En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

1 de diciembre de 2014

El Combate de los Treinta 



Tercera Parte


III.        Los hechos. El combate. Después de oír misa, los contendientes se dirigieron al lugar del encuentro, donde estaban reunidos en gran número pobladores de los alrededores, dispuestos a presenciar el poco común episodio (los integrantes de uno y otro bando les advirtieron acerca de que debían abstenerse de intervención alguna; asimismo, hicieron que se retiraran “bien lejos” del lugar donde se libraría el combate.) Había también una buena cantidad de asistentes de los guerreros: palafreneros, sirvientes, heraldos que portaban los estandartes de sus señores, mires (médicos), etc.


Ya preparados los contendientes, tuvo  lugar un singular diálogo entre los comandantes: Bamborough observó que el encuentro había sido pactado en tanto existía una tregua y sin haber sido autorizado por los “príncipes” de quienes dependían, por lo que sería bueno posponerlo, bien hasta la finalización de la tregua, bien al obtenerse el permiso de sus jefes. Como es de suponer, Beaumanoir sostuvo que era un poco tarde para tal planteo, y que en tal caso “se perdería una bella ocasión de hacer ver quien tenía ‘la amiga más bella” [27]. Al consultar a su gente, Yves Charruel, en nombre de todos, dijo: “No abandonaremos el lugar sin haber resuelto nuestra querella. Estamos deseosos de mostrar quienes, si nosotros o los ingleses,  son los mejores. Nuestra reputación nos exige no librarnos a la burla de nuestros compatriotas por un escrúpulo fuera de lugar”.
El combate. El paisaje está idealizado: aparecen las plazas fuertes
de Josselin y Ploermel, que se encontraban cada una de ellas a unos seis kilómetros.; el roble se muestra con todo su verdor, cuando por la época todavía sus ramas estaban desnudas. Los caballeros de Blois (izq.) lucen la Cruz Negra (Kroaz Du), en tanto los de Montfort (dcha.) la inglesa Cruz de San Jorge
Antes del combate, los jefes arengaron a los suyos, sobre un argumento común: en el combate estaría en juego honor de su nación, y su resultado mostraría quien entre ambos tenía más valor. Bamborough hizo un agregado, que en la época era bastante común: le recordó a los suyos una antigua  profecía de Merlin, el mago, que auguraba una victoria inglesa.

Los relatos del combate son por demás detallados. Por ello, y dada la naturaleza de este trabajo, sólo trazaremos a grandes rasgos lo ocurrido en la jornada.

Bretones e ingleses se agruparon, formando sendas líneas, separadas por poca distancia entre sí. Detrás de cada una estaban los asistentes, y mucho más allá los espectadores.Los cronistas afirman que el bando de Montfort tenía cierta superioridad, basándose especialmente en dos hechos anecdóticos: la enorme maza de hierro del caballero Billefort, “de 25 libras” y el fauchard “ganchudo y con filo de ambos lados” que blandía el forzudo Hucheton.

Beaumanoir indicó a sus hombres que se mantuvieran agrupados, formando una línea de batalla. Presumiblemente, Bamborough dio la misma indicación. Pero, al darse una señal, todos corrieron desordenamente, amontonándose sin orden ni concierto: “cada uno de los combatientes se arrojó contra el adversario que se encontraba frente a él, sin combinar en absoluto su acción con la de sus compañeros. Ambos bandos se entremezclaron librando, al azar de los encuentros, una serie bastante desordenada de combates individuales...”.

En este choque, murieron dos bretones, un caballero y un escudero. Además, tres de ellos, heridos, cayeron prisioneros. Pese a la desventaja numérica, el combate continuó en intensidad, sin que tal desventaja se hiciera sentir. Sí ambos bandos, agotados, se pusieron de acuerdo para detener el combate, refrescarse, reparar las armaduras, restañar las heridas y descansar (hay acuerdo entre los historiadores en que los caballeros, en su mayoría, se “refrescaron” con vino de Anjou.)
Muerte de Bamborough

La lucha se reanudó y Baumanoir fue herido de gravedad, perdiendo abundante sangre. Se alejó por un momento, buscando alivio y algo de beber.  Geoffroy du Bois, que estaba cerca, lanzó la frase que se ha perpetuado: “Beaumanoir, bebe tu sangre y calmarás tu sed”. Acaso viendo en la misma un sarcasmo o un reproche, Beaumanoir se incorporó, débil, al combate [28]. “Sin duda exaltado por los efluvios del vino de Anjou, además, posiblemente, por el fracaso parcial de los bretones, o viendo ya que las profecías de Merlin se estaban cumpliendo”, Bamborough se burló de Beaumanoir, anunciándole que lo haría prisionero. Pero en ese momento, un escudero bretón, Alain de Keranrais, asestó un lanzazo a Bamborough (una versión habla que el bretón blandía una espada), que penetró a través de la visera del yelmo, llegando al cerebro y el jefe inglés cayó muerto.
Ante la muerte de “Brembro” el estupor se apoderó de los caballeros enfrentados, la lucha se interrumpió por un momento, pero pronto los ingleses se rehicieron y continuaron peleando, ahora al mando del “feroz” Croquart [29].

El nuevo jefe grita a sus hombres: “dejemos de lado las profesías de Merlin, no contemos sino con nuestras armas y nuestro coraje”. Algunos agregaron a esta arenga una orden sensata: “Permanezcan estrechamente unidos uno contra otro, y que cualquiera que os ataque caiga muerto o herido”.

