al agresor. Este sistema ya exigía de movilidad en las fuerzas imperiales para concentrarse y atacar lo que comenzó a impulsar el empleo de tropas montadas. Posteriormente con la llegada de Dioclesiano al poder se estableció una defensa en profundidad multiplicándose los puestos fijos de defensa sobre la frontera y en las avenidas de aproximación, asimismo se proveyó de caballería a las guarniciones de frontera para darles una mayor capacidad de respuesta y las tropas principales de contraataque elevaron su proporción de jinetes. 

A fines del siglo V las legiones dejaron de existir definitivamente, lo que significaba que ya no existía una formación de infantería capaz de resistir una carga de jinetes. De todas formas reconociendo la necesidad de fijar al ejército en un punto del terreno para poder maniobrar Bizancio conservó tropas de infantería pesada y ligera.  Aunque el ejército imperial llegó a ser numeroso superando el medio millón de hombres, sólo unos 150.00 estaban disponibles para su empleo en cualquier parte del imperio y los ejércitos en campaña rara vez alcanzaron los 30.000 hombres. Esta desproporción entre el efectivo total del ejército y las tropas realmente empleadas en campaña será una constante para las fuerzas militares hasta el siglo XVIII y estará determinada por restricciones logísticas, de reclutamiento, comando y control. 

Para un ejército de caballería bizantina la organización de combate consistía en el establecimiento de dos líneas de batalla. La primera integrada por dos tercios de las tropas disponibles y la segunda por el tercio restante. En el centro de la primera línea las tropas adoptaban una formación cerrada, mientras que las alas una abierta. La segunda línea, formaba a cuatro tiros de flecha a retaguardia unos 500 metros.  Se integraba con dos alas y el centro dividido en dos porciones; los espacios entre estas cuatro formaciones eran de unos 130 metros cubiertos cada uno por 150 jinetes en dos rangos, los que se abrirían para permitir el repliegue de la primera línea en caso de ser necesario.

La infantería pesada asumía generalmente dos posiciones. El foulkon que consistía en una formación cerrada que se presentaba como un muro de escudos y el entaxis que era cuando un cuarto del efectivo de la unidad de infantería y se constituía con arqueros que le daban potencia de fuego a los lanceros, que a su vez los protegían de la caballería. Este modelo particular se repetirá en las primeras formaciones que empleen arcabuces y picas en el siglo XVI.  Sin perjuicio del elevado número de jinetes el ejército bizantino operaba bajo el criterio de armas combinadas.

Para desarrollar ésta doctrina se requirió la incorporación de tropas no romanas como ya hemos dicho, pero también se produjo otro fenómeno que mantuvo un núcleo de soldados profesionales.  Los ejércitos romanos desde la república y durante el imperio, eran dirigidos por generales producto de una carrera política. La paga, el reparto del botín, los premios y los retiros eran también resultado de decisiones políticas, por lo que se producía una simbiosis entre el general y sus ciudadanos soldados. El general necesitaba de la tropa para ganar en batalla, adquirir prestigio y ser votado para permanecer en el poder, los soldados sostenían con su voto y su fuerza al general para que éste respaldara la soldada y las demás retribuciones económicas provenientes de la guerra. 

Esta íntima relación se hizo más fuerte en épocas de anarquía cuando fueron las tropas legionarias las que eligieron al emperador de entre sus generales. Con el tiempo los generales romanos se volvieron verdaderos condotieri, pues las tropas le respondían más a cada uno de ellos que al poder de Roma. Hacia el siglo IV y especialmente en el V, los generales del imperio contaban con un núcleo propio de tropas sobre las cuales y a expensas del tesoro imperial contrataban los servicios de bárbaros y mercenarios. Esto es ampliamente visible en la forma en que se constituyeron para cada campaña los ejércitos de Belisario y Narsés, los más brillantes generales de Bizancio.  

