En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

26 de diciembre de 2014

FUEGO Y MANIOBRA


Las Fortalezas

Las fortificaciones desde el comienzo de los tiempos se componían   de paredes verticales con una solidez que desafiaba cualquier   ingenio de sitio que pretendiese destruirlas y cuya mayor ventaja la   constituía su altura desde la cual los defensores retaban a los ofensores.   Esto cambió con la invención de la pólvora y el cañón.El empleo   cada vez más común del uso de esta nueva arma puso fin a la era de   las fortificaciones de paredes verticales, pues sus muros cedían a los   pocos disparos. Como lo declarara Maquiavello en 1519 “…no existe   pared, por más gruesa que sea, que la artillería no pueda destruir en   unos pocos días.”41  


En 1440 un italiano, León Battista Alberti, escribe el libro “De   Re Aedificatoria”, publicado en 1485, es el precursor de los modelos   de fortaleza con salientes en forma de dientes, con él nacerá el estilo   de fortificación conocido como Traza Italiana (trace itelienne). Muros   de baja altura con pronunciada inclinación, salientes en forma de   corona o de cuernos, bastiones y fosos, todo ello para atenuar el efecto   de la artillería, eliminar puntos ciegos y mantener las armas del enemigo   fuera de alcance. Dos siglos después Sebastien Le Prestre de   Vauban elevará este estilo al nivel de obra de arte.  

Las fortalezas de “estilo italiano”, los cañones y los mosquetes   elevaron los costos de la guerra “…hasta el punto de que sólo estados   centralizados podían permitirse el lujo de…”42 afrontarlos. La expansión   comercial y productiva europea del siglo XV proveyeron los recursos   para sufragar esos gastos.  

Los costos se hicieron mayores al comprobarse que los sitios de   las fortalezas a la traza italiana exigían de más tropas. Esto sumado a   la facilidad del entrenamiento y al abaratamiento del equipamiento   del soldado base – un soldado de infantería resultaba sensiblemente   más económico que un jinete con caballo y armadura – hizo que los   ejércitos crecieran en número teniendo como límite sólo los impuestos,   “…la estructura de comando en una época de malas comunicaciones y … la disponibilidad financiera, de abastecimientos y población   adecuadas para sostener la expansión de las fuerzas”.43   
   
Los Condottieri  

Cuando desapareció el Imperio Romano se llevó consigo todo   vestigio de organización militar institucionalizada. Los cuerpos de   mercenarios integrados primero con los últimos generales romanos y   luego por verdaderos empresarios de la guerra rescataron esas estructuras   y las mantuvieron en funcionamiento, es gracias a ellos que   occidente pudo reconstruir su sistema militar y retomar el desarrollo   del arte de la guerra. Aunque los Condottieri abusaron de su posición   hasta hartar a sus contratantes y arruinar la profesión mercenaria, sus   estructuras fueron aprovechadas para sentar las bases de los ejércitos   de los estados surjidos del derrumbamiento del feudalismo. Este   fenómeno tuvo su modelo principal la Italia del renacimiento. 

Mientras que el resto de la Europa feudal desaparecía para integrarse   bajo el sistema monárquico, en Italia se presentó un mosaico   de principados, ducados y repúblicas que se mantuvieron en un estado   de guerra casi permanente. Para sostener el esfuerzo bélico los   distintos estados italianos abandonaron el sistema de milicias y adoptaron   el de soldados profesionales, pero a diferencia de lo que este   cambio significó en el pasado o significaba en el presente, los italianos   no generaron ejércitos profesionales propios sino que los contrataron.
  
