FUEGO Y MANIOBRA
LA REVOLUCIÓN MILITAR
Aunque no se vislumbra aún un acuerdo absoluto acerca de
los sucesos que alimentaron los cambios
en el campo militar entre el siglo XV y
el XIX, es unánime referirse al período como el de la Revolución Militar 39.
Los hechos que perfilan este período están entrelazados
de manera inextricable por lo que es
comprensible que su sinergía haya cambiado
completamente la forma de hacer la guerra.
Los elementos constitutivos de la esencia de esta
revolución son objeto de discusión
académica pero pueden resumirse en los siguientes asuntos:
- El reemplazo de la caballería pesadamente protegida por la infantería como el componente central de los ejércitos.
- Introducción de las armas de fuego de mano, que cambiará la forma de combate de la infantería, y la artillería, con su influencia sobre las fortalezas y los sitios primero y en la batalla después.
- El crecimiento en el tamaño de los ejércitos. El relevo de la caballería por la infantería no sólo cambió la base social del campo de batalla sino que, al ser la infantería más fácil de entrenar y más barata de equipar y contratar hizo que el numero de tropas se expandiese. De igual modo la complejidad de los sitios a partir del uso de la artillería requirió de un número creciente de tropas.
- La baja de costos de guerra que inicialmente se evidenció con la reformulación de la infantería pronto se revirtió. Las armas de fuego de mano, los cañones, las nuevas fortalezas que debían construirse para alberga a la artillería y defenderse de ella, y el mayor número de soldados necesarios para combatir llevaron los presupuestos bélicos más allá del alcance de los recursos de los feudos y pequeños estados en que se repartía el poder en Europa. Ello llevó a la centralización del poder y los recursos en la cabeza de la monarquía.
- La expansión del terreno sujeto a operaciones y el desarrollo de mapas confiables a partir de los trabajos de Mercator publicados en Duisburgo en 1569 y la publicación del Orbis Terrarum de Abraham Ortelius en 1570, hicieron de la cartografía una ciencia imprescindible en lo militar.
La pólvora fue uno de sus elementos principales, además
de ser probablemente la innovación
tecnológica más importante en el arte de
la guerra. Se inició en China en el siglo IX en demoliciones y ruido para espantar al enemigo; en 1132 los chinos
crearon un mosquete de bambú. En Europa
durante el siglo XIV comienzan los experimentos
de Roger Bacon y Berthold Scwarz. Sus primeros usos militares en occidente en la forma de primitivos cañones
se aprecian en Metz (1324), Algeciras
(1342) y Crécy (1346).
Este progreso del arte y ciencia militar aún actualmente
influye sobre la táctica y la doctrina
castrense. Sin desmerecer los adelantos tecnológicos,
seguimos sujetos a la pólvora como elemento básico de potenciación del fuego. Es muy importante
comprender este fenómeno para poder
integrar la idea evolutiva de la táctica. En apoyo de ello cosideraremos ahora algunos eventos que
la integran.
La Artillería
Entre 1482 y 1492 Fernando e Isabel de Castilla emplearon
en su campaña de reconquista un tren de
artillería de sitio compuesto de 180
piezas, por su parte Carlos VIII de Francia emprendió la campaña del norte de Italia con un tren de cuarenta
cañones entre 1494 y 1495. Estas
campañas son dos de las muchas manifestaciones de interés que despertó la aparición y desarrollo de la
artillería a pólvora.
Los progresos sobre el cañón durante el siglo XV se deben
principalmente a los hermanos Bureau. La
primera mejora fue sobre la metalurgia
de tubos buscando la fabricación de armas más sólidas y seguras; luego se mejoró la munición,
abandonándose la piedra para reemplazarse
por la bala metálica sólida (contra las murallas) y la metralla (contra personal). Después se mejoraron los
afustes, se abandonó el cañón de posición
fija por los afustes de cuatro ruedas primero y
de dos luego; esto último impactó mucho en las campañas de Carlos VIII en Italia. Finalmente se le adosaron al
tubo dos muñones que le permitieron
pivotear sobre el afuste facilitando la elevación para el tiro. Con el cañón mejorado comenzó a
trabajarse sobre su uso en el campo de
batalla desarrollándose una primitiva maniobra de fuego que tendrá éxito en Formigny (1450),
Castillon (1453), Ravena (1512) y
Marignano (1515). El mayor problema lo presenta la variedad de calibres –los cañones tienen nombres propios-
lo que impide la estandarización en la
provisión de municiones.
Las Armas y la Infantería
Terminada la Guerra de los Cien Años los franceses
mantuvieron su interés en el desarrollo
de organizaciones militares que pudieran
integrar la nueva tecnología de las armas de fuego, entre ellas la más destacada era la del Duque de Borgoña, Carlos
el Temerario, llamada Compañías de
Ordenanza.
Esta organización surgió hacia 1470, época en que la
caballería medieval comenzaba a volverse
obsoleta pero aún útil. En busca de imponer
orden y disciplina entre los caballeros las Compañías de Ordenanza reunían a 100 de ellos organizados
en cuatro escuadras de a 25, que a su
vez se integraban de cuatro chambres de a seis hombres y un jefe de escuadra. Era ésta una
organización táctica, pero administrativamente cada compañía se componía de 100
“lanzas”. Una lanza comprendía: el
caballero, un escudero, un armero, tres arqueros a caballo y tres ballesteros. En combate cada
uno de estos especialistas se agrupaba
en formaciones homogéneas. Esta organización integrará además hombres equipados con armas de fuego
llamadas culebrinas y piezas de
artillería.
Es éste uno de los primeros intentos en la época de
generar una organización táctica donde
cada arma tuviese un lugar y una función
definida y todas actuasen en conjunto. Además ayudó a impulsar el restablecimiento de la infantería como arma
de batalla alcanzando una proporción de
nueve a uno con la caballería.
Entre las armas de fuego portátiles el arcabuz resultó
ser una de las más prácticas para su
empleo inmediato. Esta invención fue aceptada
rápidamente debido a su fácil uso comparado con el arco o la ballesta. Mientras que entrenar a un arquero
llevaba años, en pocos días un grupo de
hombres bajo un buen sargento se convertía en un aceptable pelotón de arcabuceros. Una muestra
del entusiasmo que suscitó la nueva
invención la dio la República de Venecia que, ya en 1490 ordenó el reemplazo de todas las
ballestas por armas de fuego de mano.
Para 1550 el arcabuz cede ante un arma más eficaz: el mosquete, más ligero y fácil de manejar hará de la
infantería un enemigo temible.
Los cambios obligaron a desarrollar nuevos conceptos de
combate y táctica. Las nuevas fortalezas
requerían de un refinamiento de las técnicas
de sitio y ello demandaba de una nueva organización y disciplina de los ejércitos, que por primera vez podían
reemplazar en la lucha la fuerza bruta
por el poder de fuego.40
Luego de la derrota de Fornovo en 1495, España decidió
enviar a defender sus intereses un
ejército al mando del Gran Capitán Gonzalo
de Córdoba, quién desembarcó al sur de la península con 100 jinetes de caballería pesada, 500 jabalineros
montados llamados genetours y
1.500 infantes, la mayoría armados con espadas y escudos y algunos ballesteros y arcabuceros. Este
ejército enfrentó a los franceses en
Seminara y fue derrotado por una combinación de caballeros y piqueros suizos.
La derrota hizo reflexionar a Gonzalo de Córdoba sobre la
forma efectiva de derrotar a los
franceses. En lo inmediato recurrió al empleo
de sus genetours para atacar las líneas de comunicaciones
enemigas mientras empleaba
atrincheramientos y sitios para hostigar aún
más a los franceses. En tanto pensó que la respuesta a su problema táctico era incrementar el número de
arcabuces en su ejército, cosa que hizo
de inmediato. Aunque reconocía el mérito del arma de fuego no perdía de vista que su principal debilidad
era el largo tiempo de recarga, durante
el cual el arcabucero se veía expuesto a ser atacado especialmente por la caballería. Para
resolver este problema conservó a los
piqueros para que mezclados con ellos le dieran protección luego de la descarga de sus armas. Con esta idea comenzó
a instruir a sus hombres y no los empleó
en combate hasta 1503 en que derrotó a los
franceses en la batalla de Cerignola, victoria que repitió en
Garigliano.
La combinación de armas del Gran Capitán es un punto
fundamental en la historia de la táctica
pues reunirá una serie de ideas que van
a permitir resumir siglos de combate. Por una parte rescatará el viejo y tradicional procedimiento de la
instrucción y la disciplina como base de
la buena infantería, va a restablecer en una misma organización el concepto de empleo de armas combinadas.
Para todo ello reunirá ideas que
comprenden las acciones de Ricardo Corazón
de León en las Cruzadas, las nuevas falanges de infantería de defensa en 360 grados como las de los escoceses y
suizos y los conceptos de organización
táctica como los de la Compañías de Ordenanza. Este esfuerzo intelectual técnico militar le dará
a España la ventaja en la guerra durante
150 años.Al principio se trató de incorporar las armas de fuego a las “falanges” del siglo XIV como
los tercios españoles, que reunían 2.500
hombres, en iguales proporciones de piqueros y
arcabuceros, en apretadas formaciones de 50 filas por 50 columnas. Con este sistema Prospero Colonna puso fin al
prestigio de los mercenarios suizos en
la batalla de Bicoca en 1522.
Aunque exitosas, estas pesadas formaciones resultaron
enormes blancos desplazándose por el
campo de batalla además de cargar con un
gran número de hombres equipados con picas y alabardas que iban decreciendo en utilidad.
En 1594 los Nassau, Guillermo Luis, Mauricio y Juan,
desarrollan la idea de cadencia de fuego
estableciendo la renovación de la fila del
frente por la siguiente una vez que se había disparado. Esa renovación se realizaba mediante el retiro hacia
retaguardia de la fila del frente, por
lo que el batallón retroceía ligeramente al disparar. Mediante este sistema ya no se hacía necesario que las
unidades se apoyasen en la profundidad
de su formación, por el contrario la potencia
está en el despliegue en líneas ampliando el frente para explotar el uso de su capacidad de fuego al máximo.
La nueva disposición requirió de movimientos más
armónicos entre las unidades, lo que
llevó a mejorar los criterios de entrenamiento
y disciplina, y finalmente a establecer nuevos criterios doctrinarios en el ámbito táctico. Así los Nassau crearon el
Batallón, una organización táctica
básica de unos 500 a 800 hombres equipados con mosquetes y picas en una proporción de dos a uno, más
pequeño que el tercio y ofreciendo menor
blanco. Esta unidad podía cambiar su alineación de la formación simple a la ofensiva o a la
defensiva. Las ideas de Nassau se
publicaron de inmediato para ser usadas en la instrucción del ejército de los Países Bajos, y pronto fueron
traducidos y utilizados en toda Europa.
Esto provocó el inicio de la estabilidad de una doctrina de principios tácticos para la organización
de las tropas y el uso de las armas de
fuego.
Estas condiciones afirmaban la dirección en los niveles
más bajos, había ahora que desarrollar
los criterios y estructuras de mandos superiores, tanto más cuando los ejércitos crecían en
número de manera sorprendente. Sin
perjuicio de los avances señalados no debemos
olvidar que poco diferencia a Gustavo Adolfo de Alejandro Magno o de César. Los comandantes en jefe ejercían la
doble función de dirigir el ejército en
sus más altas responsabilidades y al mismo tiempo conducir directamente en batalla una parte de
las tropas en combate. Maquiavello
rescata una cuestión esencial en Roma y en los tiempos modernos: la importancia de los ejércitos de
ciudadanos. En su concepto la política y
la guerra estaban esencialmente vinculadas; la sociedad civil tiene en el poder militar un elemento
fundacional, y un factor unificador que
aporta a la estabilidad y continuidad de la sociedad. Las instituciones
militares reflejan las de la sociedad civil a la que pertenecen.
39 Sobre este tema consultar : Parker, Geoffrey, ,
Segunda Edición 1996 “The Military
Revolution”, Cambridge University Press; Howard, Michael, 1976, “War in European History”, Oxford ;
Ayton, Andrew y Price, L.J. , 1998, “The
Medieval Military Revolution”, Barnes & Noble, New York; Duffy, Michael, 1986, “The Military
Revolution and the State 1500-1800”, University
of Exeter.-
40 Parker, Geoffrey, Segunda
Edición 1996, “The Military Revolution”,
Cambridge University Press, Cap. 1 y Parker, Geoffrey, 1990, “La
Revolución Militar” , Cap. I, Editorial
Crítica, Barcelona
©Jorge A. Vigo 2006 Para esta publicación Jorge A. Vigo 2014
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