 LOS REINOS GERMANOS Y FRANCOS  Cuando los bárbaros fueron federados al Imperio y se les autorizó o se toleró su instalación dentro de las tierras del imperio generaron dos modelos de reinos, los Germanos y los Francos.  Los reinos germanos se crearon sobre la base de la fuerza militar puesta al servicio del imperio, el jefe bárbaro elevado al grado de comes, comites o conde, o mejor a magister militum adquiría un poder militar que le permitían fácilmente ejercer el poder político en el área de asiento de sus fuerzas. Las tribus germanas eran múltiples y reconocían como gobierno el sistema de monarquía electiva, el mismo se aplicó con el tiempo a estos jefes militares convirtiéndolos en reyes. 

Este fenómeno del establecimiento de reinos bárbaros en tierras del imperio se produjo cuando los Hunos los empujaron desde el centro de Europa hacia el sur del Rhin y el Danubio alrededor del siglo V. La estructura militar germana se basaba en que todo hombre libre era un soldado y reconocían como unidad táctica a los Cien que solían agrupar en organizaciones ad hoc más numerosas. Apareció así una jerarquía militar encabezada por el rey y seguida por los condes, debajo de ellos se han identificado algunos líderes designados como thiuphadi o millenarii, los hunni o centenarii y los decani, también existían los quingentenarius. Los duques dependían de los condes pero no formaban parte de la estructura militar. De todos ellos los únicos con carácter permanente eran los hunii.  Así como reemplazaron la estructura militar imperial por la propia también sustituyeron la disciplina por la bravura y el botín por el pillaje como medio esencial de asegurar la subsistencia de la tribu. Por su parte los francos ocuparon en principio una región entre el Rhin y el Weser extendiéndose luego hasta el Somme.

De entre ellos Clovis consiguió ser reconocido como rey por las otras tribus, conquistando una porción de territorio perteneciente a Roma. Con esto eliminó el elemento militar romano-germano y la posibilidad de la monarquía electiva estableciendo una dinastía hereditaria. Para el 532 Clovis había sometido prácticamente el territorio actual de Francia. 
Los francos eran guerreros de alta calidad y tenían un particular cuidado por su armamento. Poseían una organización militar como la descripta para los germanos. Reconocían como primera función del rey la conducción de la guerra y su primera obligación la de someter los planes bélicos a la aprobación del ejército.  Uno de los elementos que ayudó a Clovis a establecer, conservar y expandir su reino fue su temprana conversión al cristianismo ente el 496 y el 499. Ello le aseguró el apoyo de la población galo-romana y sobretodo el de la iglesia que, desaparecido el gobierno imperial ofrecía el único cuadro administrativo para estructurar el poder. 

Sostener un ejército profesional como el romano exigía de una burocracia civil y militar, y de recursos fiscales de los que podía gozar Bizancio, pero en ningún modo los nuevos reinos bárbaros. Los escasos medios económicos de éstos se consumían en el mantenimiento de la corte por lo que la paga a los soldados se hacía con tierras tomadas al enemigo.  Todo hombre libre tenía la obligación militar de servir al rey por la duración de la guerra, proveyéndose de su propio equipo y subsistencia. Pero existía también el derecho a abstenerse de prestar el servicio pagando un impuesto. Con un sistema semejante los hombres más ricos resultaban los mejores equipados e integraban los cuerpos de elite llamados buccellarii

Una costumbre franca consistía en el reparto del reino entre los hijos del rey a la muerte de éste. Esto hizo que los condes se hicieran más independientes y más poderosos al incrementar sus territorios con cada guerra, lo que en realidad atomizaba la fuerza del reino. Clotario II por medio del Edicto de París de 614, reunificó la soberanía eliminando el reparto hereditario de la corona para lo cual obtuvo el apoyo de los comes o condes, devenidos ahora en clase noble, a cambio de su compromiso de elegirlos sólo entre los grandes propietarios.

Esto fundamentó el derecho de la aristocracia al comando militar.  Los soldados francos eran preparados para la guerra desde niños, entrenados en el uso de armas y la lucha cuerpo a cuerpo. Al igual que todos los bárbaros basaban su táctica en el coraje y el número de combatientes. La infantería formaba en cuadro o cuña y cargaban rápidamente sobre el enemigo para no darle tiempo a reaccionar y utilizar sus armas arrojadizas antes del contacto. El motivo de esta táctica era buscar la solución rápida por el impacto, debido a que si no se lograba el éxito con el impulso original la poca maniobrabilidad de la formación hacía imposible un segundo intento. Hacia el siglo V incorporaron caballería pesada, sin embargo los hombres desmontaban y peleaban a pie. En general preferían las guerras cortas, empleaban emboscadas, maniobras de diversión y ataques nocturnos. Vivían del terreno y practicaban el método de la tierra arrasada. 

La introducción del estribo alrededor del año 800 cambió la apreciación de los francos sobre la caballería y con ello se reformuló su ejército. Originalmente se trataba de soldados profesionales descentralizados que se reunían para cada campaña, ahora se aprovecharía la descentralización política del feudalismo para mantener una porción centralizada de fuerzas al servicio del rey sostenida por los nobles guerreros tanto a pie como a caballo. Sobre este núcleo se levaría una milicia de escaso valor militar para cada campaña. 
En tiempos de Carlomagno la caballería pesada había desplazado a la infantería, no sólo debido al estribo sino también a que la expansión del imperio franco obligaba a contar con fuerzas móviles y de rápido desplazamiento; asimismo la lenta infantería se había mostrado inadecuada para luchar contra las incursiones de vikingos, árabes, ávaros y magyares. La potencia de choque de la caballería pesada, gracias a la estabilidad que daba el estribo al jinete, la convirtió en el arma decisiva en el campo de batalla. Desde el 890 no se registran combates en que los francos hayan luchado a pie.  Los jinetes francos utilizaban escudo, casco de hierro y una protección corporal de cuero o cota de malla; se reunían en grupos o en unidades llamadas scara y subdividida en grupos de 50 a 100 hombres llamados cunei.

La infantería, cuando se empleaba, portaba escudo, casco y lanza de dos metros de alto. Caballería e infantería fueron provistas con el tiempo de arcos y flechas.  La caballería pesada era costosa: ”300 denarios por las armas y la protección, es decir el equivalente al precio de 20 vacas, 250 denarios por el destrero sin contar los caballos de recambio y la carreta para las provisiones”34.

Esto hacía que se redujera la base de reclutamiento y por supuesto la cantidad de efectivos en el ejército. Carlomagno había extendido su imperio de Nápoles al Canal de la Mancha, de Navarra a Alemania, alcanzando incluso el norte de los Balcanes. Esta expansión había agotado la posibilidad de realizar campañas de pillaje y prometer fáciles botines que sirvieran de retribución a los guerreros montados. Estos hombres de a caballo se convirtieron en una clase de guerreros profesionales aristocrática, pero relativamente abierta a todos aquellos que tuvieran capacidades militares; así ofrecieron sus servicios a todo rey o señor que estuviera dispuesto a pagarles, lo que les permitía mantenerse equipados como caballeros. En ausencia de moneda esos pagos se hacían en tierras lo que acrecentaba sus recursos para equiparse militarmente.  

LOS OTROS BÁRBAROS  Mientras Bizancio sostenía el modelo militar clásico y los francos y germanos afianzaban su estilo de guerra salvaje, otros pueblos crecían y hacían sentir su presencia militar en Europa. En el 793 la abadía de Saint Cuthbert fue saqueada por un grupo de bárbaros llegados por mar conocidos como los vikingos.  Estos guerreros portaban espada larga de doble filo, hacha de dos manos y escudo. Su unidad táctica era de unos 50 ó 60 hombres que constituían el equipaje de cada navío conocido como Knörr, vulgarmente llamado Drakkar por la figura de dragón que ostentaba en su  proa. Raramente utilizaban el arco y sólo al fin del siglo IX emplearon la cota de mallas.

En las acciones ofensivas además de la clásica formación de línea los vikingos empleaban la cuña para atravesar el dispositivo enemigo. En la defensa preparaban un muro de escudos, los soldados formaban en línea en varios rangos y los escudos de la primera línea se colocaban montados unos con otros para ofrecer mayor resistencia y protección.  El jefe y su guardia personal se situaban en el centro del dispositivo. En todas las formaciones tanto ofensivas como defensivas, la primera línea estaba integrada por los mejores combatientes. Esta formación se empleaba aprovechando el terreno, en una posición elevada o con los flancos protegidos por obstáculos naturales.  En el siglo XIII otros guerreros bárbaros asolaron Europa. Los mongoles eran un ejército de caballería, tres quintos ligera y dos quintos pesada. La primera portaba arco y tres aljabas de flechas y por lo menos un caballo adicional; la segunda marchaba protegida por armaduras de cuero; ambas operaban en conjunto.35

El ejército mongol se organizaba sobre el sistema decimal siendo sus unidades tácticas de 10, 100, 1.000 y 10.000 hombres. Contaban con un elevado sistema logístico y un complejo equipamiento de sitio tomado de los chinos, llegando a emplear para una sola operación 4.000 escaleras de asalto y 4.000 máquinas de sitio.  En combate formaban en cinco rangos, los dos primeros de caballería pesada y los tres restantes de ligera. Las distancias entre los cinco permitían fácilmente su maniobra. Contaban con destacamentos ligeros en los flancos con el objetivo de aferrar y rodear al enemigo. El combate comenzaba con el asalto de la caballería ligera que atravesaba los rangos de la caballería pesada.

El general comandante se mantenía detrás de la línea con la reserva y no comprometido en la lucha.  El asalto de la caballería ligera consistía en lanzar sobre el enemigo todas las flechas disponibles por medio de un procedimiento conocido como el Círculo Cantábrico o Caracoleo que consiste en que los grupos de arqueros forman círculos en movimiento desde los cuales disparan sus flechas cuando están más cerca del blanco y recargan sus arcos en la parte del circuito más alejada de él. Acabadas las flechas se retiraban sin establecer un combate cuerpo a cuerpo.  Si el enemigo luego de esto mostraba signos de desbande, la caballería pesada cargaba sobre él; de no ser así la caballería ligera recomenzaba su ataque. Esta táctica se conocía como mangoudai

Los mongoles no entraban en combate cuerpo a cuerpo con ejércitos que no hubiesen sido desgastados por ellos previamente, empleando incluso la táctica de retiradas simuladas para atraerlos a zonas de ataque y cansarlos. Estas retiradas podían durar días, en Rusia en 1222 delante del príncipe de Galitch, el repliegue duró nueve días antes de que los Mongoles se volviesen contra sus perseguidores.

Otra técnica era la de abrir los rangos para dejar pasar la carga enemiga, cerrándolos luego bruscamente para impedir el paso de refuerzos mientras la vanguardia atrapada era aniquilada. En la persecución solían formar un círculo de caballería inmenso llamado tcherge que se iba cerrando progresivamente sobre el enemigo.  Los mongoles conquistaban por el terror aniquilando poblaciones enteras para asegurar su dominio por el miedo, los prisioneros tomados eran empleados para las tareas de apoyo al ejército y en los asaltos a posiciones fuertes enemigas de modo que las bajas que en estas acciones se producían se sostenían con los prisioneros tomados en otras batallas. De esta forma preservaban sus valiosos soldados de caballería. 

Las armas del guerrero mongol eran la lanza, el arco, la maza y el sable. La lanza tenía un gancho para desmontar al enemigo; el arco es el arma mongol por excelencia, se trata de un modelo compuesto con un alcance eficaz de 200 metros. Sólo si el combate con flechas y luego lanzas continuaba, recurrían al empleo de la maza y el sable.

34 Sanches D.,1999, “La France des Agees Sambres”pg 20 a 25, París  Histoire y Collections.
35 Jones, Archer. 1987, “The Art Of War In The Western World” pg.142, New York, Oxford Unirsity Press.  

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