Contrariamente a lo ocurrido al comienzo del combate, los ingleses obedecen y la lucha ya no presenta el desorden de entonces. Los ingleses cierran su línea, presentando sus picas y lanzas a los bretones, que una y otra vez los embisten, sin éxito. Los números ahora son más parejos: los ingleses suman veintinueve, los bretones veintiocho, ya que los tres prisioneros pudieron librarse en medio de la confusión creada por la muerte de Bamborough.

Poco a poco, los bretones van quebrando la línea enemiga, matando a dos ingleses, un alemán y un bretón. No obstante, los ingleses se agrupan estrechamente una vez más, asumiendo una formación que aparece inexpugnable [30]. Cuando Beaumanoir aparece casi desesperado ante la resistencia inglesa, Montauban, que había llegado a caballo al campo de combate, vuelve a montar, con su lanza, y finge alejarse. Beaumanoir cree que huye y lo increpa: “Caballero falso y malvado, ¿adonde vas? ¿Por qué nos abandonas? ¡Te será reprochado a ti y a tu raza por siempre! Montauban le dice: “ocúpate de hacer tu parte, que yo por la mía cumpliré con mi deber”. Y vuelve su trayectoria atravesando la línea inglesa, partiéndola, aprovechando los bretones para cargar sobre el enemigo, matando a algunos y tomando prisioneros a los restantes (los cuales estaban todos heridos de diferente consideración) siendo liberados más tarde con el pago de un “modesto” rescate [31]. Sobre el campo quedaron tres bretones del bando de Blois y por lo menos nueve del de Monfort, aunque algunos hablan de hasta doce.

Lobineau, como si realmente se hubiera tratado de una justa donde era necesario destacar a quienes mejor se habían comportado en la lucha, dice: “Tinteniac del lado bretón y Croquant del de los ingleses, ganaron el honor de ser los mejores combatientes…”

Beaumanoir, en la plaza de Dinan
IV.       Conclusión. Expresa Froissart, que Bamborough, al arengar a su gente (además de su alegato sobre la predicción de Merlin) los exhortó a luchar de tal forma que “la gente hablará sobre ello en los tiempos que vendrán, en los salones, en los palacios, en las plazas y en todas partes en el mundo entero”.

Geoffrey de Charny, el autor del Libro de la Caballería, guerrero francés que murió en Poitiers portando el estandarte real (el célebre oriflama) indicaba a quienes recorrerían el camino del caballero: “Si deseas que tus blasones sean recordados, reconocidos y realzados sobre otros, busca constante y diligentemente protagonizar hechos de armas. Y cuando Dios te conceda la buena suerte de encontrarlos, haz tu deber sabia y audazmente, no temiendo a nada excepto a la vergüenza…Haciéndolo, serás acreedor a un mayor reconocimiento de tus hazañas por amigos y enemigos…”

Casi veinte años después, cuenta Froissart que encontró a uno de los sobrevivientes del combate, Yves Charruel, durante una recepción real en París. “Su rostro, cruzado por heridas y cicatrices, mostraba que el combate había sido rudo”. Allí el cronista presenció, describiéndolos, los poco comunes honores que se le dispensaron al veterano por haber sido uno de los Treinta.

A más de seis siglos y medio, el Combate de los Treinta continúa siendo recordado. No sólo en ese obelisco que hoy se yergue donde se cree que fue el lugar de su ocurrencia, o con  la estatua de Jean de Baumanoir en una plaza de Dinan. Quienes lucharon entonces han obtenido ese reconocimiento que buscaron como única recompensa por ese acto singular, mezcla de insensatez y virtudes exaltadas.










[27]         La expresión usada por Lobineau es “la plus belle amie”, referencia caballeresca habitual a la dame des pensées, la cervantina dulcinea. Esto hace volver la cuestión a si le Bel y Froissart aciertan cuando se refieren a que el lance tenía relación con las “señoras” o “amigas”.
[28]         Sin que sea importante, algunos autores difieren sobre el momento en que Beaumanoir es herido, algunos afirman que fue alcanzado luego de la muerte del inglés. Lo invariable del episodio es la famosa frase de Geoffroy de Bois.
[29]         Croquart o Crockart era un mercenario de origen flamenco, a quien Argentré califica de “valiente ladrón”. Era quien llevó a cabo las correrías por el territorio bretón, en el origen del airado reclamo de Beaumanoir a Barnborough.
[30]         De la Borderie, con algo de exaltación napoleónica, denomina a esta formación “bataillon carrée” tal como la consagró Bonaparte en su estrategia de marcha y aproximación de sus cuerpos de ejército. Quizás lo que ha querido decir es que los ingleses asumieron una defensa en cuadro, típica de la infantería al hacer frente a un ataque de caballería.
[31]         Un autor inglés ha dicho que la maniobra de Montauban “tiene cierta apariencia de traición”, sin explicar el motivo de su aserto. Unos dicen que por haber fingido su retirada, otros que no debió haber usado su caballo cuando el combate se libraba a pie. Ni una cosa ni la otra, a juicio nuestro, merece ni justifican una conclusión tan severa (Smedley, Edward, The History of France: From the Final Partition of the Empire of Charlemagne, A.D. 843, to the Peace of Cambray, A.D. 1529, Part I, Daldwuin and Cradock, Londres, 1836, pág. 194, disponible en http:// books. google.com.ar/books?id=eQpHybuZ1TsC&dq=Smedley+France&source=gbs_navlinks_s




©Rubén A. Barreiro 2014

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