Cuando se requería una fuerza militar se establecía con un líder   mercenario que tenía a su disposición una compañía de soldados, en   un número que iba de la decena a los miles, un contrato o condotta   por el cual el mercenario se comprometía a prestar sus servicios profesionales   militares y el estado contratante a pagar por tales servicios.   En principio estos contratos eran estacionales pero con el tiempo   adquirieron permanencia y llegaron a extenderse por años. Para los   condottiere esto llegó a ser un gran negocio al punto que se encontraban   capitanes mercenarios hijos y nietos de hombres de la misma   profesión. Con el tiempo todos terminaron abusando del sistema y se   encontraron casos de estados que contrataban al líder mercenario de   su enemigo para dirigir las fuerzas propias y ejércitos mercenarios que   rehuían el combate o luchaban sin provocarse daños a efectos de   prolongar la guerra y el contrato de servicio.  

Esto no quiere decir que se tratase de mediocres soldados, por el   contrario resultaron muy buenos en su negocio al que además le proveyeron   de una estructura de comando necesaria para cumplir el   servicio y poder cobrar. Tácticamente continuaron centrándose en la   caballería pesada pero los orfebres italianos consiguieron crear armaduras   de sólo 25 kilos, lo que mejoraba en mucho la movilidad del   guerrero tanto a pie como a caballo. Contaban además con infantería   repartida en tres especialidades: los tradicionales ballesteros, los piqueros   y los portadores de escudos.

Estos últimos llevaban un enorme   escudo que prácticamente los cubría de pies a cabeza y que afirmaban   contra el suelo para brindar protección a las otras dos categorías. Es   esta una infantería de poca movilidad, pero se la empleaba especialmente   para crear posiciones defensivas detrás de las cuales la caballería   podía reorganizarse para volver al combate.  

Un elemento particular se desarrolló en las guerras italianas. En   el siglo XV el mayor movimiento económico de Europa permitía   aprovisionar más fácilmente a una fuerza militar, por lo que no era   ahora necesario mantenerse en movimiento para satisfacer las necesidades   de subsistencia. Esto reintrodujo la idea de la fortificación de   campaña, es decir que un ejército podía establecer un campo protegido   de fosos y empalizadas al efecto de combatir desde él.  

Esta creciente complejidad y refinamiento del combate mantuvo   viva la costumbre de evitar las batallas e incrementó el uso de espías,   traidores, emboscada y sorpresa.  
Hacia fines del siglo XV los estados italianos habían comenzado a   incorporar mercenarios como soldados del estado y con ello sus estructuras   de comando.  

La “Revolución Militar” aprovechó la organización del comando   de las unidades mercenarias redimensionando el número de sus efectivos.   Estabilizó la doctrina táctica e incorporó principios disciplinarios   orientados a la eficacia de la fuerza de combate y no, como antes,   destinadas a asegurar su lealtad. Estas condiciones afirmaban la dirección   en los niveles más bajos, había ahora que desarrollar los criterios   y estructuras de mandos superiores, tanto más cuando los ejércitos   crecían en número de manera sorprendente.  

EVENTOS DESTACABLES
  
Bannockburn 24 de junio de 1314   En marzo de 1324 Robert the Bruce, Rey de Escocia puso sitio al   castillo de Stirling cuya guarnición inglesa estaba al mando de Sir   Phillip Mowbray. Como era costumbre en los combates entre caballeros   sitiados y sitiadores acordaron que los primeros se rendirían si para   el 24 de junio no eran relevados. Eduardo II de Inglaterra reunió a   ese efecto un ejército de 2.400 caballeros y 21.000 infantes con los   que el 17 de junio invadió Escocia.  

Robert se preparó a resistir la invasión. Su ejército de 6.500 hombres   y 500 caballeros, estaba integrado solamente por veteranos, se   rechazó en el reclutamiento a todo voluntario inexperto. La infantería   recibió especial adiestramiento para marchar sin romper la línea, evitando   así brechas y flancos internos que el enemigo pudiera explotar.   También se los instruyó en el empleo de sus lanzas de cuatro metros   de altura, en caso de combatir contra la caballería debían formar en   círculo, clavar un extremo de la lanza en el suelo e inclinarla en 45   grados hacia el exterior del círculo apuntando al pecho de los caballos.   El ejército escocés estaba dividido en cuatro grupos al mando de   Randolph, Conde de Moray, Edward Bruce, hermano de Robert, Sir   James Douglas y el propio Rey Robert.  

El Rey escocés eligió una posición defensiva detrás del arroyo   Bannockburn. El cuerpo a su mando se estableció detrás del arroyo y   atravesado sobre el antiguo camino romano que conducía a Stirling, a   su izquierda y algo atrás se situaba el grupo de su hermano: a la izquierda   de éste el de Randolph formando un ángulo recto hacia retaguardia   y detrás de ambos el grupo de Douglas. Las posiciones   habían sido preparadas, los terrenos aptos para la caballería habían   sido alistados con pozos y trampas y las tropas se hallaban a cubierto   detrás de lomas y árboles.   El 23 de junio Eduardo II se hallaba en las proximidades donde   se encontró con que Mowbray había logrado atravesar las líneas escocesas.   Conforme las reglas de la caballería y lo acordado, Eduardo II   debió declarar levantado el sitio y dar a los Escoceses la oportunidad   de retirarse. Sin embargo su deseo de acabar con la rebelión escocesa   le hizo continuar su avance en busca de una batalla decisiva.  

Con la información del despliegue escocés facilitado por   Mowbray, Eduardo II tomó 300 caballeros montados al mando de Sir   Robert Cliffort y los lanzó a través del arroyo para que alcanzaran una   planicie llamada The Carse desde donde atacar las posiciones de   Randolph en la izquierda escocesa. El resto del ejército avanzaría a   través del camino romano.  

Se cuenta que bajo el sol del verano la marcha de la caballería inglesa   fue tan deslumbrante que el propio Randolph quedó impresionado   y tardó en reaccionar. Sin embargo compensando el hecho   avanzó con 500 hombres desafiando a los ingleses. En una situación   clásica donde la caballería pesada debía barrer del campo a la infantería,   Cliffort se lanzó a la carga. Los entrenados escoceses formaron   círculo con sus lanzas hacia fuera en ángulo de 45° y rechazaron repetidamente   a los ingleses, obligándolos a retirarse con severas pérdidas   y habiendo provocado una sola baja. Mientras esto ocurría Douglas   movió sus tropas en apoyo de la acción.  

La vanguardia inglesa interpretó este movimiento como una retirada   y comenzó su avance al mando de Henry de Bohun. En ese instante   el Rey Robert salió de entre las filas y desafió al jefe inglés a un   combate singular. De Bohun aceptó la invitación y cargó de inmediato,   pero erró su golpe, Robert hundió su hacha en la cabeza del inglés   partiéndola por el mango. Esto provocó una conmoción entre las tropas   inglesas por lo que Edward tomó sus fuerzas, cruzó el arroyo y se   refugió en el extremo este del Carse donde estableció su campamento.   Esta posición se hallaba flanqueada a su izquierda por el arroyo   Bannockburn y a derecha y retaguardia por el río Forth.  

Al día siguiente el Rey Robert decidió aniquilar a su encerrado   enemigo, formó sus cuatro grupos en escalón con la derecha avanzada   y se lanzó contra el campamento inglés. Los británicos no tuvieron   tiempo ni siquiera de formarse por lo que hubieron de combatir caballeros   e infantes mezclados y en desorden. Fueron cediendo en el   combate hasta terminar en una huída, los escoceses los persiguieron   hasta la noche provocándoles un 75 por ciento de bajas. Esta batalla   aseguró la victoria escocesa en su conflicto con Inglaterra.   


41 Parker, Geoffrey, Segunda Edición 1996, “The Military Revolution” ,   pg.10, Cambridge University Press  
42 Parker, Geoffrey, febrero 1997, “Implacables y feroces. Cómo hacen la   guerra los occidentales”, en Historia 16, N°250, pg 70, Ed. Información e   Historia, Madrid.

© Jorge A. Vigo 2006. Para esta publicación Jorge A. Vigo 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario